Irritados, fatigados y menos productivos: los efectos del calor en la salud mental
Con la temperatura también sube el estrés, el mal humor e incluso los crímenes. Eso dicen diversos estudios. Un psiquiatra y un neurólogo explican por qué y cómo evitarlo.
¿Veranista o inviernista? Esa parece ser la pregunta que asoma en cada inicio de las estaciones climáticas más extremas del año. Y la declaración llega casi siempre acompañada de algún epíteto contra quien se ha transformado en una especie de némesis en la vida.
¿Invierno o verano? ¿Frío o calor? Son los principales detonantes de un enfrentamiento virtual que tiene pinta de futuro clásico y que se juega en base a memes, trolleos y otros formatos digitales que sirven para “exhibir” el “poder de ingenio” detrás de cada trinchera.
Llegados a este punto, cabe preguntarse si quienes se declaran de un bando lo hacen por las bondades de la estación afín o más bien por el rechazo que les genera la contraria. Quienes se definen veranistas, suelen aludir no tanto a la época estival sino a lo mal que lo pasan con las bajas temperaturas, obligados a abrigarse más que “hijo único” o a lo cortos que son los días. Esto, según algunos estudios relativos a la salud mental, lleva a que muchas personas se sientan más desanimadas, con tendencia a la depresión y pocas ganas de socializar.
Por otro lado, los inviernistas apelan más a la sensación térmica que provocan las altas temperaturas, comparables a estar dentro de un horno o en el mismo infierno, y no tanto al disfrute de un día lluvioso. Los comentarios de este calibre, probablemente, aumentaron en las últimas semanas, cuando la ola de calor que afectó a la zona central del país llevó a los termómetros por sobre los 35ºC. Y se volverán a hacer presentes durante este fin de semana navideño, en el que se esperan temperaturas por sobre los 30º.
Así como el frío puede llevar a estados anímicos bajos, ¿puede el calor afectar de alguna manera la salud mental?
“Es frecuente que con las olas de calor las personas se sientan mal, con una sensación de agobio y pesadez, que les cuesta respirar y que aumenten los síntomas ansiosos”, dice el psiquiatra Pablo Toro, de la red de salud UC CHRISTUS.
Pese a lo anterior, Toro asegura que las altas temperaturas “no alteran biológicamente al aparato psíquico”. El cuerpo mantiene una homeostasis de la temperatura bastante estable y ésta no suele romperse porque haga más calor o más frío. “Distinto es cuando uno tiene fiebre”, dice el psiquiatra: ahí efectivamente se producen alteraciones a nivel cerebral, que son “secundarias al aumento de la temperatura del cuerpo”.
Por lo tanto, el calor afectaría a la salud mental de una manera “social”. Es decir, “por el agrado o el desagrado” que produce el alza de la temperatura ambiental.
Mayores tasas de crímenes, accidentes y menor productividad
De todas formas, los efectos sociales de los que habla Toro parecen alcanzar niveles extremos. Un estudio estadounidense de 2018 asoció el alza de la temperatura planetaria —que aumentó en 1,2º desde fines del siglo XIX— con el aumento de la criminalidad.
Otra investigación de ese país, desarrollada en Arizona y Phoenix, estableció una relación directa entre el aumento de las temperaturas y el mayor uso de la bocina entre los automovilistas. Según ese trabajo, el calor aumentaría la hostilidad entre las personas. En España, en tanto, un grupo de investigadores logró vincular las olas de calor con un aumento en los femicidios. Incluso señala que, tres días después de registrarse uno de estos fenómenos climáticos, el riesgo de que una mujer sea asesinada por su pareja o expareja se incrementa hasta en un 40%. Y la probabilidad es 29% mayor por cada grado que supere los 34º en el termómetro.
Esa no es toda la evidencia: en el Reino Unido, un análisis de la Universidad de Loughborough y el European Hydration Institute, asegura que un conductor con una hidratación insuficiente —problema común en el verano— puede cometer errores similares a los de uno al que se le detecte un nivel de 0,8 g/l de alcohol en la sangre.
La misma Universidad de Loughborough publicó un estudio, en noviembre pasado, en el que expone que el nivel de productividad laboral baja hasta un 76% cuando el termómetro llega a los 40 grados. Aunque el 15 de diciembre San Felipe llegó a esas cifras —hicieron casi 42º—, en Chile no tenemos esos niveles de forma sostenida. No todavía. Pero según el documento, el calor es un factor común en el estrés que registran más de un billón de trabajadores alrededor del mundo.
Los resultados de todas estas investigaciones parecen radicales. Se puede tomar la vía fácil y mirar para el lado, pero de ellos se desprende algo innegable: el calor se asocia a conductas violentas, a la irritabilidad, la fatiga y al estrés. Y por lo tanto, afecta a nuestras actividades cotidianas.
