La herencia que recibe Liz Truss: una economía británica de rodillas
La nueva primera ministra de Reino Unido se enfrenta a una inflación récord, una libra que se tambalea, una espiral de costos energéticos y una inoportuna escasez de mano de obra.
LONDRES- La nueva primera ministra de Gran Bretaña, Liz Truss, se enfrentará al panorama económico más desalentador para un líder británico entrante desde que su heroína política, Margaret Thatcher, se convirtió en la primera mujer primera ministra del Reino Unido en 1979.
La desaceleración de la economía británica está a punto de hacerla entrar en recesión, la inflación está en su tasa más alta en décadas y los hogares se enfrentan a agobiantes cuentas de energía por la guerra en Ucrania.
El crecimiento de la productividad se ha reducido a la mitad de lo que era a principios de la década de 2000, los salarios reales están cayendo, la libra esterlina se acerca a mínimos históricos y el envejecimiento de la población está ejerciendo una presión creciente sobre los servicios públicos, justo cuando el gobierno trata de frenar el gasto público que se disparó durante la pandemia del Covid-19.
A su vez, la salida de Gran Bretaña de la Unión Europea ha dificultado el comercio con el mayor socio comercial del país, y las restricciones a la inmigración han impedido el acceso a mano de obra europea barata. Esto ha agravado una escasez de trabajadores de una magnitud no vista en el resto de Europa, impulsada por un número inesperadamente alto de personas que abandonaron la fuerza de trabajo tras la pandemia.
La crisis energética combinada con la escasez de mano de obra es, por tanto, un doble golpe inflacionista.
“Tienen lo peor de ambos mundos”, comentó Mark Flanagan, que hasta hace poco dirigía el equipo del Reino Unido en el Fondo Monetario Internacional (FMI).
El país va camino de registrar el año que viene el menor crecimiento económico y la mayor inflación del Grupo de los Siete países ricos, según la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (Ocde). El foro de política económica predice que la economía del Reino Unido registrará un crecimiento nulo en 2023 y que la inflación será del 7,4%. Por su parte, en Estados Unidos se prevé un crecimiento del 1,2% y una inflación muy inferior, del 3,5%.
Sin una intervención importante del gobierno, la combinación de precios más altos de la energía y la debilidad de los salarios se traducirá en una caída de aproximadamente 3.000 libras esterlinas, o unos US$ 3.500, al año en la renta promedio disponible de los hogares del Reino Unido para 2024, el mayor descenso del nivel de vida en un siglo, según la Resolution Foundation, un grupo británico de expertos.
El FMI predice que sólo la Rusia devastada por las sanciones tendrá peores resultados económicos el próximo año entre las principales economías. Aunque todavía no se vislumbra un periodo prolongado de estanflación -la inusual situación en la que la alta inflación se combina con el estancamiento de la demanda de los consumidores y un desempleo relativamente alto-, “los responsables políticos deben ser conscientes de que existe un mayor riesgo”, dijo Flanagan.
Ahora bien, el gobierno británico ha dicho que esos riesgos son exagerados. El ministro de Hacienda del Reino Unido, Nadhim Zahawi, señaló que el país tiene un nivel de empleo récord y sostuvo que muchos hogares acumularon ahorros durante la pandemia y que su sector financiero está bien capitalizado. “Creo que la economía del Reino Unido es bastante resistente”, aseguró en una entrevista.
Verano de descontento
Truss aún no ha expuesto lo que hará para mitigar lo que el público y la prensa llaman la “crisis del costo de la vida”. La exsecretaria de Asuntos Exteriores, de 47 años, es una libertaria que hizo campaña sobre los recortes de impuestos para revitalizar la economía en lugar de más gasto público. Los 172.000 miembros del Partido Conservador la eligieron para sustituir a Boris Johnson como primera ministra, en parte porque promovía una visión de un Estado británico más pequeño y ágil. Sin embargo, se espera que en los próximos días anuncie una intervención estatal a gran escala para ayudar a los hogares y las empresas a hacer frente a la subida de los precios del gas. Esto podría hacer que la deuda pública aumentara drásticamente.
Se enfrentará a la continuación de lo que ha sido un largo y caluroso verano de descontento. El crecimiento de los salarios ha ido a la zaga del aumento de los precios, y en los últimos meses se han producido numerosas manifestaciones, incluida la mayor huelga ferroviaria desde 1989.
Las amenazas de una próxima recesión han debilitado la libra esterlina, que bordea su nivel más bajo desde mediados de la década de 1980, encareciendo los viajes y las importaciones. El Reino Unido es un importador neto de alimentos, energía y productos manufacturados, lo que le hace vulnerable a las oscilaciones de los precios mundiales.
