Vino naranjo: siete variedades para conocer esta tendencia

Aunque en diversas partes del mundo, incluido Chile, existe como tal recién desde fines del siglo XX, lo cierto es que el vino naranjo está de alguna manera inspirado en las bebidas que se hacían en ánforas de barro en el Cáucaso, actual Georgia, desde antes de la época cristiana.

Pero yendo a una definición más simple, podemos decir que el vino naranjo se realiza con distintas cepas blancas y toma ese color porque durante parte de su elaboración se deja fermentar a las uvas en contacto con su piel.

Este proceso le da características especiales que van más allá del mero color anaranjado, y que muchas veces escapan a las propiedades de sus cepas originarias. Los vinos naranjos suelen ser balanceados, con algo de notas cítricas y frutales en su aroma, pero en boca sorprenden con mineralidad, algunas veces algo de muy tenue dulzor y al mismo tiempo una untuosidad que gusta y acompaña muy bien diversas comidas grasas, como pescados, embutidos y más.

Es un estilo de vino curioso, aún novedoso, pero que por eso mismo vale la pena conocer. Afortunadamente, hoy tenemos en Chile algunos muy buenos exponentes de esta variedad.

Este naranjo se elabora con uvas de la cepa torontel provenientes del valle del Maule, las que quedan en contacto con sus pieles en huevos de concreto durante nueve meses. El resultado es un vino fresco y suave, con algunas notas cítricas, ideal para picotear un arrollado huaso.

La viña Ayllu tiene como particularidad que está situada en pleno desierto de Atacama: específicamente en Toconao, cerca de San Pedro. Justamente en este árido lugar es donde se dan las uvas de moscatel de Alejandría y moscatel rosada, las que para producir este vino naranjo se mezclan en una proporción 90% y 10%, respectivamente. De rica acidez y con notas cítricas, pero también con toques salinos, es ideal para unos erizos frescos.

De la muy interesante línea Disidente de la Viña Terranoble, este naranjo se produce con cepas pinot blanc y pinot gris, en un 87% y 13%, respectivamente. Ambas son originarias del sector de Las Dichas, en el valle de Casablanca. ¿El resultado? Un vino con muy buena acidez, aromas cítricos levemente marcados y algunos toques minerales que ayudan a limpiar el paladar. Anda muy bien con un pulpo al oliva.

Hecho con cepas moscatel y semillón del valle del Itata, este naranjo de la viña Luis Felipe Edwards es un vino fresco y con baja acidez. En boca se siente algo untuoso y con un leve dulzor, aunque más bien cítrico. Para acompañar una trucha a la mantequilla y perejil queda perfecto.

Producido con uvas de la variedad viognier procedentes de un viñedo de Peralillo, en el valle de Colchagua, este naranjo de Siegel destaca por su aroma levemente dulzón, que en boca contrasta con una acidez que lo hace muy potente. Con una provoleta a la parrilla antes del asado seguro que no se amilana.

Aquí estamos ante un vino naranjo muy particular: se elabora con una mezcla de cepas, como semillón, pinot blanc, pinot gris, moscatel, chasselas y otras no identificadas, como tampoco se saben los porcentajes de cada cual. Todas, eso sí, crecieron en el valle del Itata, y durante un mes pasaron por una fermentación en contacto con sus pieles, dentro de tinajas de acero inoxidable. Luego, tuvieron una guarda de nueve meses, también en acero inoxidable. Con aromas cítricos y levemente frutal en boca, anda muy bien con pescados a la parrilla. Apúrense, que quedan pocas botellas.

Con 50% de sauvignon blanc, 25% de roussanne y 25% de viogner del valle de Casablanca, este vino naranjo pasa unos cuarenta días en contacto con sus pieles antes de ser embotellado. Con aromas florales y frutales, en boca se siente con mucha fuerza, gracias a su rica acidez y leve dulzor. Es elegante. Con él me la jugaría para comer gyosas de chancho agridulces.

*Los precios de los productos en este artículo están actualizados al 21 de febrero de 2023. Los valores y su disponibilidad pueden cambiar.