Columna de Tomás Casanegra: El problema de la desigualdad

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Tomás Casanegra

"La razón por la que el 'chancho estaría mal pelado' no la tiene clara ni siquiera los expertos. En los últimos años hemos visto como tasas en el suelo han contribuido a una mayor desigualdad, incrementado la riqueza de la minoría que posee activos financieros".


Sin consenso en su definición, menos en su causa, veo difícil que alguna solución propuesta por los expertos sea mejor que vana. Si agrego el aporte de los políticos, para los cuales el asunto es “inmoral” y su solución “evidente”, auguro que el problema de la desigualdad caerá en una de las dos categorías de Barros Luco: o se resuelve solo o no tiene solución.

Muchas dudas tengo respecto a este problema y la primera tiene que ver con su alcance. ¿La desigualdad es indeseada entre personas de un mismo país, o también lo sería entre un suizo y un haitiano, por ejemplo? ¿Un incremento brutal de la desigualdad en un país, que a su vez lleva a una reducción de la desigualdad global, como ocurrió producto de millones de chinos que abandonaron la pobreza, es un avance o retroceso en la lucha contra la desigualdad? Si bien todos somos parte de una misma especie, por lo que debiéramos apuntar a reducir la brecha global, percibo que la desigualdad que incomoda es bastante más local. Nórdicos “injustamente” más ricos que nosotros no nos desagradan. Compatriotas, vecinos, coapoderados del colegio “injustamente” más ricos, sí. Procurar la “cohesión social” (que no nos matemos por envidia), más que luchar por un mundo mejor, pareciera ser la motivación para solucionar el problema.

La razón por la que el “chancho estaría mal pelado” no la tiene clara ni siquiera los expertos. En los últimos años hemos visto como tasas en el suelo han contribuido a una mayor desigualdad, incrementado la riqueza de la minoría que posee activos financieros. Sin embargo, el gurú de la desigualdad, Thomas Piketty, culpa al fenómeno contrario: el incremento de la desigualdad se produce porque las tasas de interés (retribución del capitalista) son mayores que el crecimiento de la economía (retribución del trabajador). Al usar de manera indistinta capital (activos reales) y riqueza (principalmente activos financieros que pueden estar construidos varias veces sobre un mismo subyacente real, o ni siquiera), se llega a conclusiones erradas como las de Piketty. Imagine el nivel de conclusiones al que se puede llegar si además se usa indistintamente riqueza y dinero, como lo hace habitualmente la Fundación Sol para sembrar cizaña contra algún millonario chileno mientras propone alguna no-solución.

Como puede ver, el problema ya es complicado, pero si a eso le agregamos la solución “evidente” de los políticos, que en Chile siempre es más impuestos (la otra solución mágica para ellos es “falta legislar”), la posibilidad de contar con una solución de verdad se aleja aún más. Como habitualmente repito en estas columnas, el gobierno podrá determinar quién debe pagar tal o cual impuesto, pero será el mercado el que determinará quien asuma ese costo. Todos decidimos mover el lápiz, o no, por un ingreso después de impuesto (no antes), por lo que la progresividad de nuestros impuestos la transferimos bajo criterios “no progresivos” en el momento que salimos a la calle e interactuamos económicamente con los demás.

En resumen, no se logrará la “meta” del gobierno (suerte que no se puso ninguna meta en todo caso) de reducir la desigualdad. Es más, la inflación desatada, junto con presiones de grupos acomodados para obtener regalías (condonación del CAE y gratuidad, por solo dar un ejemplo) la van a incrementar. La desigualdad solo puede caer si la contribución económica que hacemos a la sociedad, a juicio de la sociedad, es menos desigual. Pero eso requiere un quehacer público de calidad por un período muy prolongado.