El domingo 21 de marzo aterriza en Chile de manera indefinida la nueva presidenta de la Asociación de AFP, Alejandra Cox, quien ha estado radicada en Estados Unidos desde 1977, aunque con una interrupción de un par de años. Tiene un perfil técnico, viene de la academia y ahora llega a liderar uno de los sectores más turbulentos en Chile. Apenas fue anunciada como presidenta, la economista puso manos a la obra y empezó a reunirse telemáticamente con los equipos internos de la Asociación y con el actual gerente general, Fernando Larraín. También ha iniciado contacto con actores relevantes en la toma de decisiones, como senadores.
La diferencia horaria (5 horas) entre Santiago y donde hasta ahora reside, Los Ángeles, California, no ha sido un impedimento y algunas reuniones incluso las ha iniciado cuando allá ni siquiera ha amanecido. La ahora exconsejera de políticas públicas de Libertad y Desarrollo (renunció para asumir el cargo), cuenta desde EE.UU., mediante videollamada, que volver a Chile “es una gran oportunidad, porque tengo a mi madre que tiene 93 años, mi suegra y mis hermanos también están allá, pero especialmente para mi madre es una gran alegría que yo pueda estar en Santiago más tiempo”.
¿Qué le parece ser la primera mujer en presidir este gremio?
-Me da una gran alegría y es increíble cuántas mujeres me han escrito, no solo mis compañeras del colegio, gente que me conoce y que no me conoce. Noto una especie de alegría, de verse reconocidas, o ver la imagen de una mujer donde muchas piensan “podría ser yo”. Eso es muy emocionante.
¿Por qué decidió asumir este cargo?
Por cariño a Chile y mi gran convicción sobre la posibilidad de corregir nuestro sistema de previsión y seguridad social para el beneficio de todos y todas.
¿Pero por qué aceptó presidir una industria con tan mala imagen?
Primero que todo, es un gran reto, la situación del sistema de pensiones de Chile es algo que me viene preocupando, y he estado trabajando en esto por mucho tiempo. La verdad es que la preocupación por el nivel de las pensiones ya lleva años. Piense que la Comisión Bravo publicó su informe en 2014, y las recomendaciones que salieron de ahí son las mismas que tenemos ahora. Han pasado cerca de siete años y no hemos avanzado. Y de repente se produce este enojo en contra de las AFP, y mi reacción, conociendo bien el sistema, es que no corresponde... Yo entiendo que se culpe a alguien. A alguien se tiene que culpar, y las AFP son la cara visible, pero el trabajo que han hecho las administradoras es lo que les encomendaron y con creces.
Entonces, creo que es muy importante hacer la diferencia entre lo que es el sistema completo -que es un sistema mixto, basado en ahorros individuales, pero hay un apoyo estatal-, mirarlo y ver exactamente qué es lo que está mal. Rechazar a las AFP, que es la única parte del esquema que ha funcionado como se pensó y mejor, y se ha ido perfeccionando con el tiempo, sería un gran error. Esa es mi posición. Yo tengo mi vida en Los Ángeles con mi familia, por lo que es una cosa difícil, pero tengo muchas ganas de participar desde cerca y con más fichas en la mano. Entonces, cuando se me presenta esta oportunidad de venir a Chile y hacer esto, por un lado era difícil, y por otro lado ¿por qué no? Yo creo que sí lo puedo hacer, y eso fue lo que me llamó a aceptar el reto. Creo que hay soluciones y me gustaría cooperar en ese sentido.
Menciona que las AFP lo han hecho bien y es cierto que las rentabilidades que han obtenido han sido reconocidas, ¿pero no hicieron algo mal para llegar a tener esta imagen? No se hizo educación previsional, por ejemplo.
-Mirando hacia atrás, estaríamos todos de acuerdo en que podríamos haber hecho cosas mejores. Sin duda la educación es clave en esto. Sí, se podría haber hecho, y la preocupación por la educación ya está puesta, pero vamos atrasados. Me parece que cada crisis, como dicen los asiáticos, es una gran oportunidad. Y esa es la clave: a ver si esta crisis nos da una oportunidad para inspirar, especialmente a gente más joven, a preocuparse por su propia previsión.
