Los trabajadores que confeccionan tu ropa quieren más dinero. ¿Quién debe pagar?

A female garment worker uses cellphone while coming out of a factory during lunch hours at the Ashulia area, outskirts of Dhaka
Trabajadores de una fábrica en el área de Ashulia, cerca de Dhaka, Bangladesh. REUTERS/Mohammad Ponir Hossain

Los propietarios de las fábricas de Bangladesh, uno de los mayores proveedores mundiales de ropa de costo ultra bajo, dicen que la respuesta son las empresas occidentales.


DHAKA, Bangladesh-Los ejércitos de personas que confeccionan ropa para las marcas occidentales -algunos de los trabajadores de las fábricas peor pagados del mundo- están protestando para reclamar mejores salarios, en una nueva señal de que la era de la mano de obra ultra barata, y de la ropa ultra barata, de la que dependen muchas empresas, está cada vez más bajo presión.

Los trabajadores de la confección de Bangladesh ganan tan sólo US$3 al día, unos US$75 al mes. En los últimos días, decenas de miles se han negado a trabajar, reclamando que el salario mínimo se eleve a casi el triple de esa cantidad. Las manifestaciones han ido en aumento, con fábricas incendiadas y máquinas destrozadas. Unas trescientas fábricas se vieron obligadas a interrumpir su actividad.

La idea central de las protestas, que los trabajadores necesitan salarios más altos para costear lo básico, ha recibido un amplio apoyo, incluido el de los gigantes de la moda H&M, Gap e Inditex, matriz de Zara, que se abastecen en el país. Pero nadie se pone de acuerdo sobre quién debe pagar la factura.

Los propietarios de las fábricas de Bangladesh afirman que, para poder aumentar los salarios a lo grande, las marcas occidentales, que son sus principales compradores, tienen que pagar más por la ropa que encargan. Aunque los grandes nombres de la moda apoyan públicamente el aumento de los salarios, en la práctica se resisten cuando suben los costos y amenazan con trasladar sus pedidos a otros países, afirma Faruque Hassan, presidente de la Asociación de Fabricantes y Exportadores de Ropa de Bangladesh.

Security forces remain vigilant in front of the garment factories, following clashes between garment industry workers and police over pay, at the Ashulia area
Fuerza de seguridad vigilan la entrada de una fábrica textil en el área de Ashulia, cerca de Dhaka, Bangladesh, este 8 de noviembre. REUTERS/Mohammad Ponir Hossain

En una carta enviada a finales de septiembre, Hassan instó a la American Apparel & Footwear Association, un organismo del sector, a persuadir a las marcas de ropa y a los minoristas para que suban los precios de los pedidos de ropa. “Esto es importante para facilitar la transición a una nueva escala salarial”, escribió, afirmando que las fábricas se encontraban en una “situación de pesadilla”, ante la debilidad de la demanda mundial.

Parte del problema es que las marcas internacionales de ropa también están bajo presión y lidiando con una dura competencia, dijo Rubana Huq, presidenta de Mohammadi Group, un conglomerado de Bangladesh que suministra a muchas de ellas. “Cada vez que pedimos aunque sea 1 centavo (más) al comprador, es muy difícil conseguir su apoyo”, afirmó.

El Consejo de Salario Mínimo de Bangladesh está negociando con representantes de los trabajadores y de la industria un nuevo sueldo mínimo para los trabajadores de la confección. Los propietarios de las fábricas afirman que si se satisfacen las demandas de los trabajadores de un salario mínimo mensual de aproximadamente US$205, Bangladesh perdería su ventaja competitiva. Su propuesta de un salario mínimo de US$95 fue rechazada por el gobierno por considerarla inviable.

Las marcas occidentales dicen que apoyan un aumento del salario mínimo, aunque la mayoría no ha dicho cuánto. Los trabajadores que cosen ropa para ellas suelen ganar bastante más que el salario mínimo, pero mucho menos de lo que exigen los sindicatos y de lo que las organizaciones internacionales que evalúan los niveles de salario digno consideran suficiente.

La American Apparel & Footwear Association afirmó que sus miembros están comprometidos con unas prácticas de compra responsables.

