La constante amenaza de la abstención

A lo menos cuatro sorpresas dejó el proceso electoral del pasado domingo: la baja votación del candidato presidencial de Chile Vamos, Sebastián Piñera; la alta adhesión del Frente Amplio y de su candidata, Beatriz Sánchez; los positivos resultados anotados por el conservador José Antonio Kast y el sonado y sistémico fallo que registraron las encuestas políticas.

Lamentablemente, una de las constantes de las últimas elecciones se volvió a repetir: la alta abstención registrada durante el proceso electoral.

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La votación de anteayer tuvo la participación en el proceso presidencial más baja desde que se cambió al voto voluntario, marcando un 46% del padrón total, por debajo del 51% de la presidencial de 2013.

El 46%, además, pese a que no es del todo comparable, es la participación más baja respecto de una definición presidencial y se ubica cuarenta puntos por debajo del 87% de convocatoria que tuvo la elección presidencial de 1989.

A estas alturas, seguir culpando al cambio de sistema a inscripción automática y voto voluntario por la baja participación en las elecciones, parece más bien una trampa retórica.

Lo cierto es que estas elecciones confirman, tal como pasó en las municipales de 2016 (donde votó un tercio del padrón), que el desapego de la ciudadanía hacia la política es total. Que los electores no ven motivos para concurrir a las urnas y ejercer su derecho a votar. Atribuir esta desafección a un cambio legal no es justo. El análisis, más bien, debe venir desde la actividad política misma y abordar el cómo y por qué las dos coaliciones que han marcado la trayectoria política del país desde 1990 a la fecha, cada día pierden protagonismo, influencia y capacidad de convocatoria entre la gente.

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