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"Los directorios suelen hacer muchas preguntas a la gerencia cuando las cosas andan mal en las cifras. Eso es más o menos obvio, pero parece que no pocos se preocupan por tener el mismo involucramiento cuando los números van sospechosamente bien".



Decisiones sin visión estratégica, codicia y arrogancia, falta o debilidad en los controles internos o inversionistas poco inquisitivos, son componentes inequívocos de una receta poco feliz para un buen gobierno corporativo. Muchas veces, la excesiva orientación a la tarea, sin una perspectiva global e integrativa de todos los aspectos que involucran el liderazgo, terminan por generar demasiados riesgos en materia de integridad y probidad, o en temas tan básicos como la debida atención que los impactos en lo ambiental, lo social o la gobernanza están teniendo en el entorno.

Los directorios suelen hacer muchas preguntas a la gerencia cuando las cosas andan mal en las cifras. Eso es más o menos obvio, pero parece que no pocos se preocupan por tener el mismo involucramiento cuando los números van sospechosamente bien. El aseguramiento de la integridad, el buen gobierno y la sostenibilidad económica y social de la empresa, debe ser tarea permanente de la alta dirección, cuando las cosas van mal o muy mal, pero también cuando van bien o muy bien.

Cada institución que tenga un gobierno corporativo tiene el deber de dejar de lado el voluntarismo o la pasividad y asumir el deber de monitorear los riesgos de integridad y amenazas de corrupción, mediante una gestión que descanse en los principios de debida diligencia, controles permanentes, transversales e independientes, un mayor involucramiento del controlador en la marcha de la organización y una apropiada relación con los stakeholders de modo de construir con ellos un relato coherente para el propósito de la compañía.

Dentro del directorio muchas veces pueden predominar visiones maniqueas, pasionales incluso, que lleven a tomar decisiones basadas en dogmatismos financieros, ideológicos, políticos o administrativos y no en lo que es mejor para la organización o para los inversionistas. Una gerencia o directorio de un equipo de fútbol podría llegar a pensar que la “pasión por la camiseta” es más importante que cosas como el buen gobierno. Una empresa orientada a la ganancia financiera puede considerar que la maximización de los resultados está por sobre la ética y con ello incurrir en algún delito corporativo. El cortoplacismo se suele apoderar de las decisiones, por sobre el pensamiento integrado tan necesario para la sostenibilidad de las instituciones.

De eso estamos hablando: el buen gobierno debe preservarse siempre y debe preceder a cualquier otra consideración al momento de adoptar decisiones de relevancia para la supervivencia y sostenibilidad de las organizaciones. Ni la arrogancia, ni la tozudez, la desidia o el exceso de confianza son elementos que deben acompañar la gestión en estos tiempos. Hay que estar más cerca y nunca lejos de la gestión.

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