Preguntas transformadoras
¿Cómo pueden las preguntas promover el diálogo? Con la honestidad de la duda, la valentía de la apertura que requiere la escucha y la humildad para encontrarnos con otro/a que llega a esta conversación con su propios recorridos y miradas del mundo, y con el respeto asociado a validarlo como legítimo en su otredad, nos recuerda el siempre presente doctor Maturana.
En tiempos de incertidumbre y de cambios profundos, formular preguntas nos permiten potenciar las nuevas conversaciones que tanto necesitamos. En vez de situarnos en certezas que requieren defensas, las preguntas nos posibilitan revisiones (personales y sociales) y un espacio más libre para explorar encuentros en el diálogo.
Aunque no hay respuestas concluyentes y las ideas no son las personas, el proceso de escuchar es difícil. Particularmente por esa tendencia falaz de identificarnos con nuestras ideas. Además, existe el vértigo que provocan las propuestas que desafían nuestra forma de entender el mundo, preferimos evitar ese riesgo, que asumimos como ominoso y desestabilizante.
Exactamente en el lado opuesto de los que solo están elaborando estrategias para proteger posiciones, el comenzar con preguntas una conversación nos abre a la curiosidad, amplía nuestro campo de reflexión y posibilita que otras realidades entren por nuestra puerta. El proceso constituyente, las reuniones del directorio y el próximo encuentro familiar son instancias para vivenciar la riqueza del proceso generativo que inician las preguntas.
Más allá del “buenismo” por la maravillosa posibilidad encontrarnos y cambiar juntos, plantear preguntas es estratégico. Constituye la base del sistema Socrático en que se basa el famoso “método del caso”, impuesto por Harvard y utilizado en las todas escuelas de negocios del mundo. Ya lo afirmaba Einstein “Si tuviera que resolver un problema en una hora y mi vida dependiera de ello, dedicaría 55 minutos a encontrar la pregunta adecuada, y 5 minutos a la respuesta”.
¿Cómo pueden las preguntas promover el diálogo? Con la honestidad de la duda, la valentía de la apertura que requiere la escucha y la humildad para encontrarnos con otro/a que llega a esta conversación con su propios recorridos y miradas del mundo, y con el respeto asociado a validarlo como legítimo en su otredad, nos recuerda el siempre presente doctor Maturana. Sin olvidar la advertencia del mundo desde el arte: como le mostraba Morfeo a Theo en The Matrix, no existen preguntas sin respuestas, pero a veces es necesario reformularlas más de una vez.
A modo de invitación propongo estas preguntas iniciales del proceso: ¿Con qué emociones de base inicio la conversación? ¿Cómo influyen nuestras experiencias previas de diálogo, negociación y construcción de acuerdos? ¿Qué tipo de estructuras culturales, ideológicas, religiosas, jerárquicas, estamos reproduciendo y pueden ser un obstáculo para que nuevas conversaciones surjan? ¿Qué tipo de relaciones pueden pedirse y proponerse si queremos construir conversaciones que promuevan co-construcciones? ¿Qué se requeriría para ser a la vez promotor de acuerdos y ganarme el espacio para expresar mis puntos de vista? ¿Qué herramientas puedo tomar de mi propia historia para contribuir al diálogo? ¿Qué nuevas aproximaciones a los temas reconozco después de escucharnos? ¿Cómo integrar la dinámica de preguntarnos y escuchar a las prácticas habituales de los equipos y comunidades en que participo?
Una buena pregunta marca diferencias porque logra movilizar y genera conversación. El paso siguiente es igual de importante: escuchar las respuestas. Recreando la clásica frase del Padre Hurtado, debemos escuchar hasta que duela.
Dada la complejidad del proceso de comunicación es enorme la responsabilidad que tenemos en las conversaciones constituyentes, empresariales, políticas y familiares. Formular preguntas que posibiliten la escucha puede ser una de nuestras formas para abordarlas y para ello, los dejamos con una pregunta amplia, poderosa y generativa: “¿qué tendría que ocurrir para que logremos colaborar en una iniciativa innovadora, conciliadora y legítima para toda la gente, nuestra organización y nuestro país? Le garantizo que formularla y reformularla tantas veces como sea necesaria, y a cuántos interlocutores como le sea posible, le generará respuestas tan insospechadas como transformadoras.