¿Te suenan los dientes? Cómo identificar y enfrentar el bruxismo
Aunque es involuntario, rechinar las mandíbulas puede ser el síntoma de una serie de complicaciones, como patologías, mucho estrés o trastornos del sueño. Aquí algunos consejos para detectar, diagnosticar y tratar a tiempo.
Entre las zonas pantanosas del sudeste asiático y el norte de Australia habita el reptil de mayor tamaño del mundo: el cocodrilo marino, también conocido como “de agua salada”. Se trata de un superdepredador que, en promedio, mide entre 4 y 6,7 metros de longitud, y pesa hasta 1.500 kilos. No es de extrañar que su mordida sea la más poderosa del reino animal, con un peso que ronda los mil kilos por centímetro cuadrado. Casi no hay ser viviente que pueda escapar a su voracidad: incluso otros grandes depredadores, como tigres y tiburones, pueden ser parte de su merienda.
Muy lejos en el ranking de mordidas se encuentra el ser humano, cuya fuerza estimada es de 77 kg por centímetro cuadrado. Pese a que parece un chiste al lado del poderío del cocodrilo marino, tan menor no es. De hecho, supera la fuerza de un perro labrador, cuya mordida ronda los 68 kilos por centímetro cuadrado.
El verdadero poderío de la mandíbula humana, eso sí, no se despliega en cacerías ni luchas, sino de forma inconsciente. Por ejemplo, en quienes padecen bruxismo, un trastorno que hace presionar los dientes de manera constante, con una fuerza que llega a los 100 kilos.
Pero esto no tiene ninguna gracia: ese apretar, que se manifiesta con un rechinar de dientes, cual serrucho porfiando contra una madera ultrarresistente, puede provocar un desgaste del esmalte dental, dolor mandibular, alteraciones de la articulación que conecta ambas mandibulas (temporomandibular) y dolor de cabeza. No sólo eso: además puede relacionarse con una serie de problemáticas que afectan el descanso nocturno.
De esta manera, si no se le pone atención ni se le trata adecuadamente, la calidad de vida se puede ver afectada drásticamente.
Un problema en aumento
No hay certeza respecto a cuál es la causa del bruxismo, pero se cree que puede tener relación con algún desequilibrio en los neurotransmisores del cerebro. Paula Espinoza, cirujano dentista especializada en trastornos temporomandibulares y dolor orofacial de la red UC Christus, dice que esta condición se ha “vinculado fuertemente con alteraciones de la dopamina, hormona que se relaciona con el denominado sistema de la recompensa”.
Por ello, el estilo de vida se considera un factor de riesgo para el desarrollo del bruxismo. El consumo de alcohol, tabaco, azúcar, drogas psicoactivas, e incluso la alta exposición a las pantallas, pueden incidir en la aparición de este trastorno. Se han vinculado, también, algunas condiciones médicas, como el trastorno por déficit de atención e hiperactividad (TDAH), el Párkinson o la enfermedad por reflujo gastroesofágico, en la que la bilis estomacal irrita el revestimiento del esófago.
A estos factores se añaden otros determinantes, como el estrés y la ansiedad. No sería aventurado decir que la vida moderna está expandiendo el bruxismo en la población mundial. Según el Instituto Europeo del Sueño, el 85% de las personas lo ha padecido en algún momento de su vida. En Chile, se estima que el 30% lo sufre actualmente.
Si bien no hay evidencia concluyente, la prevalencia del bruxismo estaría en aumento. Esto, según Álvaro Vidal, neurólogo de Clínica Somno, se debe justamente a que los factores de riesgo “se han incrementado notoriamente en los chilenos”.
También en otros países: tras la pandemia, la Asociación Dental de Estados Unidos aseguró que los pacientes que acudían a las consultas odontológicas por el rechinar de sus dientes aumentó en un 69%.
El bruxismo no discrimina
Este trastorno puede desarrollarse a cualquier edad: es tan común que lo padezcan niñas, niños y adolescentes como adultos. Según Paula Espinoza, eso sí, “los estudios han identificado que a medida que envejecemos la prevalencia va disminuyendo”. Entonces, ¿quiénes están en mayor riesgo de desarrollarlo?
