Columna de Óscar Landerretche: Más segundas vueltas, menos elecciones
Hoy celebramos la segunda vuelta de las elecciones a gobernador. Es una elección importante. No lo es porque el cargo de gobernador esté completamente bien perfilado y definido. No lo está. Muchos pensamos que la reforma que estableció la elección de gobernadores fue muy mal hecha, de facto creando un cargo bastante simbólico con pocas atribuciones. Más aún, pensamos que la incapacidad del Presidente de la República de cumplir su promesa de terminar con la figura del delegado presidencial es muy desafortunada.
No es un cargo institucionalmente maduro y, por ende, son los primeros gobernadores los que lo irán perfilando. Si se instalan en esos cargos figuras demagógicas y carnavalescas, reproductoras de la frivolidad mediática que tanto daño le han hecho a la política, probablemente serán cargos a los que nadie le querrá dar más atribuciones y responsabilidades en el tiempo. Si, en cambio, se eligen a personas responsables y maduras; serias; con visión de Estado y vocación de gestión, el cargo irá creciendo y cobrando mayor importancia. Para quienes somos partidarios de más descentralización (o incluso del federalismo, como es mi caso) es importante que ello ocurra. Pero, para eso, la ciudadanía debe tratar de convertir su voto en un gesto de responsabilidad republicana y no simplemente en un saludo frívolo a banderas tribales.
Es importante que exista segunda vuelta para gobernadores, porque es un cargo en el que uno quisiera que la persona electa represente un mandato ciudadano mayoritario. Las segundas vueltas combinadas con el voto obligatorio obligan a las candidaturas a tratar de pensar en sus plataformas como proyectos mayoritarios y no como manifiestos utópicos dirigidos a nichos políticos. La misma lógica se encuentra detrás de la segunda vuelta para la Presidencia de la República.
Una diferencia, como sabemos, es que el porcentaje mínimo de primera vuelta para evitar una segunda vuelta en gobernadores es 40% en vez de 50%, como ocurre para la presidencia. Nunca me hizo demasiado sentido eso, pero me imagino que se hizo para reducir costos evitando algunas segundas vueltas. Me parece equivocado ese ahorro: el estándar debiera ser 50%, lo que, por cierto, habría implicado algunas segundas vueltas más a celebrarse hoy.
Creo firmemente en las segundas vueltas para cargos uninominales. Soy un fan de las segundas vueltas. Tanto que creo que debiese existir para las alcaldías. Creo que es importante hacerle la vida difícil a proyectos políticos extremos de vocación minoritaria y ésta es una forma de hacerlo. Más aún, en la reforma política ideal de mi gusto, la Cámara de Diputados estaría compuesta por 130 circunscripciones uninominales (con segunda vuelta) y 25 diputados de lista nacional proporcional con requerimiento mínimo de 7% para integrar el Parlamento; y el Senado, por 40 circunscripciones uninominales (con segunda vuelta) y 10 senadores nacionales proporcionales. Muchas y muchas segundas vueltas.
Pero, calma, antes de que le dé un ataque surtido a la gente del Servel, sólo clarificar que la idea que proponemos es más segundas vueltas pero menos elecciones.
Si, leyó bien: menos elecciones.
Si se cumple el calendario electoral (y asumiendo que habrá primarias y segunda vuelta presidencial), entre 2020 y 2025 vamos a haber tenido 14 elecciones, un promedio de 2,3 elecciones por año o, si se quiere, una elección cada 5 meses.
Es esperable que a la gente que se dedica profesionalmente a la política les gusten las elecciones. Es más, es probable que uno de los atributos que hacen más probable que alguien se dedique a la política es que le atraiga la adrenalina y la tensión, la incertidumbre y la ritualidad, el festival de invectivas y la atención mediática, el contacto ciudadano y la emotividad, la histeria, los tuits, los cahuines, todo. Simplemente les gusta. Nunca van a decir que no a más elecciones. Francamente… les encanta. Y si encima hay cargos y recursos en disputa, bueno… ¿Qué le hace el agua al pato?
Pero a la gente no le gustan tanto las elecciones. Les gusta, pero no a cada rato. Entienden que son necesarias y se sienten orgullosos de que funcionen bien en Chile, pero quizás cada dos o tres años está bien, no a cada rato. Es bueno el cilantro… pero no tanto.
¿Cómo hacemos para tener menos elecciones y al mismo tiempo este tsunami de segundas vueltas?
Fácil, con voto ranqueado.
¿Cómo funciona?
Simple: se le pide a la gente que en vez de marcar una preferencia con una línea, marque con un “1″ su primera preferencia, con un “2″ su segunda, “3″ su tercera y “4″ la cuarta.
Una de las virtudes de este tipo de sistemas es que permite evitar la necesidad de una segunda vuelta para cargos uninominales en que se demanda un 50% +1 de los votos para ser electo. El sistema de voto ranqueado permite, de hecho, generar una “segunda vuelta automática”.
¿Cómo se hace?
Primero se cuentan las primeras preferencias, si alguien obtiene el 50% +1 queda electo. Si nadie lo logra, se toman las segundas preferencias del último candidato y se asignan, si alguien pasa el 50%, listo. Si no, se toman las segundas preferencias del penúltimo candidato, luego las del antepenúltimo y así. Si no se logra con las segundas preferencias, se usan las terceras, si no las cuartas... hasta que alguien logra el 50%+1.
La idea de que esto es demasiado difícil de entender para la ciudadanía (que lo he escuchado) la encuentro absurda. Es completamente factible de explicar. Aprender a marcar “1″, “2″, “3″ y “4″ ¿será realmente para tanto?
Tampoco tendría que cambiar mucho nuestro ritual electoral. En los días de elección, nuestros vocales podrían contar al tiro los “1″ como siempre lo han hecho para que sigamos teniendo nuestros resultados rápidos al final del día. Los que ganen en primera vuelta lo sabrían al toque, temprano en la tarde del domingo. Las demás preferencias se registrarían en una tabla manual que llenarían los vocales.
Basta con que en cada mesa haya un delegado del Servel con un tablet que lea electrónicamente los votos y registre las preferencias de cada voto con una app y tecnología relativamente trivial para los tiempos que corren. La app podría registrar también el registro de tabla manual y cotejar. El sistema podría permitir dar relativamente rápido los resultados de segundas vueltas automáticas un poco más tarde ese día. Para elecciones apretadas, no se darían los resultados en base al sistema y se haría un conteo físico basado en las tablas manuales de preferencias que llenarían los vocales. Tomaría, quizás, un día más.
¿Muy loco? Bueno, sepa usted que es un sistema que se usa en Australia e Irlanda para elegir sus cámaras bajas de 151 y 170 miembros, respectivamente.
Sería un sistema que combinaría varias virtudes: fomentar mandatos mayoritarios, reducir los incentivos a la fragmentación política, reducir el número de elecciones a las que se convoca a los ciudadanos para no latear tanto y reducir el costo del proceso electoral.
Se podría hacer un piloto y testear en algunas primarias parlamentarias del 2025 si es que los partidos participantes de algún pacto estuviesen de acuerdo. Son elecciones voluntarias, más chicas, acotadas, locales y de bajo riesgo. Se arma un proyecto en el Servel, se traen expertos de lugares que lo han implementado y, con resultados en mano, se evalúa el sistema.
Piénselo. Comparado con las cabezas de pescado y payaseos que hemos estado haciendo en la política chilena… es un experimento con potencial de aprendizaje y de muy bajo riesgo… tan bajo riesgo que es hasta fome… ultrafome… más fome que acuario de almejas.
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