Cómo tener una mejor clase online: 6 consejos para padres
El audio de una profesora colapsada por las clases híbridas reflejó lo frustrante de este formato educativo. Dos docentes escolares —una de ellas especialista en e-learning— analizan su aplicación y dan sus recomendaciones para mejorar la experiencia desde la casa.
Artículo publicado el 17 de marzo y actualizado el 26 de abril de 2021.
“Es imposible, es im-po-si-ble”, le decía por WhatsApp una profesora, describiendo su experiencia haciendo las llamadas “clases híbridas” (que son simultáneas para alumnos en la sala y para los que se conectan desde su casa) a alguien de confianza. Quizá a una amiga —no muy buena— o a un colega —no muy leal—, ya que ese audio privado y confesional, donde la docente se desahogaba con confianza sobre las dificultades de esta modalidad, se viralizó más rápido que la cepa británica y la variante brasileña juntas.
“Entiendo su frustración”, dice María Soledad Garcés, también profesora y directora tanto de la Fundación para la Convivencia Digital como del diplomado en Gestión del Clima y Convivencia Escolar en la U. de los Andes. “Empatizo con esa docente agotada que ve cómo el esfuerzo a veces no lleva a un éxito ni cercano”.
A Paola Arancibia, coordinadora y profesora del jardín infantil del colegio San Nicolás de Myra, ese audio le da pena, porque “debe ser una muy buena educadora para hablar con tanta emoción de lo que hace. Es un desahogo completamente real”.
Pero más allá de los garabatos, las quejas o los ravioles que desayunaban sus alumnos en la sala, lo que el audio reflejó fue la realidad de muchos profesores en Chile, sometidos a un formato inédito, manejando muchas herramientas y factores al mismo tiempo —para los cuales muchos no han sido capacitados adecuadamente—, y con resultados no muy alentadores.
“Imagina hablarle a un grupo de niños en la sala, a otro que está en la casa, con una mascarilla, con un escudo facial, con ruido ambiental”, describe Garcés. “El punto es que las clases se están adaptando al modelo híbrido o semipresencial, pero las metodologías de aprendizaje todavía no. Así, ningún modelo va a ser efectivo”.
Ella es especialista en e-learning, y a pesar de que en su fundación han capacitado a más de 6 mil profesores desde que se inició la pandemia, y muchos colegios en estos meses han conseguido encontrarle la mano a la educación online, el panorama lo ve complicado.
“Estamos lejos de hacer del proceso de clases online algo efectivo y una experiencia real de aprendizaje”, dice. “Tenemos aún muchos problemas de conectividad, de equipamiento, de falta de capacitación docente y escasa formación metodológica para este modelo”.
Arancibia coincide en que ha sido un proceso “súper difícil”, ya que por mucho que se piense y se planifique un sistema, en estas condiciones de urgencia solo se puede poner a prueba en la práctica. En su colegio, dentro del área de párvulos, la mayoría asiste presencialmente, y los que se quedan en casa tienen clases aparte, una sola vez al día. Pero sabe que no todos los establecimientos pueden funcionar así.
El año pasado, la petición del Ministerio de Educación fue que los colegios hicieran clases a distancia, un formato al que, a duras penas —y unos mejor que otros—, todos se tuvieron que subir. “Se había agarrado un ritmo, con clases quizá fomes, quizá planas, pero algo se logró”, dice Garcés. “Pero el híbrido es un mundo completamente diferente, y no te das vuelta esa chaqueta de un día para otro. Ahí los profes se estresaron y los papás colapsaron”.
Muchos apoderados, sobre todo de niñas y niños más pequeños, angustiados también por la difícil conciliación de las tareas domésticas con las laborales, entran en desesperación cuando el link de Zoom no funciona o se demoran en aceptarlos en la reunión, algo que tampoco mejora cuando, una vez dentro de la videoconferencia, se les olvida apagar el micrófono y la clase se transforma en una feria libre de niños gritando.
“Una dificultad importante en los cursos más chicos es la interferencia constante de los apoderados en la clase misma”, dice Garcés. Según ella, muchos papás piensan que las clases online solo consisten en tener a los niños empantallados toda la mañana, o que los mantengan ocupados, independiente de si aprenden o no. “Pero eso puede causar un daño tremendo, provocando fobia a las clases, reticencia a la lectura o un desincentivo a la autonomía”.
“El llamado a los papás es que se lo tomen con calma”, aconseja la profesora Paola Arancibia. “Todos estamos aprendiendo de esto y los colegios están haciendo lo mejor posible”. Por eso, ella y María Soledad Garcés entregan sus recomendaciones para padres en pos de una mejor experiencia de educación online.
