El intento de Rusia hacia una economía autosuficiente fracasa ante las sanciones occidentales

A Uniqlo store in Moscow this month. Sanctions have hit consumers who are used to getting imported products
Tienda Uniqlo en Moscú, este mes. Las sanciones han afectado a los consumidores, acostumbrados a recibir productos importados. FOTO: MAXIM SHEMETOV/REUTERS

La construcción del plan "Rusia fortaleza" debía proteger al país de las sanciones, pero sigue siendo muy dependiente de las importaciones. Partes de la industria automovilística rusa están cerrando por falta de piezas extranjeras. El avión insignia de pasajeros del país obtiene su motor y otras piezas clave de proveedores extranjeros. Los alimentos para mascotas y los medicamentos extranjeros han desaparecido de los estantes de las tiendas.


Rusia ha pasado años tratando de desprenderse de los productos importados para fortalecer su economía frente a las sanciones occidentales.

Ahora, el impacto de las sanciones impuestas tras su invasión a Ucrania ha dejado claro que los esfuerzos de Moscú no funcionaron. La continua dependencia de Rusia de las importaciones muestra que se enfrenta a un duro reajuste económico.

Partes de la industria automovilística rusa están cerrando por falta de piezas extranjeras. El avión insignia de pasajeros del país obtiene su motor y otras piezas clave de proveedores extranjeros. Los alimentos para mascotas y los medicamentos extranjeros han desaparecido de los estantes de las tiendas.

“La sustitución de importaciones no ha logrado su objetivo de hacer a Rusia menos vulnerable a sanciones como estas”, afirmó Janis Kluge, especialista en economía rusa del Instituto Alemán de Asuntos Internacionales y de Seguridad. “Las ambiciones rusas eran poco realistas para empezar, porque una economía pequeña como la rusa no es capaz de producir por sí misma bienes complejos y de alta tecnología. Simplemente no es posible. La sustitución de los productos extranjeros podría llevar años”, añadió.

La sustitución de importaciones consiste en reemplazar los productos extranjeros por otros de fabricación propia. Aunque la mayoría de los economistas cree que construir todo en el país es costoso e ineficiente, el Kremlin adoptó la estrategia para combatir las sanciones que siguieron a su toma de Crimea en 2014. Formaba parte de un plan plurianual para proteger la economía, apodado por los observadores como la “Rusia fortaleza”.

Pero la dependencia de Rusia de las importaciones en realidad empeoró con los años. En 2021, alrededor del 81% de los fabricantes dijo que no podía encontrar versiones rusas de los productos importados que necesitaban. Más de la mitad estaba insatisfecho con la calidad de la producción nacional. Ambas cifras fueron las más altas registradas desde que la encuesta del Instituto Gaidar de Política Económica de Rusia comenzó en 2015.

En 2020, las importaciones representaron el 75% de las ventas de bienes de consumo no alimentarios en el mercado minorista ruso, según un estudio de la Escuela Superior de Economía de Moscú. En algunos sectores, la proporción era incluso mayor, llegando al 86% en el caso de los equipos de telecomunicaciones, de acuerdo al análisis. Las importaciones equivalían a una quinta parte del PIB en 2020, frente al 16% de China y más que otras grandes economías como India y Brasil.

En el caso de los fabricantes de automóviles rusos, se han visto especialmente afectados por la falta de componentes importados, como los chips informáticos. El miércoles, el líder de la región rusa de Tatarstán advirtió, en declaraciones televisadas, que el fabricante de camiones Kamaz se enfrentaba a una caída de la producción de hasta un 40% y que unos 15.000 de sus empleados podrían quedarse sin trabajo hasta que se resolvieran los problemas de la cadena de suministro de la empresa.

Un portavoz de Kamaz describió los comentarios del dirigente como el peor de los casos y dijo que la empresa estaba desplazando una mayor parte de su producción a líneas de camiones fabricados con piezas rusas.

Los productos tecnológicos se encuentran entre los bienes más críticos cortados por las sanciones, incluyendo semiconductores, computadores, láseres y sensores. El rublo, por su parte, se ha desplomado, lo que ha elevado el precio de los bienes que Rusia todavía podría importar.

Harvesting wheat in southwestern Russia. As the sanctions bite, Russian leaders have been promoting self-sufficiency.
Cosecha de trigo en el suroeste de Rusia. A medida que las sanciones se hacen notar, los líderes rusos han impulsado la autosuficiencia. PHOTO: EDUARD KORNIYENKO/REUTERS

Otro ámbito de alto riesgo para Rusia es su industria energética. El país depende de la tecnología occidental para sus antiguos yacimientos de petróleo y gas. Las sanciones anteriores obligaron a las empresas energéticas rusas a retrasar o cancelar proyectos, mientras que la tecnología nacional ha resultado ser, a menudo, inadecuada, según los analistas.

