Los otros nefastos efectos de la guerra

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"Durante estos días, hemos visto cómo se han hecho donaciones millonarias por vía de criptomonedas o por la red de bancos mundiales, el traslado de dineros cuyo origen no siempre está claro, por lo que los espacios para la corrupción se disparan al igual que las balas".



No debe haber drama más aterrador y desgarrador que una guerra. Las hambrunas, los desastres naturales o las pandemias son todos hechos que de una u otra manera escapan al control de los gobiernos y de las personas, pero las guerras son resultado directo de la acción de líderes políticos incapaces de conducir a sus naciones por la senda de la razón, la sensatez y el entendimiento. Cuando pensábamos que en el mundo civilizado no veríamos nuevamente un conflicto armado, la invasión de Rusia a Ucrania nos demuestra que todo siempre puede ser peor.

Los efectos de la guerra son evidentes y desastrosos: la pérdida de vidas inocentes, la destrucción material y espiritual, la exacerbación de los odios y los nacionalismos, la política del miedo y la desinformación, los desplazados y las violaciones a los derechos humanos más esenciales.

Pero sin duda, hay otros efectos que también deben preocuparnos y que están en la esfera de la ética, la transgresión de las buenas prácticas y la tentación de utilizar un conflicto armado para fines deshonestos. Es sabido que estos escenarios son propicios para las acciones corruptas y que las guerras han servido de excusa para todo tipo de abusos de poder cometidos contra las personas aprovechando el desgobierno y la confusión. Baste recordar el robo descarado de parte de los jerarcas nazis al patrimonio de millones de personas durante la Segunda Guerra Mundial o la infinidad de casos en los que se ha sabido del enriquecimiento ilícito de los llamados señores de la guerra, que han aprovechado los conflictos para vender armas y todo lo que los combatientes han querido comprar.

El aprovechamiento no sucede solamente con la venta de armas, sustancias ilegales o artículos que colaboren con el esfuerzo de guerra. El reproche ético a una situación bélica puede pasar por temas de competencia leal, información privilegiada, política de precios y una gran gama de asuntos que pueden ser motivo de faltas y transgresiones a la integridad. Nuestro país comercia tanto con Rusia como con Ucrania, de manera más relevante con uno que con otro país, lo cual ya es un caldo de cultivo para eventuales tentaciones. ¿Tentaciones de qué? De sacar ventajas en un escenario difícil para quienes están en medio de una guerra y cuyas opciones son cada vez más estrechas. Durante estos días, hemos visto cómo se han hecho donaciones millonarias por vía de criptomonedas o por la red de bancos mundiales, el traslado de dineros cuyo origen no siempre está claro, por lo que los espacios para la corrupción se disparan al igual que las balas.

Es en estos momentos cuando la ética empresarial debe imponerse ante toda otra consideración y empujar que todas las decisiones sean transparentes y trazables. Ya suficiente dolor provoca un enfrentamiento armado, por lo que sería impensable que además después nos conozcamos que a lo largo del mundo haya habido quienes se aprovecharon de esto para hacer negocios más allá de lo que es éticamente correcto. Es momento de ser vigilantes.

*La autora de la columna es socia y presidenta de Eticolabora

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