¿No le complica estar en un cargo con tanta exposición, donde puede enfrentar ataques personales defendiendo a las AFP?
-Claro que es difícil estar expuesta. Pero con los años se va perdiendo el miedo a decir lo que uno piensa, aun cuando lo que uno piensa no sea lo más popular. Si yo no estuviera dispuesta a defender la manera en la que las AFP han enfrentado y cumplido con su mandato, no habría tomado la responsabilidad de representarlas.
¿Aceptó la presidencia por un período indefinido o con un límite de tiempo?
-Me gustaría estar en el cargo por lo menos dos años, quizás tres. Vamos a ver si me siguen queriendo los directores.
¿Ese período de tiempo lo define la Asociación para los presidentes o lo puso usted?
-Yo no he puesto ningún límite, lo normal es eso, es un trabajo bastante intenso, uno mira cuál es la tradición y normalmente eso es lo que ocurre, dos o tres años.
¿Tendrá un rol activo en la vocería del gremio, o esa parte la hará el gerente general?
-Mi compromiso es tener la vocería.
¿Y la va a compartir con el gerente general, que era hasta ahora el vocero?
-En este momento estoy trabajando codo a codo con Fernando, él ha hecho un trabajo realmente buenísimo, maravilloso, creo que en ese sentido son zapatos difíciles de llenar. Yo creo que cada persona tiene su estilo y evidentemente que él ya creó muchas redes y contactos, entonces no quiero un monopolio, tengo mi responsabilidad y la quiero cumplir, y voy a estar trabajando con él. En muchas cosas vamos a trabajar juntos, así lo espero, cuento con él.
La Asociación estaba en búsqueda de un nuevo gerente general. ¿Esa búsqueda sigue y la va a liderar usted?
-Así es, la asumiré yo.
¿Qué perfil buscan?
-Alguien como Fernando.
¿Va a participar directamente de las discusiones en el Congreso?
-Claro, esa es la idea, voy a seguir los pasos de Fernando, le voy a pedir muchos consejos, y hacia adelante tengo que tomar esa responsabilidad y lo quiero hacer. Ya me he puesto en contacto con algunos de los senadores.
El sistema y su futuro
¿Comparte las bases del sistema de capitalización individual?
-Las bases en que tenemos un sistema donde las personas ahorran y construyen una pensión para su vejez, por supuesto, es prácticamente la única manera, dado el envejecimiento de la población, porque repartir de los más jóvenes hacia los mayores, cuando las proporciones de la población cambian, es muy difícil. Hace 50 años las familias eran más grandes, los hijos se podían hacer cargo de los padres, pero ahora con familias de uno o dos hijos, eso se hace muy difícil, es lo mismo que pasa en la sociedad como un todo. Entonces, la única manera de prepararnos es mirar hacia adelante y prevenir con ahorro.
¿Cuál ha sido la falencia de fondo respecto de la promesa de buenas pensiones que se hizo cuando se creó el sistema? ¿ Cómo llegamos a este punto en que mayoritariamente la gente no quiere a las AFP?
-Ha habido tres grandes falencias. La más grande es que tomó un tiempo enorme entender que las lagunas previsionales eran un problema serio. Durante años no se hizo nada al respecto, aun cuando muchos técnicos señalaron que era una gran debilidad del diseño. Al final, la gente se estaba pensionando con 18 o 20 años de ahorros, y no, como se calculaba, con 40 años de cotizaciones. En segundo término, nos hemos desentendido del problema demográfico. Cuando el sistema empezó en 1981, los chilenos teníamos una esperanza de vida mucho más baja que Argentina. Hemos progresado más y hoy vivimos más que nuestros vecinos, y esto significa que, necesariamente, hay que ahorrar más recursos para la tercera edad. Eso debió haber empezado hace unos 20 años, pero hemos sacado la vuelta una y otra vez. La tercera falencia es que el Pilar Solidario es sumamente complejo, y la gente no entiende cómo funciona. Hay que simplificarlo al máximo y moverse hacia una pensión básica y universal, la que debe ser generosa y debe estar debidamente financiada.
