El impacto del asesinato de un diputado británico

(AP/Alastair Grant)

En Gran Bretaña, el asesinato de un diputado conservador el pasado viernes a manos de un joven islamista aparentemente radicalizado fue rotulado a las pocas horas como un ataque terrorista. Sir David Amess fue acuchillado múltiples veces mientras participaba de una reunión con electores en una iglesia metodista, durante su semana distrital.

El asesino, Ali Harbi Ali, un ciudadano británico de ascendencia somalí que fue detenido sin resistencia en el mismo lugar del crimen, está siendo procesado bajo la ley antiterrorista.

El crimen sacudió al país, que hace cinco años había lamentado el asesinato de otra parlamentaria, la laborista Jo Cox, también durante una reunión con electores, a manos de un joven radicalizado en el supremacismo blanco. Como es lógico, el atentado del viernes aumentó la preocupación sobre la seguridad de los parlamentarios y sobre el peligro de la radicalización via online de jóvenes británicos en torno a posiciones extremistas y violentas. Pero también, como nos cuenta nuestro entrevistado de hoy, revivió la preocupación sobre otro tipo de violencia: la del lenguaje en el debate político.

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