¿Es normal sentirse deprimido en Navidad?
La presión por comprar regalos y las altas expectativas de sentir alegría pueden impactar a quienes no estén pasando por un buen momento. Acá algunas recomendaciones para que la obligación de ser felices no nos pase la cuenta.
Saturado el ambiente de villancicos reversionados por estrellas pop para el retail, para algunas personas la Navidad es incluso más desafiante que escuchar varias veces al día a Chayanne entonando una melodía azucarada, pegajosa y tan difícil de sacar de la cabeza como quitarse un chicle derretido de la suela.
La depresión navideña —o “Christmas blues” en inglés— no está clasificada como diagnóstico, explica Yasna Amaro, psicóloga de Dreamoms, pero es un síndrome caracterizado por un estado de ánimo melancólico que se manifiesta al finalizar el año.
“Es una especie de depresión estacionaria”, dice. “Puede ser temporal, pero regularmente responde a un trastorno del ánimo ya existente, cómo un cuadro depresivo, duelos no resueltos, bipolaridad, etc”.
El año pasado, Susana Romero —psicóloga y máster en psicología clínica— nos explicaba que las fiestas de fin de año son una época de resonancia afectiva, lo que significa que incluso con estímulos pequeños las personas son capaces de sentir más cosas y con mayor intensidad.
Allí María José Lacamara, también psicóloga y autora de los libros Soy suficiente y Más conectados, decía que los ritos hacen que las personas se encuentren con todo tipo de emociones: alegría, gratitud, amor, pero también tristeza, melancolía, angustia o miedo.
“También es duro para quienes están experimentando dificultades económicas o emocionales, que no han tenido un buen año y que, por mucho que quisieran estar contentas, no pueden”, asegura Lacamara.
El fuerte contraste entre la felicidad del ambiente y la pena interior —sumado a la eventual incapacidad de dar regalos por la situación financiera— puede ser para algunas personas tan doloroso y dañino como mirar directamente al sol.
En el libro Psicopolítica, el filósofo surcoreano Byung-Chul Han plantea una idea que en días de resonancia afectiva puede tomar aún más fuerza: “Quien fracasa en la sociedad neoliberal del rendimiento se hace a sí mismo responsable y se avergüenza, en lugar de poner en duda a la sociedad o al sistema. (...) Esta auto agresividad no convierte al explotado en revolucionario, sino en depresivo”, escribe.
El tema es delicado. Según un estudio elaborado el año pasado por Grupo Cetep, el 25 de diciembre es una de las tres fechas con mayores índices de suicidios en Chile. ¿Cómo podemos identificar si una persona cercana está sufriendo y qué podemos hacer para ayudarla? ¿Qué resguardos con nosotros mismos podemos tomar?
Autocuidado en dos letras
Yasna Amaro explica que los síntomas más evidentes de este padecimiento estacionario son sentimientos profundos de tristeza, nostalgia y una sensación de vacío, que se puede manifestar también con alteración del apetito y del sueño, irritabilidad, mal humor, ansiedad, melancolía y aislamiento social.
“Para algunas personas, estas fiestas imponen la idea de pasarlas juntos en familia, pero muchas veces no todas desean estar junto a ciertos familiares. Por otro lado, si se está atravesando un duelo reciente, estas fechas instan a recordar a las personas que ya no están, y esto conlleva a tener más presente la pérdida de un ser querido”, explica Alejandra Rojas, psicóloga del Grupo Cetep.
Jorge Muñoz, psicólogo de Psyalive, explica que hay un efecto llamado “pensamiento intrusivo”, y se refiere a cuando tenemos una idea “atascada” en la mente. “En mi opinión profesional, es eso lo que le sucede a las personas con los problemas: se enfrascan en ellos, y en lugar de tratar de solucionarlos, se sienten imposibilitadas”.
Un muy buen primer paso, dice Amaro, es identificar si algo fuera de lo común nos está pasando. Luego, dice, aceptar que no somos “superhéroes” y que no es necesario forzarse a cumplir con todas las expectativas. Esta recomendación, enfatiza, la entrega principalmente a las madres.
