La calidad es el eje diferenciador
Por Ignacio Sánchez. La ley aprobada si bien presenta innovaciones positivas en el aseguramiento de la calidad, tiende a establecer una normativa excesivamente orientada al control, que posterga la promoción de la calidad y amenaza con restringir la autonomía de las instituciones.
El proceso de discusión de la reforma a la Educación Superior, ha sido largo y complejo debido a la variedad de temas e intereses que se entremezclan. Durante estos últimos años, se ha desarrollado una agenda más centrada en la organización, regulación y financiamiento, que en la calidad y la mirada de futuro de un sistema dinámico y flexible, que debe estar siempre abierto a los cambios que le presente el desarrollo de la nación.
El énfasis en la calidad incluye la necesidad de apoyar el proceso de transformación integral de una persona para dar un salto en su formación personal e intelectual. Lo anterior y la creación de nuevo conocimiento y su transferencia a la sociedad son pilares que sustentan la labor universitaria.
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Las universidades son un espacio único y privilegiado de reflexión cultural, investigación científica y debate de ideas. En ellas se cultivan la creación, el nuevo conocimiento, la verdad, el desarrollo del bien y de la belleza, para aportar al mejor crecimiento del país y de sus habitantes.
La diversidad de nuestro sistema requiere de una amplia libertad institucional, con el fin de que cada universidad aporte desde su propia misión e identidad. Esto agrega mayor calidad, amplitud de miradas y enfoques en las diferentes temáticas, lo cual favorece la consolidación de un país más democrático e integrado.
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En las principales universidades del mundo, la calidad es lo prioritario y transversal, lo que orienta temas de futuro, lo que está en la frontera de la innovación y el cambio.
Los temas esenciales en discusión tienen que ver con aspectos que potencian la misión y la identidad de las instituciones, junto con una permanente mirada al aporte sustantivo de la universidad a la sociedad.
En este contexto resultan prioritarios los esfuerzos por potenciar la ética, la innovación curricular y docente centrada en el estudiante y en sus nuevas capacidades, los nuevos métodos de enseñanza, las medidas para hacer más inclusivas a las instituciones -con énfasis en el acceso y retención de estudiantes de sectores vulnerables y que requieren atenciones educativas especiales.
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Así también, es importante destacar el aporte de la educación online, ya que es un tema de presente y futuro, hoy en fuerte desarrollo en las mejores universidades.
En el ámbito de la investigación, se aprecia una importante tendencia a la innovación, a la transferencia y al emprendimiento, con la participación activa de estudiantes de pre y posgrado, quienes interactúan de manera fluida con profesores e investigadores. Esto se da en un marco de trabajo amplio e interdisciplinario, entendiendo que es en la frontera de las disciplinas donde hay un conocimiento aún no descubierto.
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La apertura internacional, la creación de redes y el trabajo conjunto entre investigadores e instituciones son una característica muy importante a considerar. Es la manera de aprovechar las sinergias y capacidades individuales. Así también, el desarrollo de la sustentabilidad es de primera prioridad, ya que permite mirar el futuro con responsabilidad, en un entorno en que las universidades deben marcar la pauta en las sociedades en que se desenvuelven.
La ley aprobada si bien presenta innovaciones positivas en el aseguramiento de la calidad, tiende a establecer una normativa excesivamente orientada al control, que posterga la promoción de la calidad y amenaza con restringir la autonomía de las instituciones.
Este excesivo control también afecta de manera negativa la identidad de las universidades, sus planes de desarrollo y el futuro crecimiento de sus proyectos académicos. Esto es debido a que dentro de los aspectos a cuidar en la calidad están la formación de una planta académica de excelencia, la implementación de políticas para atraer a alumnos destacados, el desarrollo de un buen gobierno universitario-con participación activa de la comunidad- y la disposición y uso eficiente de recursos para desarrollar el proyecto universitario. Todos estos procesos se deben traducir en evaluaciones y acreditaciones de calidad, que sean externas y objetivas. Priorizar la calidad, ampliar la inclusión y nuevas oportunidades para los estudiantes, generar nuevo conocimiento de frontera en todas las áreas del saber y fortalecer el compromiso con las comunidades y el país, debe ser el permanente desafío de nuestras universidades.
*El autor es rector Pontificia Universidad Católica de Chile.
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