Paula 1224. Sábado 22 de abril de 2017. Especial Madres.

Ya había dejado de contar cuántas veces me habían preguntado "¿y la guagua cuándo?". Aunque tenía una respuesta "educada" y bien aprendida, la verdad era que no sabía cuándo sería ese día, pero con 37 años –y más de 15 en pareja– embarazarme, al parecer, era lo que había que hacer y lo antes posible.

Yo, en todo caso, disfrutaba de mi vida sin hijos y de mucho tiempo para dedicarle a mi pasión: correr. Mis días de semana comenzaban a las 6 A.M. entrenando con amigas o en compañía de mi perro, y los fines de semana los dedicaba a recorrer distancias largas sin mirar el reloj. En esa rutina, una guagua no encajaba, aunque jamás me atreví a decirlo.

Sí tenía claro que antes de ser mamá quería correr mi primer maratón. Planifiqué que después de los 6 meses necesarios de preparación para los 42K, me pondría en "campaña". Pero cuando ya había cumplido esa meta, apareció una nueva: quise correr un maratón más, uno de los más importantes del mundo, Berlín. O sea, otro medio año de entrenamiento. Con los pasajes en mano y la inscripción lista llegó la sorpresa. Estaba embarazada. Después de celebrar vino la pregunta obvia: ¿voy a poder correr embarazada? No era la única corredora decidida a seguir haciéndolo. Las redes sociales están llenas de ejemplos, consejos y profesionales como Érika Olivera y la triatleta Valentina Carvallo compartiendo sus experiencias. Pero otra cosa es con zapatillas y ser una amateur.

Durante los primeros 5 meses tuve una energía sorprendente y seguí corriendo como siempre. Luego mi rutina tuvo que cambiar: adopté un ritmo más lento para no superara las 150 pulsaciones por minuto recomendadas por mi ginecóloga. Tuve que trabajar aún más la concentración en la ruta para no caerme. Debí ser más constante con los ejercicios

funcionales para no dañar mi piso pélvico y cuidar la dieta para cumplir con todos los requerimientos nutricionales. Así corrí hasta los 7 meses y medio, con Maratón de Berlín incluida, aunque solo la mitad. No quería parar, pero ya no tenía la disposición necesaria para seguir. Además, las miradas ajenas, que parecían enjuiciar mi determinación, habían comenzado a afectarme.

Ahora la realidad de una mamá corredora. Pensé que una vez que me dieran el alta médica lo primero que haría sería tomar mis zapatillas y salir por unos kilómetros. No ha sido tan fácil. La logística es diferente, lo mismo que la energía. Correr a las 6 A.M. ya no es una alternativa si te dormiste a las 5:45. Pero cuando se logra se disfruta el doble, porque aunque los tiempos son escasos, las ganas de correr son las mismas. Y aunque Margarita aún es muy pequeña para acompañarme (se recomienda a partir de los 6 meses en un coche de running), espero que en unos meses más juntas preparemos mis siguientes metas: el maratón de Viña del Mar y mi revancha en Berlín.


5 consideraciones

Antes de ponerse las zapatillas, hay que consultar al ginecólogo.

Las zapatillas deben tener buen soporte y amortiguación.

Hay que contar con un reloj de muñeca que mida la frecuencia cardiaca (lo ideal es que una embarazada nunca supere las 150 pulsaciones por minuto). Los precios van desde los $150.000 y se pueden comprar online en www.garminstore.cl, o en tiendas especializadas.

Hidratarse más que antes y jamás salir a correr con el estómago vacío. Yo opté por los dátiles como colación pre entrenamiento.

No dejar el entrenamiento funcional, especialmente debido para proteger el piso pélvico.