La columna de Tomás Rau: “Reforma de pensiones: historia de un ardor”

El Presidente Gabriel Boric Font encabezó en Macul encuentro con organizaciones vecinales y de adultos mayores por Mejores Pensiones para Chile. Asistió al acto, la expresidente Michelle Bachelet.
La columna de Tomás Rau: “Reforma de pensiones: historia de un ardor”

"La reforma actual no mejora las pensiones de los futuros pensionados, no ataca los problemas de fondo y es, además, inconsistente intertemporalmente porque saca recursos de los pensionados futuros para mejorar a los actuales (3 puntos de reparto). Es decir: pan para hoy y hambre para mañana".



En la última década, el sistema de AFP ha sido un foco de críticas por las bajas pensiones y ha estado persistentemente en las discusiones de políticas públicas. Si bien en su pilar “no contributivo” hemos visto cambios importantes como la PGU en 2019, su pilar contributivo no ha visto modificaciones. Lamentablemente, algunos elementos han distraído la discusión reciente como la estéril polémica de las tasas de reemplazo y las pensiones de gracia por el “estallido social” a procesados por graves delitos acreditados por la justicia.

Después del segundo rechazo de un proyecto constitucional, el gobierno decidió poner suma urgencia al de reforma de pensiones que aumenta la tasa de cotización con cargo al empleador en 6 puntos porcentuales. La distribución propuesta considera 3 puntos para un seguro social que constituye “reparto” (solidaridad intergeneracional) y 3 puntos para las cuentas individuales, pero con letra chica. El 70% de esos 3 puntos iría directamente a las cuentas individuales pero el 30% se repartiría entre todos los cotizantes (solidaridad intergeneracional). Además, incluye un “autopréstamo”, que puede convertirse en un retiro encubierto, y la separación de la industria que encarecerá la administración del sistema.

Lamentablemente la reforma de pensiones presentada es técnicamente deficiente por cuanto no mejora las pensiones de los futuros pensionados respecto de los actuales ni ataca los problemas de fondo como son el bajo ahorro, la informalidad laboral y las bajas edades de jubilación.

En lo que respecta al ahorro, si bien aumentar 6 puntos de cotización pareciera un avance, su distribución es incorrecta. Si miramos los datos del informe de la Superintendencia de Pensiones, las tasas de reemplazo (incluyendo PGU) bajarían casi 20 puntos para quienes se jubilen en 2044 versus los que se jubilaron en diciembre de 2022. La caída es aún más brutal si miramos a quienes se jubilen en 2070, ahí son alrededor de 30 puntos.

Si vamos al tema laboral, además del impuesto al trabajo que implican los 6 puntos, los incentivos parecen propender hacia la informalidad. Aunque se ha propuesto amarrar 0,1 UF por año cotizado en lo que respecta a reparto, la PGU no requiere ni un solo mes cotizado para recibir sus beneficios (6,8 UF). Con un 27,5% de trabajadores informales y un 8,5% de desempleados, tenemos que un tercio de la fuerza de trabajo no cotiza y probablemente estos números se mantengan en los próximos años. De la edad de jubilación no se habla.

En consecuencia, la reforma actual no mejora las pensiones de los futuros pensionados, no ataca los problemas de fondo y es, además, inconsistente intertemporalmente porque saca recursos de los pensionados futuros para mejorar a los actuales (3 puntos de reparto). Es decir: pan para hoy y hambre para mañana.

La Cámara de Diputados aprobó la idea de legislar, pero rechazó la distribución del 6%. Un rechazo sensato que nos recuerda el espléndido bolero de Carlos Eleta Almarán que versa: “Ya no estás más a mi lado corazón”. Porque el corazón de la reforma se ha desterrado, por ahora, y será el Senado quien dirima el destino de ésta a partir de marzo. Enhorabuena, un corazón que indefectiblemente derivaría en un infarto masivo y que es mejor que se apague antes y no después. Pueda ser que en lo que viene prime lo técnico por sobre lo ideológico y tengamos una reforma que ataque los problemas de fondo y no se pierda en gustos anacrónicos, extemporáneos y, bajo todo punto de vista, fracasados.

*El autor de la columna es profesor titular y director del Instituto de Economía UC

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