India se sacude los obstáculos y emerge como potencia económica mundial

Commuters crowd on a platform as they wait to board suburban trains, in Mumbai
Se espera que la India desplace oficialmente a China como país más poblado del mundo. Foto: Niharika Kulkarni/Reuters

Las nuevas infraestructuras, las reformas normativas y la digitalización potencian su fortaleza. Según el Fondo Monetario Internacional, la expansión económica promedio anual de la India será del 6,5% este año y el próximo, la más rápida entre las 30 principales economías, reanudando una tendencia de dos décadas de crecimiento sólido. El año pasado, India desplazó al Reino Unido como quinta economía mundial en dólares corrientes y podría empatar con Alemania en el cuarto puesto en 2025.


NUEVA DELHI- Durante lo que parece una eternidad, India fue una historia de potencial no realizado: abundante mano de obra y energía empresarial arrastradas por unas infraestructuras pésimas, un Estado entrometido, una regulación asfixiante y una profunda ambivalencia respecto al compromiso con el resto del mundo.

Puede que haya llegado el momento de jubilar esa historia. De hecho, 2023 podría ser el año en que India se convierta por fin en un peso pesado de la economía mundial. Para ello, hay que dar las gracias al efecto acumulativo de un sólido crecimiento económico, la reforma microeconómica y un entorno geopolítico cambiante que tiene a Occidente más ansioso que nunca por atraer a India a su órbita. Esta misma semana, nueve senadores demócratas de EE.UU. y la secretaria del Tesoro estadounidense, Janet Yellen, viajaron a la India, esta última para asistir a una cumbre del Grupo de las 20 economías más relevantes, de la que la India es anfitriona este año. La secretaria de Comercio, Gina Raimondo, y el secretario de Estado, Antony Blinken, le siguen de cerca.

Los argumentos a favor de la India siempre empiezan por la demografía. Se espera que este año supere oficialmente a China como el país más poblado del mundo, y es mucho más joven que China y que la mayor parte de Occidente.

En el caso de la India, el peso económico de la población se ha visto reducido por su pobreza, pero cada vez es menos pobre. Según el Fondo Monetario Internacional, el crecimiento económico promedio anual de la India será del 6,5% este año y el próximo, el más rápido entre las 30 principales economías, reanudando una tendencia de dos décadas de crecimiento sólido. El año pasado, India desplazó al Reino Unido como quinta economía mundial en dólares corrientes y podría empatar con Alemania en el cuarto puesto en 2025.

Así pues, el panorama macroeconómico es impresionante. Sin embargo, para sostenerlo se necesitan reformas microeconómicas que refuercen la oferta de la economía. “Este es el momento en que las infraestructuras empiezan a ser un obstáculo”, declaró en una entrevista Ashwini Vaishnaw, ministro indio de Ferrocarriles, Comunicaciones, Electrónica y Tecnologías de la Información. “Si se resuelven los problemas de infraestructura en este momento, el país podrá crecer a este ritmo durante muchos años más”, sostuvo.

Aquí es donde India ha hecho algunos avances de gran relevancia. En los últimos años se han construido o se están construyendo numerosas autopistas nuevas. De 2014 a 2019, los kilómetros de autopistas nacionales se expandieron un 45%. Desde que el primer ministro Narendra Modi asumió el cargo en 2014, el número de aeropuertos se ha duplicado y el total de carreteras rurales ha aumentado un 85%. La capacidad de las centrales eléctricas ha aumentado un 66% y los apagones son mucho menos frecuentes.

Pude echar un vistazo a esta transformación desde la cabina de una locomotora en una línea ferroviaria al norte de Ahmedabad, el principal centro comercial del estado de Gujarat. La cuota del ferrocarril en el transporte de mercancías indio se ha ido reduciendo porque la capacidad de las vías es limitada y debe compartirse con los trenes de pasajeros. Los trenes de mercancías circulan a un promedio de 25 a 30 kilómetros por hora sin horario fijo. Pero la locomotora en la que viajé tiraba de 45 vagones a 80 kilómetros por hora en un “corredor exclusivo para mercancías” sin otro tráfico a la vista. Una vez terminado, este ferrocarril electrificado de gran capacidad transportará contenedores apilados en trenes de hasta 1,5 kilómetros de longitud desde el norte de Nueva Delhi hasta Bombay, en la mitad de tiempo que las líneas regulares, al tiempo que conectará con los puertos de contenedores. Un corredor oriental independiente se extenderá hasta Calcuta.