Hamim Shikder, un operario de costura que se unió a las protestas, afirma que los aproximadamente US$125 mensuales que gana -tras 50 horas extraordinarias- se los gasta en la matrícula escolar de su hijo, así como en los cada vez más caros comestibles y otros artículos de primera necesidad. Hace poco, cuando su mujer enfermó de dengue, tuvo que pedir prestado dinero para pagar las facturas médicas. “Cualquier monto que reciba, debo gastarlo”, afirma.

Un portavoz de H&M dijo que la empresa apoya un nuevo salario mínimo para cubrir el costo de vida de los trabajadores y sus familias. Se negó a decir si H&M pagaría precios más altos para facilitar salarios más altos, pero señaló un documento sobre sus prácticas de compra que muestra que tiene un mecanismo para permitir que la mejora de los salarios se refleje en el precio ofrecido a las fábricas.

Una portavoz de Inditex se refirió a recientes declaraciones públicas sobre su compromiso de apoyar un salario digno para los trabajadores de su cadena de suministro. Gap no respondió a la solicitud de comentarios.

El modelo de moda rápida de las marcas occidentales se basa en la premisa de los bajos salarios asiáticos. Las marcas compiten por ofrecer ropa lo más barata posible, presionando a las fábricas para que acepten precios bajos. Las fábricas, a su vez, presionan a los trabajadores con los salarios. Estos problemas de toda la industria se magnifican en Bangladesh, que es el principal productor de ropa más barata del mundo.

“Debido a la intensa competencia del mercado, los propietarios de las fábricas de Bangladesh también deben encontrar un equilibrio entre el aumento del salario mínimo y el mantenimiento de la competitividad”, afirma Sheng Lu, profesor asociado de estudios de moda y confección de la Universidad de Delaware.

Los datos facilitados por H&M muestran que el año pasado los aproximadamente 600.000 trabajadores bangladeshíes de la cadena de suministro de H&M ganaron una media de US$134 al mes. Esta cifra está por encima del salario mínimo, pero es menos de la mitad de los US$293 mensuales que ganan los trabajadores camboyanos que confeccionan sus prendas. Camboya es más pobre per cápita que Bangladesh, pero tiene un salario mínimo considerablemente más alto para los trabajadores de la confección, cercano a los niveles que exigen los bangladesíes.

Los trabajadores de H&M en India ganaban un 10% más que los de Bangladesh, según los datos. H&M adquiere mucha más ropa en Bangladesh que en India o Camboya.

El fabricante alemán de calzado y ropa Puma declaró en su informe anual de 2022 que los salarios que sus proveedores pagaban a los trabajadores de Bangladesh estaban muy por encima del salario mínimo, pero sólo alcanzaban el 70% de lo que una organización independiente había considerado un salario digno. En algunos otros centros de producción de Puma, como Camboya y Vietnam, el salario medio superaba la referencia del salario digno.

En un comunicado, Puma afirmó que era importante abordar las cuestiones salariales de forma colectiva, ya que el reto no puede ser abordado por una sola marca. La empresa afirmó que muchos proveedores clave en Bangladesh tenían políticas para garantizar que los ingresos de los trabajadores cubrieran las necesidades familiares, pero afirmó que la empresa aún tiene “mucho en lo que enfocarse” para convertir sus políticas en acciones futuras.

La industria de la confección de Bangladesh emplea a millones de personas, principalmente mujeres, y ha contribuido decisivamente a reducir la pobreza. Pero también tiene un historial de mal trato a los trabajadores. En 2013, tras el derrumbe de una fábrica en el que murieron más de 1.100 personas, las marcas internacionales y las fábricas iniciaron cambios para mejorar las condiciones.

Los defensores de los trabajadores reconocen en general que la industria es ahora más segura, pero afirman que los salarios siguen siendo demasiado bajos. Los recientes llamamientos de las marcas occidentales a mejorar los salarios suenan vacíos, dicen.

“Intentan proteger su reputación de un modelo de abastecimiento que es profundamente inhumano”, afirma Scott Nova, director ejecutivo de Worker Rights Consortium, organización de defensa de los derechos laborales con sede en Washington.

Mosammat Champa Khatun, que trabaja en una fábrica de confección y protesta por un aumento salarial, afirma que optó por una escolarización islámica barata para su hijo. Aun así, sus ingresos de US$110 al mes se destinan pagar los crecientes gastos de transporte, alimentación y vivienda.

“No puedo ahorrar”, afirma.

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