La columna de Gonzalo Larraguibel: “Educación: acción y liderazgo desde la empresa y la sociedad civil”
Estas semanas han sido, una vez más, devastadoras en términos de resultados para el sistema de educación chileno, con una baja en la Prueba de Acceso a la Educación Superior (PAES) que, lamentablemente, confirma los deficientes resultados en mediciones internacionales como PISA. Esto se alinea con la evidencia práctica de empresas e instituciones de educación superior que, cada año, nivelan a una fracción creciente de estudiantes, particularmente que provienen de la educación media pública y particular subvencionada, ya sea del ámbito científico humanista o técnico-profesional (TP). Por ejemplo, mi alma máter, el Instituto Nacional, ha experimentado un descenso radical en sus resultados, pasando del puesto nueve en 2005 al 303 en PAES 2025. Hoy el Instituto, ícono de educación pública de excelencia y laica, no cumple con su promesa de valor a sus estudiantes, mermando sus oportunidades de desarrollo futuro.
Una de las promesas incumplidas del actual gobierno es el fortalecimiento de la educación pública y, aunque su deterioro se arrastra desde administraciones anteriores, sus implicancias para el futuro de Chile son enormes. En un contexto de cambio tecnológico veloz, con una economía digital creciente y global que afectará a todos los mercados del trabajo, como señala el Informe sobre el Futuro del Empleo 2025 del Foro Económico Mundial, nuestro sistema educativo primario, secundario y terciario está desactualizado, lo que de no corregirse generará efectos sociales y económicos catastróficos para el país. Es necesario reaccionar, y reposicionar la calidad de la educación como una condición insustituible para el desarrollo, crecimiento y movilidad social en Chile.
Parece claro que el camino es potenciar la acción con convicción y decisión, sin esperar a que un Estado analógico e ideologizado, y un sistema político polarizado, se pongan de acuerdo. Las empresas pueden fortalecer sus programas para la reconversión efectiva de su fuerza de trabajo a través del “upskilling” y “reskilling”; o profundizar su vinculación con instituciones de educación escolar y superior, abriendo posiciones para la realización de prácticas con foco en la formación de talento.
Los gremios empresariales pueden impulsar más buenas prácticas y ampliar sus propias instituciones de educación. Las fundaciones educacionales (SIP, Astoreca, etc.) podrían escalar sus exitosos modelos educativos con el financiamiento adecuado. Las instituciones de educación superior pueden articular, junto a empresas, fundaciones y gremios, la vinculación con estudiantes en etapas más tempranas y posteriores a lo largo de la vida.
En esta línea, y en paralelo a mejorar cada institución, parece virtuoso también potenciar alianzas y ecosistemas que fortalezcan el vínculo entre educación media, superior y empresas, con programas de tutorías, aplicando métodos de enseñanza-aprendizaje integrados al lugar de trabajo, brindando soporte técnico a los liceos, para que cuenten con programas pertinentes que desarrollen habilidades duraderas, y, finalmente, promoviendo trayectorias educativas que permitan a jóvenes y adultos proyectarse y adaptarse a lo largo su vida.
El verdadero desafío radica en alinear los liderazgos en torno a un propósito y visión país, colaborar como ecosistema con soluciones más disruptivas e implementarlas ya. Por el Chile de hoy y del mañana, ¿qué hará usted como líder para aportar a nuestro futuro y al de nuestros jóvenes? ¿Simultáneamente, cómo crear colaboración efectiva con el Estado para fortalecer políticas públicas en educación?
*El autor de la columna es socio de Virtus Partners
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