Espinoza explica que, en el caso de los niñas y niños, el bruxismo se asocia a algo llamado “estrés tóxico”. Cuando nos estresamos, tenemos una respuesta fisiológica, ya que nuestro organismo libera químicos que afectan al sistema inmunológico, endocrino y neurológico. Pero no siempre es la misma; de hecho, los especialistas hablan de tres posibles contrarrespuestas: la positiva, la tolerable o la tóxica. Esta última es aquella en la que no hay un adulto que ayude o apoye al niño o niña en la superación del estrés, por lo que su estado —y la liberación de químicos desde el organismo— se vuelve prolongado.
El estrés tóxico se puede gatillar por diversas situaciones, como el abuso físico o emocional, la exposición a la violencia o la precariedad, a mala alimentación —alta en azúcares, por ejemplo—, malos hábitos del sueño, condiciones de salud crónicas —como el asma o alergias—, entre muchas otras.
Álvaro Vidal agrega que otros factores que podrían estar asociados al bruxismo en niñas y niños es el propio crecimiento, que lleva a su sistema dental y óseo entrar en una tensión que se podría entender como natural. Todo esto lleva a que el bruxismo sea “mucho más frecuente en menores, con una prevalencia del 14 al 20%”.
De día y de noche
Existen dos tipos de bruxismo, cuya diferencia radica en el momento en que se desencadena. Y aunque ambos consisten en el movimiento involuntario que hace rechinar los dientes, el hecho de que uno se produzca mientras estamos despiertos y el otro cuando dormimos lleva a los especialistas a comprenderlos y tratarlos de manera distinta.
El “bruxismo diurno” o “de vigilia” es aquel que se produce de día o bien cuando la persona está despierta. Paulina Rozas, especialista en trastornos temporomandibulares y dolor orofacial del Centro Nacional de Bruxismo, señala que éste se considera un “mal hábito”, es decir un patrón de comportamiento negativo, que se suele relacionar con el estrés. Momentos o contextos de tensión pueden gatillar el accionar rechinador de la mandíbula.
En estos casos, la clave estaría en concientizar el hábito y, a partir de entonces, trabajar para eliminarlo.
El bruxismo nocturno, quizá el más reconocido, también se da de manera inconsciente, pero mientras se duerme. El problema es que no ayuda mucho al descanso y, de hecho, suele estar asociado a trastornos del sueño, especialmente a la apnea, que es cuando la respiración se detiene abruptamente en medio del dormir.
Álvaro Vidal dice que la prevalencia del bruxismo nocturno fluctúa entre el 14 y el 20% de las niñas, niños y adolescentes, mientras que en adultos varía entre el 8 y el 12%. En mayores de 50 años, la tasa estimada decae entre el 3 y el 5%.
El neurólogo de Clínica Somno —dedicada al diagnóstico y tratamiento de trastornos de sueño— explica que este tipo de bruxismo “puede reducir la calidad y duración de algunas etapas del sueño esenciales para el descanso profundo, y puede generar un despertar matinal con dolor en la cara y en la cavidad oral”.
La pregunta del millón es la del huevo y la gallina: ¿es el bruxismo el que genera trastornos del sueño o son estos los que llevan a rechinar los dientes?
Se cree que el bruxismo “funcionaría como un sistema de protección del aparato dental óseo frente a los trastornos del sueño”, responde Vidal. Esto, sin embargo, es un tema que aún es objeto de discusión.
Hábitos riesgosos
El tabaco, el alcohol e incluso la comida excesiva durante la noche pueden ser factores de riesgo del bruxismo nocturno, o de potenciarlo en el caso de quienes ya lo padecen. ¿De qué manera se vincula el consumo con el desarrollo del trastorno?
“En el caso del alcohol, facilita la deshidratación; el tabaco fragmenta el sueño y potencia el insomnio, porque la nicotina es un estimulante; la comida nocturna abundante activa el sistema digestivo y puede incluso dificultar el descenso adecuado de la presión sanguínea”, detalla Vidal.
