El 3 de marzo de 2020 el Ministerio de Salud dio cuenta de un hecho que cambiaría por completo nuestra forma de vivir: en Chile registramos el primer caso de coronavirus y, con ello, la llegada de un abanico de consecuencias e incertidumbre que ofrecía una pandemia en tiempos modernos.
Graves afecciones de salud, confinamientos prolongados que llevaron a la imposibilidad de realizar labores cotidianas, problemas relacionados con las emociones y salud mental, crisis económicas y el lamentable fallecimiento de miles de compatriotas son parte de la experiencia que significó enfrentarse al SARS-CoV-2. A dos años de esto, puedo decir con propiedad que hay dos conceptos que nos hacen sentido, sobre todo por nuestro rol en materias de prevención, salud y el cuidado de los trabajadores: hablamos del aprendizaje y las adaptaciones.
Un primer desafío es que nos enfrentamos por primera vez a un virus que podría ser considerado como una enfermedad profesional. Es decir, ante un virus ya transformado en pandemia, debíamos ser capaces de determinar el origen de la enfermedad para establecer si era una enfermedad que el trabajador o trabajadora contrajo a causa o con ocasión de su trabajo, o en su ámbito personal. En nuestro caso, como Mutual de Seguridad hemos atendido a más de 162.000 pacientes con exámenes PCR y prestaciones médicas, proporcionamos más de MM$24.000 en subsidios tanto a personas positivas (MM$6.500), como a sus contactos estrechos laborales (MM$17.500).
A nivel de prestaciones de salud, una segunda lección que nos está dejando la pandemia es la posibilidad de trabajar como un sistema integrado de salud, una unión que evidenció que es posible el trabajo en conjunto entre prestadores, independiente del sistema al que pertenezcan, poniendo el foco en el cuidado de las personas. Me atrevería a decir que ni el sistema público ni el privado podrían haber resuelto las necesidades por sí mismos, y esta complementariedad para actuar en conjunto es un activo país que debemos cuidar.
Una tercera lección de la pandemia es que resaltó el valor de la prevención en general y en el ámbito laboral en particular. Para nosotros el componente preventivo de la seguridad y salud en el trabajo ha sido siempre un eje central de nuestro quehacer: lo preventivo y lo curativo no son problemas independientes; desde los inicios del seguro social de accidentes del trabajo y enfermedades profesionales se ha entendido que tenemos que ser capaces de aprender a gestionar los riegos, para evitar que las situaciones que generan los accidentes se repitan y podamos disminuir de manera permanente los trabajadores que sufren una dolencia con ocasión de su trabajo. Además, tuvimos que aprender que la prevención, que cualquier institución haga, debe considerar el contexto familiar y personal, saliendo del territorio y responsabilidad exclusiva de la empresa para trasladarse a las casas, trayectos y actividades sociales de los trabajadores.
Como Mutual de Seguridad hace más de un año centramos nuestra gestión en lo que denominamos “aprender a vivir y trabajar en tiempos de coronavirus”. Hemos retomado una nueva normalidad, con mascarillas, aforos y protocolos de intervención en las empresas para reducir el riesgo de contagio de sus trabajadores. Más de 1.000 centros de trabajo de nuestras empresas adherentes han obtenido el sello Covid, que certifica la implementación de acciones relevantes para disminuir el riesgo de contraer coronavirus en el lugar de trabajo. Pero también cada uno de nosotros, como trabajadores, hemos tenido que asumir nuestra propia responsabilidad cumpliendo aquellas restricciones que ha impuesto la autoridad y manteniendo las medidas de autocuidado para proteger a nuestra familia, nuestros compañeros de trabajo y la sociedad como un todo.
En suma, la pandemia ha sido, sin dudas, una experiencia dolorosa para muchas familias chilenas y un desafío que hemos tenido que ir enfrentando con mucha incertidumbre. Quizás esa misma carga es la que permitió que instituciones como la nuestra respondieron buscando nuevas herramientas desde el aprendizaje y la adaptación, cualidades naturales que tenemos los seres humanos frente a las adversidades. Creemos que este aprendizaje no se olvidará fácilmente y que sabremos incorporarlo a la labor que tenemos en beneficio de los trabajadores y sus familias.