Los británicos tienen dificultades para conseguir pasaportes, exámenes de conducir o citas con los médicos, ya que los servicios públicos se han resentido tras la pandemia del Covid-19 y el déficit de financiamiento.
Se prevé que la situación empeore durante los meses de invierno, cuando el frío haga subir las facturas de energía de hogares y empresas. A partir de octubre, un hogar británico promedio pagará 3.549 libras esterlinas al año para calentar su casa, casi el triple que el año pasado, según las cifras del regulador energético del Reino Unido, Ofgem, que fija un tope para los precios de la energía en los hogares. Ofgem revisa periódicamente su límite de precios de la energía para reflejar aquellos del mercado. Para el próximo mes de abril, el precio podría ascender a 5.300 libras al año, según las estimaciones de la consultora energética independiente Cornwall Insight.
A diferencia de Alemania, que cuenta con grandes instalaciones de almacenamiento de gas natural, el Reino Unido cerró su última instalación de almacenamiento de gas en 2017, lo que no le permite protegerse de las fluctuaciones del precio al contado. Ahora, el gobierno se está apresurando a reabrir la instalación.
Gran Bretaña aún no ha igualado las políticas de algunos países europeos que han intervenido para proteger a los clientes del aumento de los precios de la energía y están poniendo en marcha planes para reducir el consumo de energía este invierno.
“Me siento como si estuviera al borde del precipicio preguntándome: ‘¿Cuándo nos vamos a caer?”, comentó Andreas Antona, propietario de Simpsons, un restaurante de lujo en Birmingham, Inglaterra.
Sus 80 empleados piden un aumento de sueldo para poder pagar las cuentas. “El negocio no puede soportarlo, ya que no podemos subir los precios”, dijo Antona, que además tiene un pub en la zona.
El gobierno ha prometido algunas ayudas a los hogares para que puedan absorber parte de la subida del precio de la energía, pero no hay ningún programa para las pequeñas empresas, como los pubs y restaurantes. Las quiebras en el Reino Unido aumentaron un 80%, hasta 5.629, entre abril y junio, en comparación con igual periodo del año pasado, según las estadísticas del gobierno, y los economistas advierten de una oleada de quiebras durante el invierno.
Val Burrows, que dirige una lavandería en East Grinstead, Inglaterra, declaró que hace poco le notificaron que la factura energética de su empresa pasaría de 10.000 libras al año a 16.000 libras. Han subido los precios un 30%, pero eso no es suficiente para alcanzar el equilibrio. “Tendré que plantearme el cierre el año que viene”, afirma la mujer de 64 años. “Me destroza el alma”, agregó.
El plan de la ministra
Se espera que Truss, que ha defendido que la recesión no es inevitable, detalle un plan económico en los próximos días. Los políticos cercanos a ella son partidarios de impulsar el suministro de energía mediante el fracking o la perforación de más pozos en el Mar del Norte.
“Trabajaré para solucionar los problemas de suministro y también para asegurarme de que la gente pueda tener más dinero en su bolsillo”, anunció recientemente. Se espera que esto vaya acompañado de un paquete de ayudas para los hogares y las empresas más pobres. Ha dicho que podría revisar el mandato del Banco de Inglaterra y dar al gobierno más poder para recortar las regulaciones financieras.
“Gestionar el declive no debe significar que renunciemos a este gran país”, dijo Truss recientemente a sus partidarios.
Muchos economistas afirman que su gobierno tendrá que anunciar un mayor rescate para los particulares y las empresas para ayudar a cubrir las facturas de energía si quiere evitar una profunda recesión y una ola de quiebras este invierno.
Sheila Correll, una jubilada de 80 años que vive de una pensión del Estado, comentó que es reacia a ir a comprar alimentos dados los recientes aumentos de precios. “No se trata de unos pocos peniques. Es 1 libra, 2 libras, y los precios siguen subiendo”, comentó Correll. “Ahora me alejo de la compra porque me pone de los nervios”, añadió.
A Correll le preocupa el aumento de las cuentas de energía. El invierno pasado, dijo, no encendió la calefacción ni un solo día, sino que optó por dar paseos enérgicos por el parque y abrigarse. El año que viene, los costos de la energía podrían consumir la mitad de los ingresos mensuales de los pensionistas como ella, según la consultora energética Cornwall Insight.
La crisis de los 70
El político conservador británico Iain Macleod acuñó la palabra “estanflación” en 1965. Llegó a simbolizar años de descontento económico en Gran Bretaña cuando la nación sufrió una combinación de subidas de precios, rachas de recesión y alto desempleo tras la crisis del petróleo de 1973. Las huelgas masivas y los apagones resultantes están grabados en la psiquis de la nación.