Todo esto puede “generar un descanso más superficial”, es decir, menos profundo de lo que requiere el organismo para realizar las funciones reparadoras y cognitivas correspondientes. De ahí hay solo un paso para la irritabilidad, la ansiedad y otros problemas que pueden detonar o empeorar el bruxismo, como también provocar un desorden en los neurotransmisores que propicie y prolongue el trastorno.
En resumen, este tipo de hábitos pueden convertirse en una gran bola de nieve con el riesgo de enfrentarse a serias consecuencias. “El principal riesgo es que las patologías que pueden estar subyacentes al diagnóstico de bruxismo no sean tratadas a tiempo”, advierte Paula Espinoza.
Por ejemplo, si una persona tiene bruxismo y no se preocupa de buscar un diagnóstico, podría no enterarse de que, en el fondo, sufre de apnea del sueño, lo que también quedaría sin tratar, aumentando el riesgo de desarrollar una presión arterial alta, enfermedad cardíaca o un accidente cerebrovascular.
Identificar y tratar
Algunos indicios que pueden levantar la sospecha de bruxismo son:
- Rechinar o apretar los dientes. “Si tu pareja, la persona con quien duermes o quienes vivan contigo te escuchan rechinar los dientes durante la noche con frecuencia —varias veces a la semana por más de tres meses—, entonces puedes sospechar de bruxismo de sueño”, dice Espinoza.
- Si tus dientes están aplanados, fracturados, partidos o flojos.
- Esmalte dental desgastado: si se vean las capas más profundas de los dientes, puede ser señal de bruxismo.
- Dolor o sensibilidad dental.
- Músculos de la mandíbula cansados o rígidos: como también si sientes la mandíbula trabada, lo que dificulta abrir abrir o cerrar la boca por completo.
- La articulación de la mandíbula genera ruidos cuando despiertas.
- Dolor o inflamación de mandíbula, cuello o rostro.
- Te duele el oído; sin embargo, no tienes problema alguno en éste.
- Sufres cefaleas (dolor de cabeza) con frecuencia, y estas parecen comenzar en las sienes.
- Tienes heridas por la cara interna de las mejillas.
- No logras conciliar un sueño reparador, por lo que despiertas cansado, irritable y ansioso.
Todas estas son razones suficientes para consultar a un o una especialista. Dependiendo del diagnóstico, se puede determinar el tipo de tratamiento que se requiere. En el caso de ser un bruxismo diurno, dice Paula Espinoza, “tenemos que partir haciéndonos conscientes del mal hábito de tensar o apretar los dientes; luego, reaprender cuál es la posición de reposo o relajo para la mandíbula”.
Un consejo que suelen dar los especialistas: cada vez que alguien se percate que tiene muy presionados los dientes, aligere la mandíbula y entreabra lo suficiente como para que estos se separen.
Para Álvaro Vidal es necesario, también, aprender a manejar el estrés y la ansiedad. Realizar actividades físicas al aire libre, tener hobbies, como leer o escuchar música que relaje —sobre todo de noche, antes de dormir—, meditar o hacer yoga, entre otras alternativas, pueden ayudar a descontracturar y sacar el malestar de la cabeza.
Esto también podría ser de ayuda frente al bruxismo nocturno, para el que además será necesario diagnosticar la relación con potenciales trastornos del sueño. Entre los tratamientos, es muy común el uso de planos de relajación, unos dispositivos que se colocan en el tren dental superior y en el inferior, lo que evita que los dientes queden presionados y rechinen.
Además existen diversas modalidades de tratamiento, como las terapias con toxina botulínica, la masoterapia, las inyecciones de ácido hialurónico y/o corticoides, entre otras.
Limitar el consumo de alcohol, cafeína y de azúcar, como también la exposición a las pantallas —especialmente en la noche—, son algunas prácticas recomendadas. Paula Espinoza sugiere, para quienes sufren de bruxismo diurno, el uso de la aplicación Bruxapp. Esta podría ayudar tanto a educarse en la materia como a realizar algunos ejercicios tendientes a la disminución del trastorno o comportamiento.
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