1. Sin celular
Lo sabemos: para muchas familias, sus teléfonos son la principal herramienta de conexión, y sin ellos no podrían entrar a internet ni unirse a una clase online. Pero mientras se pueda, ambas profesoras aconsejan no usar los smartphones con este fin.
“Desde el celular no es recomendable”, dice Paola Arancibia, ya que es incómodo para estar mucho rato en una clase y no propicia la quietud ni la calma. “Una tablet es mejor, pero lo ideal es un computador”.
“Para los estudiantes mayores”, agrega Garcés, “sus teléfonos deben estar apagados mientras se está en clases. Nos tiene en estado de alerta permanente e influye mucho en la capacidad de atención, en la empatía y en la concentración”.
2. Sentado y con una mesa
No todos tienen el espacio suficiente en sus casas para dedicarlo exclusivamente a las clases o el estudio, pero adaptar un rincón tampoco es tarea imposible. Y hace bastante diferencia al momento de conectarse a una clase online.
“Los niños jamás deben participar de una clase acostados”, dice Arancibia. “Una mala postura o un lugar incómodo influye en la capacidad del niño de retener información”. Dedicar unos minutos previos a la clase para preparar el espacio donde el niño va a trabajar —reuniendo los materiales que necesitará— hará que la actividad funcione mucho mejor.
“Hay que ordenar bien el lugar antes de partir y sacar todos los distractores como celulares, televisor, radios, o juguetes”, aconseja Garcés.
3. Acompañar, no intervenir
“Invertir en tiempo para acompañar a los niños más pequeños en sus clases es súper importante”, explica Arancibia. Poder resolver problemas técnicos, apoyar ante las dudas y hacer sentir a los hijos que no están solos en esta experiencia mejorará el resultado de la actividad online.
Pero eso no significa ser vocero del niño ni intervenir en medio de la clase para presentar quejas o exponer problemas. Pasa principalmente con los padres primerizos, dice María Soledad Garcés. “Quieren aportar o participar, se meten en la clase y en vez de apoyar, están haciendo lo contrario”.
4. Regular el sueño
Al promover un sueño suficiente, se le hace un favor tanto a los niños —”si duermen las horas que necesitan (entre 9 y 10 horas en etapa escolar), retendrán mejor los aprendizajes, limpiarán su cerebro de buena manera, producirán la hormona de crecimiento y, en definitiva, se desarrollarán mejor”, dice Garcés— como a los profesores y sus compañeros, ya que el alumno estará más tranquilo, más participativo y más concentrado.
Para conseguir eso, agrega la directora de Convivencia Digital, conviene desconectar todas las pantallas al menos una hora antes de irse a la cama, de manera que se pueda inducir el sueño de mejor manera.
5. Mantenerse activos
Los niños, como lo sabe cualquier padre, necesitan liberar su energía físicamente, aún cuando ellos mismos no sientan que lo necesitan. A veces se resisten a ir a la plaza, prefieren quedarse viendo YouTube, pero una vez afuera no paran de correr ni jugar.
Para que en su jornada escolar estén menos ansiosos y más enfocados, otorgarles ese espacio de movimiento en las tardes, o incluso entre las clases, es muy relevante. Garcés propone hacer las famosas ‘pausas activas’ mientras se está en la casa. “Estirar brazos, ejercitar la respiración, mover las piernas, hacer circular sangre por todo el cuerpo con ejercicios aeróbicos; eso es vital para oxigenar el cerebro y aprender mejor”.
6. Papel antes que pantalla
Para ahorrar dinero y tiempo —muchos también arguyen aquí el impacto ecológico—, bastantes padres han prescindido de los textos escolares físicos, y consiguen las versiones digitales para sus hijos. Los colegios, para aligerar la carga económica, también han calmado sus exigencias en cuanto a los libros.
Pero esto tiene sus consecuencias, advierte Garcés. “Hay muchos estudios que han comprobado que la lectura en papel es más efectiva, se retiene más y se comprende mejor que en formato digital”. Siempre que se pueda, ella recomienda obtener el material impreso, para que el aprendizaje sea más efectivo y en las clases los estudiantes no estén tan perdidos ni el contenido les resulte tan ajeno.
“El uso de tecnologías digitales no garantiza el aprendizaje”, dice. “La mayoría de los estudios no logra evidenciar un impacto positivo cuando se suman aplicaciones o uso de dispositivos en la sala de clases”.
Por el contrario, generalmente su uso acarrea distractores, pérdida de tiempo en adaptación y bajos resultados académicos. No hay que caer rendidos ante el brillo de lo digital ni desesperarse si las cosas no resultan perfectamente. “Tu cerebro”, concluye Garcés, “está programado para aprender a través del contacto con otros seres humanos, no de una pantalla”.
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