Hoy en día hay ecos de esa crisis en Gran Bretaña. Desde la crisis financiera de 2008, la productividad y la economía británica han crecido más lentamente que las de Estados Unidos, una tendencia que ha continuado desde la decisión del Reino Unido de abandonar la Unión Europea en 2016.
Truss, que creció en el norte de Inglaterra con padres de izquierda, recorrió el país declarando reiteradamente su admiración por Thatcher, la exprimera ministra conservadora que sacó al Reino Unido de la estanflación aplastando a los sindicatos, desregulando la economía y recortando posteriormente los impuestos. Truss se ha proclamado durante mucho tiempo partidaria del libre mercado y, a diferencia de los últimos primeros ministros conservadores, tiene la firme convicción de que el Estado debe reducirse.
El brillo de la reforma basada en el mercado de Thatcher hace tiempo que se ha desvanecido. En la década de 1980, la producción por hora trabajada en el Reino Unido crecía a un ritmo anual del 2,8%. En la década posterior a la crisis financiera de 2008 creció al 0,7% anual. Este descenso en el crecimiento de la productividad británica “es singularmente grande” entre las naciones desarrolladas, aseguró Neil Shearing, de Capital Economics, una empresa de investigación económica. Las razones incluyen la falta de inversión de las empresas y el bajo rendimiento de las pequeñas empresas.
La incertidumbre tras el referéndum sobre el Brexit de 2016 acerca de cómo funcionaría el comercio con la UE hizo que las empresas frenaran la inversión, que está en torno a un 30% por debajo de lo que habría sido si se hubiera mantenido la tendencia anterior al referéndum, según el banco europeo Berenberg. Desde la salida de la UE, las exportaciones de las pequeñas empresas a Europa se han visto obstaculizadas por el aumento de la burocracia, y persiste la preocupación por una posible guerra comercial con Europa.
La escasez de mano de obra en Gran Bretaña mantiene el desempleo bajo, pero ha aumentado los costos para las empresas. Después de la pandemia, la mano de obra del Reino Unido fue inferior en unas 680.000 personas a lo previsto, según la Oficina de Responsabilidad Presupuestaria, un organismo financiado por el gobierno británico que proporciona previsiones económicas. Esto se debió a un número inesperadamente alto de personas con enfermedades de larga duración, jubilaciones anticipadas o personas que optaron por ir a la universidad.
Mientras tanto, el Estado ha aumentado su tamaño para hacer frente al Covid-19 y al envejecimiento de la población. Johnson subió los impuestos, dejando la presión fiscal del país en camino de alcanzar el nivel más alto en 70 años. Truss se ha comprometido a revertir algunas de las medidas fiscales previstas, y a pagarlas refinanciando la deuda a largo plazo.
Según el Instituto de Estudios Fiscales, una empresa de investigación económica, se espera que la inflación acabe con el 40% de los aumentos previstos por el gobierno en el gasto de los servicios públicos. Esta es una noticia especialmente mala para el sistema sanitario nacionalizado del Reino Unido. Los analistas afirman que el Servicio Nacional de Salud, que ya tiene un retraso récord de 6,6 millones de pacientes en espera de tratamiento tras la crisis de Covid-19, está mostrando graves signos de tensión. Las personas que sufren derrames cerebrales o quemaduras en Inglaterra esperaron en promedio una hora por una ambulancia en julio, muy por encima del objetivo de 18 minutos.
A principios de este verano, Michael Gove, ministro del gabinete del gobierno de Johnson, dijo que grandes partes del Estado “simplemente no estaban funcionando”.
Graham Alexander, director general de AJ Engineering & Construction Services Ltd., en Forres (Escocia), que fabrica estructuras metálicas utilizadas en la construcción, tuvo que aumentar los salarios de sus 125 empleados un 5% en marzo y un 7% adicional en agosto. Recientemente ha dejado en suspenso la inversión en una máquina de corte de acero automatizada porque sus costos están aumentando, lo que significa que algunas placas de metal se siguen cortando y soldando a mano.
La empresa busca cada vez más aceptar trabajos basados en una tarifa por día flexible, en lugar de fijar los precios con contratos a largo plazo, porque la inflación está haciendo subir los precios muy rápidamente.
Por su parte, Alexander cuenta que el Brexit también está sumando dificultades. Dos de los soldadores de la empresa se marcharon durante la pandemia de Covid-19 para volver a Polonia y nunca regresaron. “En Polonia los salarios eran más altos de lo que esperaban”, aseguró.
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