Los tratamientos estéticos y para el cuidado de la piel son cada vez más sofisticados, y pueden lograr efectos sorprendentes sin ser demasiado invasivos. Ya sea para tratar patologías, o sencillamente para mejorar la apariencia, esta tecnología ofrece varias opciones que entregan resultados que eran impensados hace sólo años.

En Práctico conversamos con una especialista para conocer más sobre el láser y sus usos en dermatología y estética.

La palabra “láser” es el acrónimo de Light Amplification by Stimulated Emission of Radiation (es decir, Amplificación de Luz por Emisión Estimulada de Radiación), y desde hace décadas que ha sido muy utilizado en dermatología.

“El láser es un equipo que emite una luz que va dirigida a un algo en particular. Por eso son tan buenos: porque van direccionados específicamente a lo que queremos tratar, sin destruir el resto. Es muy selectivo”, así lo explica la dermatóloga de la Clínica Alemana, Francisca Daza (@franciscadazadermatologia). “La principal forma de dividirlos es entre los ablativos y los no ablativos”, señala la doctora Daza.

1. Dos grandes grupos:

La reputada Clínica Mayo, define de la siguiente manera estos dos tipos de láseres:

- Ablativo:

Se trata de un láser que provoca laceración y que elimina la fina capa externa de la piel (epidermis) y calienta la piel subyacente (dermis), lo que estimula el crecimiento de nuevas fibras de colágeno. A medida que la epidermis se cura y vuelve a crecer, la zona tratada se ve más lisa y firme.

- No ablativo:

Este es un láser que no provoca laceraciones y que estimula el crecimiento del colágeno, que con el tiempo ayuda a mejorar el tono y la textura de la piel. Este enfoque puede hacerse con varios tipos de láseres, así como con dispositivos de luz pulsada intensa.

2. Tipos:

Dentro de los láseres no ablativos -es decir, que no destruyen, sino que trabajan sobre un algo específico- se encuentran los vasculares y los de pigmento. Los primeros, como dice su nombre, van a atingir lo vascular. La Dra. Francisca Daza señala: “Hay algunos que atingen principalmente telangectasias, los puntos rojos (angiomas rubí) o las ‘arañitas’ en las piernas. El otro láser vascular es el que trabaja en lo rojo en general, que sirve para algunas lesiones vasculares y para tratar la rosácea”.

Por otra parte, encontramos los láseres que tratan el pigmento. La dermatóloga explica que trabajan “sobre el color café”, es decir, atenúan léntigos solares (o pecas) o melasma, éste último en conjunto con cremas. Los tatuajes también se tratan con este tipo de láser, usando diferentes energías para borrarlos: “El láser rompe el pigmento del tatuaje y al fraccionarlo lo deja en un menor tamaño, para que las células de la piel -los macrófagos- lo destruyan y consuman”, afirma la especialista.

Otro tipo de láseres son los de rejuvenecimiento, que estimulan colágeno, mejoran la calidad de la piel y disminuyen el envejecimiento cutáneo.

Dentro de los no ablativos se encuentra el BBL, conocido como Forever Young: “Es un láser de luz pulsada que combina diferentes longitudes de onda para mejorar la piel en su calidad y disminuir lo rojo, lo café, estimulan colágeno, disminuyen el tamaño de los poros y dejan la piel más luminosa”, describe Francisca Daza.

“Otro láser de rejuvenecimiento, pero ablativo, es el que se conoce como ‘fraccionado’, que puede ser de CO2 o erbio”, señala la profesional. Como dice su nombre, este láser lacera de una manera fraccionada: “Al hacer ‘hoyitos’ en la piel, destruye algunas zonas y otras mantienen su estado, por lo tanto la recuperación es más rápida”.

Estos láseres crean un daño que luego se regenera: “Barren la primera capa de la piel para que luego aparezca piel nueva”, dice Daza. Es útil para tratar las arrugas finas, ya que ayudan a ‘alisar’, y también se utiliza para atenuar las cicatrices de acné.

A pesar de que no es un láser, en cuanto a tipos de tratamientos efectivos y no invasivos también vale la pena destacar el HIFU, o Ultrasonido Focalizado de Alta Intensidad, una tendencia muy popular en la estética actual. “El HIFU no es un láser”, explica Daza. “Es un ultrasonido focalizado. Es calor tan profundo que calienta la fascia, llegando a lo más profundo de los tejidos, y con ese microdaño que genera con el calor, logra un efecto lifting”, ya que aumenta la producción de elastina y colágeno. Además, transforma la grasa sólida en líquida, lo que ayuda a que el organismo la elimine de manera natural.