Hace un siglo nuestro país tuvo un período de gran convulsión política. Tras un auge económico de más de treinta años -la “belle époque”-, la caída del salitre y la gran depresión del 29 generaron el caos. Y este fue general; en Alemania, por ejemplo, la República de Weimar dio paso al nazismo.
El hilo común en estas convulsiones es que los sistemas políticos fragmentados, enfrentados a crisis económicas, devienen en anarquía política. Algo de eso está ocurriendo en la actualidad. Martin Wolfe, editor del “Financial Times”, ha hablado de la “crisis del capitalismo democrático”.
Chile, sabemos, se beneficia de los auges en el comercio mundial. Y el dinamismo económico actúa como conciliador. Las expectativas de las familias están al alza y se tienden a postergar -no se ve su urgencia- las reformas socio económicas más conflictivas. Una tregua antes de la próxima tormenta que, empero, llegará con la siguiente crisis económica global.
La crisis de 2008-09 marcó el fin de un auge global de veinte años. El crecimiento del comercio mundial cayó a la mitad, las exportaciones regionales a la tercera parte y las del África subsahariana a la quinta. El mundo crece menos y las tensiones comerciales escalan. La región y nuestro país han reducido su tasa de expansión a la mitad.
En este marco, las reformas socio económicas se hacen más necesarias, pero mucho más difíciles. Y la fragmentación política, como antes, no ayuda. Las reformas complejas son tierra fértil para las propuestas “facilistas” que, construyendo un chivo expiatorio, bloquean las soluciones de fondo. Estas últimas implican tiempo y costos que pocos están dispuestos a absorber. Por eso necesitamos poner paños fríos.
Veamos brevemente dos ejemplos de chivos expiatorios. La previsión y la educación.
La debilidad del diseño previsional actual es tal que la pensión autofinanciada promedio es inferior a la quinta parte del sueldo. Aún con PGU, los pensionados de sueldos medios no reciben ni la mitad cuando se retiran. Simulaciones de la tasa de reemplazo hacia 2070, considerando 16 puntos de cotización en las cuentas individuales, administración costo efectiva y mayor densidad de las cotizaciones, las sitúan en el orden del 70% para los salarios medios y 60% para los salarios bajos.
¿Qué significa esto? Muestra que el desajuste actual (% de cotización y densidad) es tan colosal que, aún con esos cambios tan significativos, las pensiones de los estratos medios y bajos continuarían relativamente modestas. ¿Dónde está el chivo expiatorio? En hacer creer que todo esto se puede arreglar con un mero cambio de la industria que administra los fondos. Hay allí cambios necesarios, pero distan de resolver siquiera una parte relevante del problema.
Veamos ahora la crisis de la educación pública. Tras cuatro décadas desde el traspaso de los colegios públicos a los municipios, la crisis de gestión se había hecho evidente para la comunidad escolar y una mayoría de los alcaldes. Sucede que el municipio es una división administrativa pequeña y desigual, con insuficiente escala, recursos y capacidad de gestión. Además, está sujeto al ciclo político. Tras una larga discusión, se aprobó una nueva estructura técnico-administrativa, los SLEP, que le daba mayor escala y capacidad al órgano intermedio. Se trataba de órganos territoriales, descentralizados, con bastante autonomía, que buscaban cercanía con la comunidad. La ley estableció una larga transición y un transversal consejo de evaluación que fuera proponiendo afinamientos en el camino. Pues bien; bastó un tropiezo en uno de ellos, que debía haber servido para ulteriores correcciones al diseño -ya insinuadas por el consejo de evaluación-, para que voces comenzaran a reclamar una reversión de la reforma, haciendo de los SLEP el nuevo chivo expiatorio.
En mi opinión el origen de esta incapacidad para consensuar rumbos está en las reglas de nuestro sistema político. Gobiernos de minoría que quedan prontamente paralizados por oposiciones (varias) que levantan chivos expiatorios y que dan paso a nuevas administraciones, de distinto signo, que padecerán el mismo derrotero. Urgen reglas que permitan gobiernos de mayoría, con pocos actores que las posibiliten, que logren llevar a cabo sus reformas y que la ciudadanía pueda juzgarlos según el resultado de estas. La maduración y continuidad de las políticas públicas en el tiempo no es posible en la actual fragmentación, como lo muestra la experiencia local e internacional.