Hace un par de meses dijo que lo que hoy se discute en el Congreso sobre la reforma previsional “es una política pública mala o insuficiente”. ¿Sigue pensando lo mismo tras los cambios que anunció el gobierno?
-Sí. Todavía no hablamos del tema demográfico, ni hacemos esfuerzos serios por enseñar, especialmente a los jóvenes, que la responsabilidad de su previsión es de ellos. Todavía estamos con la idea de que alguien se hará cargo, el Estado, nuestro empleador, nuestros hijos. Los escenarios ya cambiaron. Y si bien la ampliación del Pilar Solidario propuesta por el gobierno va en la dirección correcta, es preferible entregar un monto igual para todos, financiado con impuestos generales. Eso introduciría una solidaridad amplia.
Tal como está el proyecto, ¿es mejor que no se apruebe?
-Mejor que no se apruebe tal como está. En lo que sí se podría avanzar es en poner en marcha una verdadera pensión básica universal, que sea generosa y muy simple de administrar. Eso daría un respiro inmediato a los actuales pensionados y a quienes se pensionen en los próximos dos a tres años.
¿A qué se refiere con una pensión básica y universal? ¿Ahora que se propone extender el Pilar Solidario al 80% de la población, no es casi universal?
-Claro, pero yo diría universal, no 80%.
¿Para todas las personas de la población que no consigan ahorrar un monto determinado?
-No, para todos, pensión básica universal, porque nunca se sabe lo que le va a pasar a una persona cuando se pensione. Esa base tiene que estar asegurada y toda persona, sobre eso, construye su previsión.
¿Y tiene una aproximación de monto?
-Vale más que lo que se está proponiendo ahora, pero interesantemente no es mucho más. La idea es que haya una pensión básica universal y un programa para que ese beneficio se vaya financiando con aportes del Estado anualmente, y que haya un cuidado de proyectar cuánto va a costar, y ser disciplinados.
Pero si ya se cuestiona que no es claro que hoy haya financiamiento para extender el Pilar Solidario al 80% de la población, ¿están los recursos para una pensión básica para el 100% o esta es una propuesta más a largo plazo?
-Creo que con voluntad todo se puede. Hoy, tal cual está nuestro sistema básico (Pilar Solidario), no conversa bien con la noción de ahorro, entonces hay que arreglar eso, hay que mejorar esa parte, y no se trata solo de dar un poco más; es hacerlo más simple, más claro, y creo que la mejor manera es ir hacia una base para todos.
¿Cuál sería una reforma ideal al sistema?
-Cuatro elementos: primero, una pensión básica universal para quien llegue a la edad legal de pensión. Segundo, conexión entre la edad legal de pensión y la esperanza de vida. Tercero, asegurarse de que las lagunas se reduzcan al mínimo. Y cuarto, incentivar con fuerza el ahorro. Y, por supuesto, se debe continuar con los programas de invalidez y sobrevivencia, e incorporar el seguro de dependencia severa.
¿Y el 6%?
-Por lo menos hay acuerdo en el porcentaje. En el contexto actual, dada la fragilidad del mercado de trabajo, es mejor avanzar poco a poco en el aumento de la cotización obligatoria. En todo caso, esos aumentos no ayudan a quienes no contribuyen. Tenemos que trabajar para incorporar a todos los trabajadores al sistema de ahorro, promover los programas de ahorro voluntario y darle total libertad al trabajador para ahorrar con instituciones con y sin fines de lucro, mientras todas ellas sean reguladas con la misma mira a proteger los ahorros.
El exministro de Hacienda Rodrigo Valdés dijo esta semana que con esta reforma se está complejizando más el sistema, y que hay que hacer todo lo contrario, simplificarlo. Ejemplificó con los descuentos por permanencia. ¿Está de acuerdo, le complica lo que dice el proyecto sobre la industria?
