La columna de Tomás Rau: “Ipom de septiembre: nada más queda”

El FMI dice que persiste el riesgo de descontento social en Chile por las demandas insatisfechas y el deterioro de la seguridad
La columna de Tomás Rau: “Ipom de septiembre: nada más queda”

"Para revertir esta tendencia, es necesario implementar reglas claras, destrabar los procesos de permisos y judicialización, y ofrecer incentivos reales para que las empresas vuelvan a invertir".



El Informe de Política Monetaria (IPoM) de septiembre no dejó a nadie indiferente. Si bien las cifras proyectadas para la inflación no dejan de preocupar —ahora se espera que el 2024 cierre en 4,5%—, el verdadero balde de agua fría lo trajo la revisión del Producto Interno Bruto (PIB) tendencial, que se redujo a un 1,8%. Este ajuste representa un golpe a las expectativas económicas de Chile, más aún cuando en la década pasada ya nos habíamos desacelerado a un modesto 1,9%. Los días de crecimiento del 6% parecen un recuerdo difuso, un eco distante de lo que alguna vez fuimos.

¿Qué significa este ajuste para el país? menos oportunidades, sin duda. Un crecimiento reducido implica menos empleos, un estancamiento en los salarios reales, menos recursos para financiar políticas públicas –especialmente en sectores claves como educación, salud y seguridad- amén de un deterioro generalizado que golpea no solo a los bolsillos, sino que también a las aspiraciones colectivas. Además, este sombrío panorama podría provocar un éxodo de talentos hacia economías más dinámicas y con mejores oportunidades.

A dos años del rechazo al proyecto constitucional impulsado por algunos grupos que abogan por un decrecimiento económico, es imperativo subrayar lo básico: el crecimiento es fundamental para el desarrollo. El gobierno del Presidente Boric, consciente de esto, anunció un gabinete “procrecimiento”, pero hasta la fecha, los avances han sido escasos y los datos así lo reflejan.

La presidenta del Banco Central, Rosanna Costa, dijo certeramente que sabemos cuáles son los motores que hay que encender para crecer más: productividad, capital y trabajo. El problema es que no estamos ni cerca de lograrlo. De hecho, el nuevo PIB tendencial muestra que el 1,8% puede descomponerse de la siguiente manera: el capital aporta 1,1 puntos, el trabajo 0,4, y la productividad total de factores (PTF) apenas 0,35.

El mercado del trabajo adolece de un severo rezago y, con los costos de contratación al alza y la naturalización de una tasa de desempleo sobre 8%, no se vislumbra un aporte relevante en el crecimiento. La productividad está estancada hace años y los niveles de incertidumbre siguen siendo altos. Así, la inversión es clave, pero tampoco se vislumbra una mejoría: según las proyecciones del BC, la inversión caerá un 0,8% este año, sumándose a la caída de 2023.

Para revertir esta tendencia, es necesario implementar reglas claras, destrabar los procesos de permisos y judicialización, y ofrecer incentivos reales para que las empresas vuelvan a invertir. Un discurso coherente y una sólida alianza público privada ayudarían mucho, pero con un sistema político fragmentado, las reformas estructurales parecen cada vez más lejanas. Mientras en eventos como ENADE se anuncian reformas al sistema político, en la práctica vemos iniciativas desconectadas de la realidad, como la condonación del CAE o la discusión sobre la eutanasia.

Al final del día, el panorama económico nos exige decisiones urgentes, pragmáticas y valientes. Si seguimos postergando lo necesario, manteniendo la incertidumbre que frena la inversión y el crecimiento, esta insoportable mediocridad seguirá ensombreciendo nuestro destino. Como decía Soda Stereo en su famosa canción De música ligera, “nada más queda”. Si no actuamos ahora, podríamos llegar a ese punto donde, efectivamente, no quedará nada más que lamentar las oportunidades perdidas como el crecimiento que no supimos recuperar a tiempo, dormidos “al calor de las masas”.

El autor de la columna es profesor titular y director del Instituto de Economía UC

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