Hasta el mes pasado Rusia estaba muy integrada en la economía mundial. Desenredarse de las cadenas de suministro internacionales será un proceso lento y difícil.

Sin embargo, el presidente ruso, Vladimir Putin, ha reconocido las dificultades que se avecinan.

“Nuestra economía necesitará profundos cambios estructurales en estas nuevas realidades, y no lo ocultaré: no serán fáciles”, declaró Putin el miércoles.

Los funcionarios rusos afirman que las empresas nacionales se beneficiarán de la situación. “Antes no era rentable producir ciertos bienes dentro del país, mientras que ahora esto se vuelve más interesante para las empresas”, señaló el viernes la gobernadora del Banco Central, Elvira Nabiullina. No obstante, reconoció que esto tendrá un coste, como el aumento de la inflación.

Algunos productos importados están profundamente integrados en las operaciones de las empresas. Hasta el 90% de los bancos y compañías rusas utilizan programas informáticos occidentales, estima María Shagina, investigadora visitante del Instituto Finlandés de Asuntos Internacionales.

“Ha sido posible sustituir artículos de baja tecnología, como tuberías, cosas que no requieren muchos conocimientos técnicos ni inversiones en I+D”, sostuvo Shagina. “Pero todo lo que es de alta tecnología sigue dependiendo en gran medida de la tecnología occidental, del software occidental y de los conocimientos técnicos occidentales”, agregó.

Incluso los proyectos de prestigio que el Kremlin ha promocionado como ejemplos del resurgimiento de la industria rusa han demostrado ser obstinadamente dependientes de las importaciones.

El Sukhoi Superjet 100, presentado en 2007, fue un intento de reactivar el decaído sector de la construcción de aviones civiles del país. Sin embargo, las autoridades rusas han declarado que alrededor de la mitad del coste de las piezas utilizadas para construir el Superjet procede de piezas importadas. La empresa aeroespacial francesa Safran SA -que fabrica los motores, el tren de aterrizaje y las cubiertas de los motores del avión- declaró que iba a detener todas sus actividades en Rusia debido a las sanciones occidentales.

Una versión prevista del avión, fabricada casi en su totalidad con piezas nacionales, no entrará en producción en serie hasta 2024, según las autoridades.

Las sanciones también han afectado a los consumidores, acostumbrados a obtener productos importados. Svetlana Ryabova, una residente de Moscú de 36 años que ayuda a dirigir un programa de rescate de gatos callejeros, dijo que la comida y las medicinas extranjeras para mascotas se han vuelto más difíciles de encontrar. Algunas marcas como Monge han desaparecido de las tiendas, y vacunas como Nobivac y Purevax -ambas fabricadas por empresas farmacéuticas extranjeras- escasean, declaró.

Ryabova espera que los fabricantes nacionales compensen el déficit. “Los tenemos, por supuesto, pero la gente está en pánico y comprando todo”, agregó.

Rusia puso en marcha la campaña de sustitución de importaciones prohibiendo muchas importaciones de alimentos occidentales. Los quesos franceses, el jamón español y otras delicias apreciadas por la élite urbana más rica del país desaparecieron de las estanterías de las tiendas. La campaña de sustitución de importaciones se extendió después a otros sectores, como la medicina y la tecnología.

Entre 2015 y 2020, las autoridades destinaron más de 2,9 billones de rublos, o 27.000 millones de dólares, al programa de sustitución de importaciones, lo que equivale al 1,4% de los gastos presupuestarios del periodo.

Sin embargo, la política no impulsó la economía rusa, que sufría un doble golpe por las sanciones y los bajos precios del petróleo. El crecimiento de su PIB ha sido más lento que la media mundial desde 2014 y los rusos son más pobres que antes de la anexión de Crimea; a finales de 2020, los ingresos reales habían caído un 9,3% desde su nivel de 2013.

Si bien Rusia registró algunos éxitos, como el desarrollo de las industrias de carnes y lácteos, la prohibición de los alimentos hizo subir los precios, lo que costó a los consumidores 445.000 millones de rublos, o 4.100 millones de dólares al año, según un estudio de 2019 publicado en el Russian Journal of the New Economic Association.

Ahora, un gran comodín es China. Pekín, que ya es un importante socio comercial de Rusia, podría sustituir a Estados Unidos y Europa como proveedor de muchos productos. Sin embargo, eso podría poner en peligro sus ya tensas relaciones comerciales con Occidente. China tampoco produce algunos de los chips y otros productos tecnológicos que Rusia necesita.

Ante las sanciones, los dirigentes rusos han hecho todo lo posible por promover la autosuficiencia, e incluso han alabado la economía soviética.

“La URSS vivió realmente bajo las sanciones, se desarrolló y alcanzó un éxito tremendo”, declaró Putin a principios de este mes.

Otros no están de acuerdo. “La economía rusa será ahora mucho más primitiva”, concluyó Kluge.

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