La columna de Tamara Agnic: “Algoritmos para la integridad”

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La columna de Tamara Agnic: “Algoritmos para la integridad”

"Con algoritmos avanzados, es posible identificar riesgos emergentes, detectar fraudes y diseñar sistemas que dificulten la comisión de delitos"



Uno de los dilemas más relevantes para la gobernanza organizacional en un entorno de crecientes exigencias en ética e integridad es cómo construir y dar vida a gobiernos corporativos capaces de prevenir y enfrentar eficientemente la corrupción y los delitos económicos. Aquí, el concepto de gobierno corporativo trasciende las estructuras administrativas tradicionales; se trata de toda la cadena decisional y la forma en que se fomenta y consolida una cultura sólida de integridad.

La proliferación de nuevas normativas que regulan mercados y conductas empresariales responde, muchas veces, a graves transgresiones de actores públicos y privados. Este contexto subraya la necesidad de robustecer los sistemas de gobernanza no solo para preservar valores esenciales como reputación, confianza y legitimidad, sino también para proteger a los mercados y sectores económicos de riesgos sistémicos. Un solo acto ilícito puede generar sanciones severas, desde la disolución de una persona jurídica hasta la imposición de sobrerregulaciones que afectan la competitividad y la innovación.

En este escenario, la inteligencia artificial (IA) se presenta como una herramienta estratégica. Con algoritmos avanzados, es posible identificar riesgos emergentes, detectar fraudes y diseñar sistemas que dificulten la comisión de delitos. Sin embargo, la verdadera meta no es la IA en sí, sino su capacidad de anticipar, mitigar y reducir los riesgos que amenazan a las organizaciones. Una transgresión grave, una falta a la ley en materias de derechos humanos o libertad económica pueden traer consecuencias catastróficas no solo para quien incurre en el delito, sino que también para el mercado. En un mundo globalizado y profundamente interconectado, una transgresión no afecta solo al infractor, sino que puede repercutir en toda una industria, erosionando la confianza y, con ello, las oportunidades de colaboración y crecimiento.

Para enfrentar estos desafíos, las organizaciones deben superar la fragmentación de sus áreas de gestión -los comúnmente llamados silos- y adoptar un enfoque integrado. Es necesario ir más allá del cumplimiento legal estricto y utilizar todas las herramientas disponibles para abordar el compliance desde una perspectiva de riesgos, alineada con la realidad empresarial contemporánea.

La Inteligencia Artificial ofrece oportunidades excepcionales: algoritmos de machine learning que analizan grandes volúmenes de datos financieros, detectan patrones sospechosos en transacciones y monitorizan cambios inusuales en comportamientos de empleados y directivos. Junto con eso, permite entrenar sistemas para detectar actividades de lavado de activos en tiempo real, automatizar auditorías semánticas y prevenir incongruencias contractuales. No menos importante, la IA fortalece los controles frente a los crecientes riesgos cibernéticos. En suma, se trata de una herramienta poderosa que puede colaborar y no reemplazar el liderazgo de la gobernanza en materia de administración ética.

Sin embargo, la implementación debe ir acompañada de una reflexión ética. Los algoritmos no están exentos de sesgos, y el exceso de dependencia tecnológica puede socavar el juicio crítico y el liderazgo humano en la toma de decisiones. La IA debe ser una aliada de la gobernanza, no un sustituto de la misma.

Adoptar estas herramientas de manera escalable e integrarlas con sistemas como ERP y CRM puede generar resultados sostenibles y sólidos. Por el contrario, un enfoque superficial que utilice la tecnología como simple fachada conlleva altos costos sin lograr el cambio cultural necesario. En ese caso, la corrupción, tarde o temprano, volverá a hacer lo que mejor sabe hacer: destruir el capital institucional.

La clave no está en la tecnología, sino en la intención detrás de su uso. Construir una cultura de integridad es el único camino para proteger nuestras organizaciones y el futuro que estas representan.

*La autora de la columna es presidenta y socia de Eticolabora

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