¿Qué dice la neurología al respecto?
El neurólogo de la Clínica Indisa, Álvaro Romero, sostiene que las altas temperaturas sí pueden alterar las tareas diarias, “especialmente cuando trabajamos en sitios cerrados, porque el calor genera mayor consumo de oxígeno y acelera la deshidratación, lo cual genera alteraciones en la concentración y en las habilidades motoras”. Por lo tanto, lo que se recomienda en este tipo de condiciones es a “tener pausas activas en espacios abiertos”.
La hidratación es clave, como se ha dicho hasta el cansancio. La falta de agua en el cuerpo puede llevar a “muchos eventos neurológicos”, como dolores de cabeza y convulsiones, además de problemas cerebrovasculares. Romero agrega que el malestar que se genera a partir de la deshidratación y el calor también favorece episodios de depresión y de ansiedad.
¿Calor o mal dormir?
Pero no sólo el calor es un factor a considerar en esta serie de contextos que hemos revisado. A éste se suma otro, tanto o más importante en la ecuación: el sueño. “Hay personas que, por el calor, comienzan a dormir mal, entonces el insomnio empieza a generar cambios en la salud mental y eso, ciertamente, puede ser muy relevante”, dice Pablo Toro.
El mal dormir impide que se desarrollen los procesos reparadores que se debieran dar durante el sueño, tanto a nivel físico como mental. Por ejemplo, mientras dormimos nuestra memoria se consolida, desechando la información innecesaria y dando espacio a la más fresca. También es cuando nuestro sistema inmune recupera fuerzas. Esto lleva a que al otro día no solo despertemos soñolientos, sino que también más malhumorados e irritables.
“El calor puede generar cambios en el humor y en el ánimo, en parte por una mayor deshidratación y porque hay menos niveles de oxigenación, pero también porque produce alteraciones del ciclo del sueño, generando mayor procesos de fatigabilidad diurna”, sostiene Álvaro Romero.
Esto significa que habrá más problemas de concentración y menos capacidad productiva, una bola de nieve que provocará una avalancha de mal humor e irritabilidad.
Diversos estudios respaldan estas teorías y también advierten sobre el potencial incremento de casos como de la gravedad de estos. El planeta se está calentando progresivamente, y con él nuestros estados de ánimo.
Según el estudio “El incremento de las temperaturas está erosionando el sueño globalmente”, establece que el mal dormir aumenta, además, los riesgos de sufrir una enfermedad cardiovascular – algo que también se incrementa con la temperatura–, depresión y desarrollar conductas suicidas.
Otros efectos del calor
Álvaro Romero comenta que, llegado el verano, quienes trabajan en neurología se enfocan principalmente en cuatro problemas asociados al calor:
- La deshidratación —un fenómeno habitual en la estación— puede empeorar el estado de quienes padecen enfermedades neurológicas. Por ejemplo, quienes sufren de esclerosis múltiple.
- Es común que se produzcan los denominados strokes o choques por calor, como también eventos cerebrovasculares, todos a raíz de la deshidratación.
- Y, finalmente, el calor podría generar fenómenos epilépticos.
¿Quienes corren mayores riesgos de sufrir alguno de estos eventos? Los pacientes diagnosticados con dichas enfermedades y, también, los adultos mayores.
Algunas recomendaciones
Parece trabajoso superar el verano y, lo es, pero hay que adaptarse, como dicen por ahí. Y una manera fundamental de sobrellevarlo es con una buena hidratación. Recuerda que si sientes sed, es porque ya estás deshidratado.
Álvaro Romero recomienda mantener “un aire acondicionado de nueva generación que pueda regularse a temperaturas ideales —cercanas a los 21°— dentro de las habitaciones o sitios de trabajo”. Pero en la noche, advierte, no se debe usar el dispositivo, “ya que pueden producir fenómenos alérgicos”. En cambio, lo recomendable es “mantener aireadas las zonas de sueño”.
Por su parte, Pablo Toro dice que es importante “tener una salud mental sólida. Mientras mejor esta sea, es menos probable que un factor gatillante te bote”.
¿Cómo hacemos para que nuestra salud mental esté sólida? Según el psiquiatra, manteniendo una buena socialización —compartir con otros puede ayudar a reducir la angustia y el estrés—, también “mantener la parte laboral funcionando bien, al igual que la sexo-afectiva”. Para esto, dice, “mucha gente requiere de actividades físicas, de ocio, de placer, y estar en general satisfechos con la vida”.
La pregunta que queda es ¿por cuánto tiempo más será el verano la época predilecta de los veranistas?
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