La columna de Claudio Pizarro: “Miedo vs coraje”
"Después de cuatro años, con un país exigido al máximo, enfrentando escenarios inéditos, llegó el momento de asumir el futuro con menos miedo y más coraje, y eso se llama inversión".
Emociona la despedida de una nieta en el funeral de su abuelo. Él le decía: “cuidado con el miedo que paraliza y atención al coraje que moviliza”, destacando que había que equilibrar ambas fuerzas, las que siempre están en tensión para lograr resultados. La primera permite calibrar los riesgos, mientras que la segunda estimula la innovación y la acción, porque lo más peligroso es congelarse y quedar rezagado e incluso volverse irrelevante.
Después de cuatro años, con un país exigido al máximo, enfrentando escenarios inéditos, llegó el momento de asumir el futuro con menos miedo y más coraje, y eso se llama inversión. De lo contrario, cómo salimos de un ciclo de 15 años de baja productividad, de pérdida de competitividad de nuestras principales exportaciones y de un Estado que no está a la altura de las expectativas de ciudadanos cada vez más digitales y exigentes.
En este período, decenas de miles de millones han salido del país, no obstante la inversión extranjera tiene registros altos en los últimos dos años, y se prevén inversiones por US$ 40 mil millones para los próximos cuatro (CBC, 2024), muy concentradas en minería. Cada uno debe hacer una autocrítica para asumir la responsabilidad sobre las variables que explican el estado de las cosas en nuestro país, y lo que tenemos que realizar para sacarlo adelante. Preocupa el crecimiento esperado para los próximos dos años (menos de 3%) y un sistema político fracturado que afecta el ambiente de negocios.
Las empresas están haciendo la tarea, no exento de dificultades. La mayoría enfrenta enormes desafíos para incorporar tecnologías digitales que mejoran la productividad, potenciando las capacidades de sus trabajadores, lo que no solo se logra con automatización que reemplaza procesos manuales. No se trata de reemplazar a las personas, sino de que ellas sepan usar las nuevas tecnologías, y hacerlo muy bien. Se requiere la creación de nuevos oficios o profesiones para compensar los efectos de la automatización, la que no se detiene. Al mismo tiempo, crear nuevos oficios y profesiones es una oportunidad gigante para las empresas, por lo que los directores, gerentes generales e inversionistas deben poner foco en (i) capacitación de sus trabajadores, (ii) colaboración con centros de formación superior de nivel técnico, y (iii) convencer a la clase política que apoye la creación de nuevos trabajos. Acemoglu y Johnson ilustran este punto, recopilando lo ocurrido con las primeras revoluciones industriales, entre la segunda mitad del s. XVIII y finales del s. XIX (Power & Progress, 2023).
En el pasado reciente, Chile lo ha hecho muy bien, y debemos sentirnos orgullosos de lo logrado, pero ahora se requiere un nuevo impulso, que exige acuerdos amplios, públicos y privados. Tenemos las capacidades, no por nada pasamos entre 1990 y 2022, de representar 12 y 10 veces el PIB de Brasil y México respectivamente, a 6 y 5 veces (Lima, 2024). O sea, lo hicimos muy bien comparado con vecinos relevantes.
Transcurrido casi 25 años del siglo XXI, no podemos mirar ni entender la realidad que enfrentamos con ojos del siglo XX. La inversión que debemos realizar es básicamente potenciando a las personas para mejorar su productividad y competir en mercados globales, sin repetir el error de que muchos se queden atrás. Nuestro problema no se resuelve con una herramienta o aplicación aislada de inteligencia artificial, sino que potenciando su uso, para lo cual los trabajadores son clave.
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