“Por lo general, ellas adoptan un rol fundamental en la organización de las festividades de fin de año. Se espera que sean quienes organicen las cenas, realicen las compras, el menú, asista a los eventos escolares y sociales, escoja la ropa de los hijos y realice la planificación financiera. Si a esto le sumamos que los hijos están de vacaciones y hay que ordenar sus actividades, sin descuidar su trabajo y el cuidado de la casa, es sin duda una fecha compleja”.
Dentro de las sugerencias, la profesional llama a buscar redes de apoyo y delegar responsabilidades. “Y si es necesario, buscar ayuda profesional, en especial si hay señales de estar sufriendo de algún cuadro depresivo encubierto, que se revela en este momento”.
Amaro te invita a ti, que estás leyendo este artículo con tanta atención, a ser una red de apoyo para alguien más. A colaborar con la organización, con los tiempos y las tareas de estos frenéticos días.
Hay una palabra muy corta, dice Rojas, de apenas dos letras, pero que es muy poderosa y clave para el autocuidado. “En momentos o espacios que no queremos habitar, intentar decir ‘no’ es un gran recurso a considerar. Delimitar qué actividades y obligaciones nos hacen sentir cómodos o tolerables en dicha jornada, y del resto tratar de prescindir”.
Regalar oreja
Jorge Muñoz entrega tres claves de autocuidado para ejercitar la mente, el cuerpo y el espíritu. “Para la mente, recomiendo empezar a pedir por favor las cosas y luego agradecerse”. Junto con eso, aconseja crear un entorno de bienestar, como llevar un diario de apuntes y hacer ejercicios de respiración tres veces por día. Esas simples acciones pueden ayudar a desestresar tanto a la persona como al ambiente.
Para el cuerpo, considera fundamental comer tres veces al día y caminar 15 minutos después de cada comida. “Recomiendo activar el espíritu con oración o meditación en la mañanas y la noches; eso renueva la energía vital”, asegura.
Susana Romero ofrece un ejercicio llamado “emoción contra emoción”. “Uno no se puede sentir bien y mal al mismo tiempo. Te puedes sentir más mal que bien, pero si haces cosas que te generan bienestar, lo más probable es que te inclines hacia las emociones positivas”, dice.
Como ejemplo dice que si te estás sintiendo mal, y haces cosas que te hacen sentir más mal, como escuchar música triste o aislarte, te sentirás peor. Pero si llamas a alguien, tomas un helado o paseas con tu mascota, hay una emoción positiva que te tirara para arriba.
Verdaderos regalos con sentido
¿Cuál es el mejor “regalo’ que le puedes hacer a una persona cercana que puede estarlo pasando mal en estas fecha? Lo primero, cree Rojas, es aceptar que no todas las personas quieren celebrar. Y por lo tanto no todas esperan un regalo o ser parte de la fiesta.
“Acercarnos a ayudar a un familiar o un amigo implica no juzgar las decisiones o malestares de esa persona”, dice. “La escucha es el principal elemento que podemos ofrecer. Si la persona quiere estar en un lugar distinto esa fecha, es importante empatizar con su situación y también hacer el gesto de invitarla a otro lugar que le sea cómodo”.
A veces es difícil entender que un ánimo poco festivo no es un comportamiento selectivo, que no se trata simplemente de querer sentirse negativo y ser el grinch de la familia. Amaro recomienda escuchar y estar presente para esa persona, y brindarle apoyo desde la comprensión y la empatía. “Pero principalmente no dejarla sola y observarla. Si estos síntomas permanecen con el tiempo, hay que ayudarla a buscar ayuda profesional”.
Un gran obsequio no tiene que venir envuelto ni ser necesariamente caro. “Definitivamente, el mejor regalo de Navidad es ser compasivos”, opina María José Lacamara. “Aprender a tolerar, contener, abrazar y respetar las emociones del otro: permitirle vivir su proceso”.
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