Columna de Tomás Casanegra: “¿Por qué votaré ‘A favor’?”
“Idealmente una Constitución debe abarcar al mayor espectro posible, pero creer que la Constitución de “Pinochet/Lagos/Congreso/Muerta” es el punto de llegada y de tranquilidad final para la extrema izquierda, es absurdo”.
Como no me gustan las columnas que ponen de título una pregunta para después no responderla, parto respondiendo la mía: votaré a favor porque me conviene. Así es la democracia, una persona, un voto. Cada uno vota libremente, velando por sus intereses mundanos (una sociedad ideal no es algo que la política pueda entregar); y cada uno lo hace sin cargo de conciencia, ya que sabe que los demás tienen su propio voto para hacer lo que quieran con él.
Lo que a mí me conviene, y espero que a una mayoría de mis compatriotas también, es terminar con la incertidumbre que hemos vivido por cuatro años y que nos tiene estancados, sino paralizados, económicamente. Si bien ninguna de las dos opciones, “A favor” o “En contra”, garantiza el fin de este nefasto proceso, sí creo que la probabilidad que aquello ocurra es mayor de ganar el “A favor” que de ganar el “En contra”. Primero que nada, porque nuestros políticos, gente de columna vertebral flexible, y que al igual que todo el mundo hacen lo que les conviene en todo momento y en todo lugar, necesitan desesperadamente algo de qué agarrarse. Necesitan una historia fácil de contar, algo así como: “Casi el 80% de nuestros compatriotas pidió hace tres años una nueva Constitución, mandato que damos por cumplido con este ejemplar aprobado hoy”. Que el nuevo ejemplar sea bien parecido a la Constitución vigente, no importa. Lo que importa es hacer el costo hundido del nefasto proceso, darlo por terminado, y recuperar el tiempo perdido.
Entiendo a la izquierda que vota “En contra”, ya que un triunfo de esa opción los dejaría con una ventana abierta hasta la próxima crisis para modificar la Constitución actual en el Congreso (con menor quórum) o en una asamblea. No entiendo, sin embargo, a esa derecha que va por la misma opción. Por mucho que reclamen contra la clase política: que son blandengues, que se dejaron llevar por las masas, que se arreglaron entre cuatro paredes, que fueron traidores o cobardes, etc. Eso es leche derramada, y usar esta elección para “darles una lección” a los políticos para que “aprendan”, me parece una locura. Con bastante dificultad uno logra educar a los niños propios, para más encima pretender educar a viejos ajenos.
Alguien me compartió por X un modelo que pone a la extrema derecha y a la extrema izquierda en cada punta de una herradura, para ilustrar que ambas se encuentran más próximas entre sí que lo que cada una lo está del centro. Interesante lo encontré yo, es como que el anti-comunismo de la derecha o el antifascismo de la izquierda no fueran tan intensos como el anticentrismo de ambos. Veo bastante de eso en esta elección: dos extremos muy tranquilos con que el otro extremo vote lo mismo que ellos, pero muy molestos con un centro que hace lo contrario.
Idealmente una Constitución debe abarcar al mayor espectro posible, pero creer que la Constitución de “Pinochet/Lagos/Congreso/Muerta” es el punto de llegada y de tranquilidad final para la extrema izquierda, es absurdo. Un “vamos a mantener la Constitución vigente” puede ser un espejismo atractivo para la extrema derecha, pero no por eso deja de ser un espejismo, y la izquierda bien lo sabe. Por todo lo que significa esta elección, creo que de ganar el “En contra”, el lado caliente del sartén, y por consiguiente el papel de “útiles”, se lo adjudicará esta peculiar derecha “En contra”.
Si bien no me gusta comenzar con una pregunta sin responder, voy a terminar haciéndolo: ¿A ese porcentaje de personas que se identifica con la derecha y que votará “En contra”, realmente le conviene ese resultado?