-Creo que los detalles de las cosas de la industria no son tan interesantes para el público en general, hay que poner la atención en temas de confianza, lentamente retomar la confianza en un sistema que está altamente regulado, donde los ahorros de las personas están protegidos. Eso es lo que tenemos que enfatizar. Los detalles de cuánta más o menos libertad se da a los que manejan los fondos para hacer distintas cosas, eso es como la letra chica de la ley, pero creo que hay que asegurarle a la gente que lo que se va a hacer es para su protección y para que sus ahorros rindan más. De eso se trata, ese es el énfasis.
¿Hoy es un buen negocio ser dueño de una AFP?
-(Risas) No creo.
Tras los retiros del 10%, el gobierno ajustó la rentabilidad mínima que necesita el fondo común de la reforma para ser sostenible en el tiempo, desde el 2% al 2,7%. ¿Le agrega incertidumbre, o a futuro se pueden lograr retornos de ese tipo sin problemas?
-Esta pregunta nos devuelve al tema inicial y a lo que me motiva a participar en la búsqueda de la solución al problema en que estamos. Cuando se trata de pensiones, la aguja que se mueve sin retorno es el envejecimiento. En programas de transporte o educación, por ejemplo, cuando se contempla un proyecto, se calculan los costos de inversión y de operación, y se destina un presupuesto. En pensiones los gastos en beneficios crecen con el aumento en expectativas de vida. Por eso, y como cada vez vivimos más, los sistemas de reparto no se sostienen en el tiempo. Por eso son más y más países los que han reducido el rol de los sistemas de reparto, dándole más importancia al ahorro, ya sea obligatorio, o voluntario con incentivos. Los compromisos que toma el Estado en pensiones tienen que concentrarse en una pensión básica universal, la que obviamente tiene que estar financiada.
¿Qué piensa de todo el movimiento que se generó de No+AFP?
-Lo veo en el contexto de mucha frustración ciudadana, tanto en Chile como en el resto del mundo en los últimos 20 años. Lo asocio a la tecnología y a un mercado laboral crecientemente poroso. Esto ha revolucionado el mundo del trabajo, obligándonos a aprender sin recreo, y ha creado mucha incertidumbre. Por otra parte, la misma tecnología nos presenta, a través de las redes, mundos más felices, soluciones rápidas, y cosas a las que no podemos aspirar. La frustración lleva a la búsqueda de un culpable. En otros países se ha culpado al Fondo Monetario, a los inmigrantes, al Mercado Común Europeo. En Chile se culpa al “modelo”. Pienso que las AFP son un foco visible que se asocia con este “modelo”. Y, claro, el hecho de que tanta gente tenga pensiones extremadamente bajas contribuye a la frustración.
¿Qué tratamiento debiera tener el tema de las pensiones en la nueva Constitución?
-Le voy a dejar esa respuesta a los constituyentes, que tomarán la responsabilidad de estudiar estas cosas y entregarnos la mejor solución que encuentren.
¿Por qué cree que el país aprobó no uno, sino dos retiros del 10%?
-La gente tenía necesidades y angustias. Para muchas personas la pandemia ha sido feroz, y la verdad es que la ayuda oficial fue lenta. Una vez que se hizo evidente que la emergencia sanitaria iba a durar más de un año, el gobierno debió revisar sus ayudas y acelerarlas. Dada esa situación, y la baja cobertura del seguro de desempleo, quedaban solo las AFP como instituciones preparadas para hacer pagos rápidos. La gente, en su desesperación, recurrió a esos fondos.
¿Cree que podrían venir más retiros?
-Puede ser. Pero es una mala idea. El gobierno debe hacer todo lo que sea necesario, insisto, absolutamente todo lo requerido, para evitarlo.
La Superintendencia de Pensiones dijo que con un tercer retiro, la pensión promedio bajaría casi un 29% y más de la mitad de los afiliados se quedaría sin saldo.
-Es una tragedia.