Los impactos ASG: ¿quién sigue?
"Los aspectos del reporte y gestión de los impactos ASG responden ya no a una tendencia o moda, sino a un nuevo estándar de management empresarial".
En el último tiempo hemos visto cómo grandes empresas han quedado expuestas a consecuencias serias para su operación o para la imagen y reputación corporativa debido a malas prácticas en el manejo de los impactos de los temas ambientales, sociales y de gobernanza. El episodio de contaminación severa e intoxicación de los habitantes de la zona de Ventanas y Puchuncaví es el más reciente.
Lo de la Fundición de Codelco Ventanas finalmente devino en el anuncio del cierre de las operaciones, con todo lo que ello conlleva desde el punto de vista económico, social, laboral e incluso histórico para la zona. Lo mismo vale cuando empresas traspasan la línea de la integridad y se ven involucradas en prácticas que son lesivas para la libre competencia o para los clientes, asuntos que motivan a las autoridades a sumar más y más controles, normativas y regulación que muchas veces obligan a las empresas a incurrir en mayores costos o en sumar estructuras internas para responder a esas faltas en la gobernanza.
No hace mucho, el Deutsche Bank anunció que todos sus proveedores de productos y servicios deberán someterse a una evaluación ASG a contar del próximo año si quieren seguir operando con el banco. El poder adquisitivo de la institución financiera alemana es de unos 8 mil millones de euros para gastos en proveedores y el anuncio apunta a que ese poder financiero se utilizará para dar más sostenibilidad al sistema, haciendo que sólo quienes cumplan con los puntajes mínimos en esas evaluaciones podrán seguir en su cadena de suministros.
Este ejemplo muestra que los aspectos del reporte y gestión de los impactos ASG responden ya no a una tendencia o moda, sino a un nuevo estándar de management empresarial. Es la nueva vara ética que se está imponiendo a las empresas para poder funcionar desde el mínimo común operativo y sin el cual, cada vez será más difícil optar a licitaciones, ser proveedor de Estados, ser proveedor de grandes grupos de inversión, llevar adelante proyectos de inversión en distintos países y territorios o viabilizar la relación con sus trabajadores y cadenas de valor.
Lo que antes era el estándar ahora es sólo el mínimo. La ética demanda un comportamiento que está muy por sobre lo que dicta la norma, es una nueva cultura que no se aprende por intuición ni menos aparece por arte de magia: requiere entrenamiento y decisión al más alto nivel directivo para sentarse a pensar qué estamos haciendo bien en temas ASG y qué estamos haciendo mal. Es necesario corregir a tiempo, porque de lo contrario nos podemos encontrar con que quien seguía en la lista de sancionados, de clausurados o de castigados era nuestra propia organización. Esa es la pregunta que hay que hacerse hoy en los directorios: ¿quién sigue? ¿Será nuestra empresa? ¿Estamos haciendo algo que nos lleve a ese escenario?
Hay que actuar hoy, medir el riesgo, asumir compromisos y darse cuenta de que los impactos son precisamente eso: IMPACTOS. No son inocuos y de eso hay que hacerse cargo para poder dar viabilidad y legitimidad a la empresa en el contexto no sólo del cambio climático, sino de una mayor conciencia social sobre los derechos humanos. Ese es el nuevo paradigma y no hay vuelta atrás
* La autora es presidenta de Eticolabora