“El Test de Boric”: Una IA que ayude a la gente

Álvaro Soto

"Durante el reciente viaje a Emiratos Árabes Unidos, tuve la oportunidad de compartir con nuestro Presidente, Gabriel Boric, quien mostró un genuino interés por la IA, planteando reiteradamente la pregunta: '¿Cómo esto ayuda a la gente?'. La IA puede ser un ingrediente fundamental para alcanzar el tan anhelado desarrollo", dice Álvaro Soto, académico UC y director del Centro Nacional de IA (CENIA) y quien fue parte de la comitiva que visitó el país árabe.


Recientemente, en mi rol de Director del Centro Nacional de Inteligencia Artificial, Cenia, tuve el privilegio de ser parte de la comitiva presidencial que visitó Emiratos Árabes Unidos (EAU).

Ser testigo de la transformación que está viviendo ese país fue una experiencia invaluable. Con visión de futuro, EAU está explorando vías alternativas de desarrollo en áreas clave como la IA, buscando un nuevo modelo económico para cuando los privilegios del petróleo se agoten. Si bien su modelo político permite una planificación centralizada, sin contrapesos, también es cierto que plantear una cruzada nacional les ha permitido aunar esfuerzos de manera virtuosa, algo de lo que podemos aprender en Chile.

Durante el viaje, tuve también la oportunidad de compartir con nuestro Presidente, Gabriel Boric, quien mostró un genuino interés por la IA, planteando reiteradamente la pregunta: “¿Cómo esto ayuda a la gente?”.

A estas alturas del partido, la respuesta me pareció evidente: la IA puede ser un ingrediente fundamental para alcanzar el tan anhelado desarrollo, mejorando nuestra productividad, diversificando nuestra economía, y siendo herramienta clave para enfrentar problemas tan relevantes como la salud, seguridad y educación, entre muchos otros. Todas razones muy válidas, que justifican la necesidad de subirnos a este tren tecnológico, no como meros espectadores, sino como agentes activos.

Sin embargo, creo que la reiterada pregunta de nuestro Presidente encierra una preocupación más profunda: ¿Cómo la IA ayuda a la gente?, no a unos pocos, no simplemente por un “chorreo” de mayor desarrollo económico o porque mi refrigerador pueda realizar el pedido del supermercado.

Con sus avanzadas capacidades cognitivas, la IA toca una de las fibras más fundamentales de lo que nos hace humanos, nuestra inteligencia, planteando nuevos desafíos éticos. Así, el verdadero reto es cómo la IA impactará nuestro propio desarrollo personal, cómo nos potenciará a cada uno de nosotros, y cómo ayudará a crear una sociedad más próspera, alegre e inclusiva.

Para entender esta perspectiva, es útil hacer una regresión en el tiempo. La IA surge a mediados del siglo pasado con una pregunta y desafío científico de alto vuelo: ¿es posible emular la inteligencia humana?

Este desafío fue simbolizado por el emblemático “Test de Turing”, que consiste en evaluar si una máquina puede exhibir un comportamiento inteligente indistinguible al de un ser humano. Hoy, cuando en diversos ámbitos este test comienza a darse por superado, es más necesario que nunca replantear la pregunta original, cambiándola por una que armonice la curiosidad científica con el desarrollo humano.

Hoy la pregunta debe ser: ¿Cómo la IA puede potenciar al ser humano? La IA no debe apuntar a igualarnos o reemplazarnos, sino que debe ayudar a potenciar nuestro mejor “yo”. Para enfrentar este desafío se hace necesario un nuevo test, el “Test de Boric”: una IA que ayude a la gente. Un test que no solo debe inspirar a nuestros científicos, sino que, con urgencia, debe guiar la creación de regulaciones e incentivos que orienten el desarrollo y la aplicación de la IA.

A modo de ejemplo, la reciente aparición de la IA generativa tiene el potencial de empoderar a trabajadores menos calificados, al permitirles producir contenido y resultados de alta calidad, abriéndoles así nuevas oportunidades. Mientras la revolución digital, en la llamada sociedad del conocimiento, ha beneficiado principalmente a grupos reducidos con acceso a los nuevos adelantos, la democratización de este conocimiento a través de la IA puede ser una herramienta para nivelar la cancha.

Un ejemplo ilustrativo es el impacto de aplicaciones de transporte como Waze, que, si bien han beneficiado a los conductores más experimentados, su mayor impacto ha sido para los conductores con menos experiencia, al democratizar el acceso al conocimiento de calles y rutas óptimas en la ciudad.

La IA no debe apuntar a igualarnos o reemplazarnos, sino que debe ayudar a potenciar nuestro mejor “yo”. Para enfrentar este desafío se hace necesario un nuevo test, el “Test de Boric”: una IA que ayude a la gente.

En el ámbito educativo, el impacto de un profesor con tiempo y recursos para preparar adecuadamente sus clases, contrasta abismalmente con uno que tiene menos recursos y tiempo disponibles. Sin embargo, la IA puede ayudar a cerrar esa brecha al facilitar el acceso a recursos educativos y optimizar el tiempo del docente, permitiéndole enfocarse más en la calidad de su enseñanza.

Así, la IA tiene el potencial de democratizar el acceso a una educación de calidad. Un fenómeno similar podría observarse con herramientas de IA que actúen como copilotos o asesores virtuales, ayudando a las personas a organizar sus actividades, adquirir nuevas competencias o realizar tareas complejas que antes estaban fuera de su alcance.

Para aportar en este ámbito, en Cenia estamos desarrollando un estudio que analiza el impacto de la IA en las 100 ocupaciones más comunes de Chile, como cajero, trabajador agrícola, ingeniero, guardia de seguridad, entre otros.

Uno de los resultados más importantes del estudio será identificar cómo la IA puede aportar a potenciarnos en el desarrollo de estas labores. Asimismo, nos encontramos trabajando en una iniciativa destinada a capacitar masivamente a empleados del sector público y pymes de nuestro país en cómo usar la IA de forma efectiva. Aún más importante, estamos preparando nuevas iniciativas para incorporar la IA en nuestros procesos educativos, la piedra fundamental para formar a las nuevas generaciones.

Para un país como Chile, con gran necesidad de potenciar a sus trabajadores, estas son noticias muy alentadoras. La IA no solo tiene el potencial de mejorar nuestra competitividad, sino de ayudarnos a forjar un futuro más equitativo y próspero. Para ello, es fundamental participar activamente en esta nueva revolución, forjando en el país una soberanía tecnológica que nos permita no depender de los avances que se desarrollen en otros lugares del mundo. Así podremos crear la historia “chilensis” de la IA, una que sea ejemplo para el mundo y sea la primera en pasar exitosamente el “Test de Boric”.

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