Las infraestructuras, tanto físicas como digitales, también han mejorado la vida de los indios de a pie. Según el gobierno, en los últimos tres años se ha triplicado el número de hogares con agua potable, hasta alcanzar los US$ 108 millones. Un colega mío nacido en la India regresó a su aldea ancestral en Bihar, el estado más pobre de la India, en 2021 por primera vez en ocho o nueve años, y se quedó atónito al ver cuántos hogares tenían ahora agua potable, electricidad y electrodomésticos como televisores en color y lavadoras, así como las carreteras asfaltadas y los pequeños restaurantes que aceptaban pagos digitales.

Ahora bien, no todo se debe a Modi. Algunas de las obras, como los corredores de transporte de mercancías, se iniciaron con gobiernos anteriores. La vibrante escena de las empresas emergentes de la India, que ahora incluye más de 100 unicornios -nuevas empresas valoradas en más de US$ 1.000 millones-, también arraigó antes que él.

Pero Modi ha dado prioridad a la mejora del entorno empresarial indio, notoriamente gravoso e ineficiente, con una nueva ley de quiebras para acelerar la resolución de empresas insolventes y un impuesto sobre bienes y servicios que ha aumentado el número de contribuyentes y simplificado la recaudación. Y la “pila India”, como llama el gobierno a la digitalización de los servicios públicos, ha permitido realizar innumerables tareas en línea, como los recursos fiscales y las citas para las vacunas del Covid. Se han despenalizado, o se están despenalizando, miles de pequeños incumplimientos técnicos y de procedimiento, una vieja reivindicación de las empresas. Un ámbito en el que la India ha retrocedido es el del comercio: los aranceles han aumentado como parte del plan “Make in India” de Modi. Pero la India ha perseguido acuerdos de libre comercio: los pactos con los Emiratos Árabes Unidos y Australia ya están en vigor, y las conversaciones con el Reino Unido están muy avanzadas.

Dadas todas esas mejoras estructurales, es sorprendente que el crecimiento no sea aún mayor. Anantha Nageswaran, principal asesor económico de Modi, afirma que mientras el crecimiento de otros países se vio favorecido por un mayor apalancamiento en la pasada década, India tuvo que hacer frente a las deudas incobrables de sus bancos. Ese proceso de desapalancamiento, seguido de la pandemia y la crisis de los precios de las materias primas, “retrasó el pleno impacto de las reformas estructurales”, dijo Nageswaran. Una vez que se recupere la estabilidad geopolítica y económica, “podrán verse los efectos retardados de estas reformas”, agregó.

Pero la falta de una respuesta más contundente a las reformas también podría indicar cuánto trabajo le queda por hacer a la India. La pandemia retrasó la educación de los niños, muchos jóvenes indios no encuentran trabajo y la inflación y el déficit presupuestario siguen siendo elevados. Sigue siendo un lugar difícil para hacer negocios; las infraestructuras siguen tardando demasiado en construirse, retrasadas por factores como la adquisición de terrenos. La controversia que envuelve al Grupo Adani, acusado de fraude por un inversor estadounidense, que la empresa niega, pone de relieve hasta qué punto gran parte de los negocios indios están controlados por conglomerados familiares próximos a los políticos gobernantes.

Luego está el propio Modi. Su capacidad para promulgar varias reformas importantes refleja la estabilidad política que proporciona el control de las mayorías en el Parlamento, a diferencia de las coaliciones que prevalecieron en décadas anteriores. Pero a sus críticos les preocupa que esas mismas mayorías hayan revelado las tendencias autocráticas de Modi y su partido nacionalista hindú Bharatiya Janata. Dicen que su gobierno utiliza acusaciones de mala conducta financiera para atacar a los críticos, incluidas organizaciones sin fines de lucro, periodistas y políticos. La semana pasada, el fisco allanó las oficinas de la BBC en India tras la emisión de un documental crítico con el trato a los musulmanes durante su mandato como primer ministro y como ministro principal de Gujarat.

Los empresarios que aplauden las políticas de Modi temen represalias similares si se muestran críticos. “Cuando se implanta un ecosistema coercitivo e impulsado por el miedo en el que todo el mundo es objeto de redadas por parte de las fuerzas del orden del gobierno, la gente no suele querer trabajar e invertir en ese entorno”, declaró Manish Tewari, miembro del partido de la oposición Congreso Nacional Indio.

Blinken ha expresado en el pasado su preocupación por el historial de derechos humanos de la India bajo el mandato de Modi. Sin embargo, el gobierno de Biden ha llegado claramente a la conclusión de que, aunque la India sea una democracia imperfecta, esos defectos no disminuyen el atractivo de contar con una potencia económica tan grande e influyente a su lado en un momento en el que la contienda geopolítica con dos verdaderas autocracias, China y Rusia, se recrudece.

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