Tras el resultado de la votación de la reforma tributaria, un cabizbajo ministro de Hacienda, Mario Marcel, comenzó lentamente a guardar sus documentos en su maletín. De vez en cuando se daba vuelta para mirar la pantalla de la sala de la Cámara, aparentemente tratando de encontrar una explicación.
En esos instantes, Marcel estaba acompañado por las subsecretarías Macarena Lobos (Secretaría General de la Presidencia) y Claudia Sanhueza (Hacienda), quienes en silencio se levantaron de sus asientos en la testera. A ellos se sumó segundos después la ministra secretaria general de la Presidencia, Ana Lya Uriarte, quien monitoreó la votación afuera de la sala y también se veía afligida por el resultado.
Por 73 votos a favor, 71 en contra y tres abstenciones (votos que se suman a los rechazos) la reforma tributaria no alcanzó la mayoría de la Sala para ser aprobada en su idea de legislar. Solo faltaron dos votos para que una de las iniciativas más emblemáticas del programa de gobierno sorteara su primera valla legislativa.
Era la peor derrota legislativa sufrida por el gobierno en vista del carácter estratégico de un proyecto que suma ocho meses de tramitación, cuyo fracaso también tiene un componente histórico. Era la primera reforma tributaria que sufría un rechazo en su idea de legislar en su primer trámite ante el Congreso.
Con este resultado, al Ejecutivo solo le queda esperar un año para poder reingresar el proyecto o bien pedir una insistencia ante la Cámara Alta -alternativa que ayer en la tarde era poco viable del punto de vista político- para que dos tercios de los senadores (es decir con una parte importante de la oposición) dieran la autorización para reponer su discusión.
Factor clave en la derrota del gobierno fueron las ausencias de tres diputadas de la bancada ecologista-independiente, que salieron de la Sala justo antes de la votación: Pamela Jiles, Mónica Arce y Viviana Delgado. Aunque por un inconveniente personal tampoco votó el UDI Gustavo Benavente, el sorpresivo desmarque de las tres legisladoras generó inmediatamente reacciones en la sala.
Tras la difusión de la votación en la pantalla, diputados de las bancadas del Frente Amplio y del PC le comenzaron a gritar a Jiles, Arce y Delgado. Esta última diputada había sufrido un altercado el día anterior con el ministro de Educación, Marco Antonio Ávila, quien le habría respondido en forma agresiva ante los emplazamientos de la parlamentaria por la emergencia sanitaria que afecta a los alumnos del Liceo Reino de Dinamarca de Maipú.
Aunque desde la bancada ecologista-independiente descartaron una relación con el episodio de Ávila, varios legisladores interpretaron el desmarque de las tres diputadas -quienes tras la votación regresaron a la sala- como una represalia por la situación vivida por Delgado, quien incluso terminó en la enfermería debido a una crisis hipertensiva tras su cruce verbal con el titular de Educación.
A pesar de las muestras de solidaridad que expresaron durante la jornada varias parlamentarias e incluso el mismo ministro Marcel, Delgado -al igual que Jiles y Arce- se vio sometida a las recriminaciones.
“¡Cagaste a Chile!”, le gritó la diputada PC Marisela Santibáñez, en un mensaje dirigido aparentemente a Jiles o a una de las legisladoras. El presidente de Convergencia Social, Diego Ibáñez, quien se refregaba la cara con las manos en un gesto de ofuscación, también lanzó algunas palabras fuertes. Al coro de gritos también se sumó la comunista Karol Cariola.
Hasta el pupitre de Delgado, se acercaron Helia Molina (PPD) y Jaime Naranjo (PS) para pedirle alguna explicación. A esa discusión también se sumó Jiles y Arce, quien a su vez fue encarada por la frenteamplista Marcela Riquelme, que la apuntaba con el dedo.
En la votación también hubo dos ausencias de diputadas oficialistas (Lorena Fries y Claudia Mix). Aunque sus inasistencias no incidieron en la derrota -pues estaban pareadas con Andrés Longton (RN) y Mauro Gonzalez (RN)-, igualmente generaron malestar en las filas oficialistas.
Además, desde las distintas bancadas gubernamentales se comenzó a configurar un diagnóstico crítico de la estrategia que definió La Moneda para sacar la reforma tributaria, ya que no se le dio importancia a ciertas advertencias.
De partida, varias diputadas feministas estaban molestas por la decisión de La Moneda de forzar la votación durante el Día Internacional de la Mujer, lo que hacía chocar dos hitos importantes en una misma jornada.
Luego, el tema del ministro Ávila complejizó el cuadro y ya desde la mañana se preveía que podía enredar una votación que se pronosticaba que sería estrecha.
Otra señal que el gobierno no habría ponderado adecuadamente fue la posición de los llamados grupos no alineados, que no se inscriben ni el oficialismo ni la oposición. Si bien los legisladores DC votaron a favor, exmilitantes de ese partido como Miguel Ángel Calisto, Joanna Pérez y Jorge Saffirio votaron en contra junto a los miembros del PDG (Karen Medina y Rubén Oyarzo) y la independiente Erika Olivera. Todos ellos, incluso desde la Democracia Cristiana, le reprochaban a Marcel falta de flexibilidad a la hora de negociar.
Por su parte, las abstenciones corrieron por cuenta de tres diputados independientes (Andrés Jouannet, Enrique Lee y Gaspar Rivas) que tampoco se sintieron convocados por la iniciativa del gobierno.
Luego de la ronda de declaraciones por parte de la bancadas opositoras, Marcel y Uriarte caminaron escoltados por varios diputados hacia la zona de los puntos de prensa, donde tuvieron que aguardar pacientemente su turno para intervenir antes las cámaras de televisión.
Allí algunos como Oyarzo, Medina y Pérez aprovecharon de reiterarles en público la falta de disposición a negociar.
Inmediatamente, Marcel y Uriarte trataron de despejar que el gobierno siempre estuvo abierto a dialogar y pusieron como evidencia que se ingresaron más de 90 indicaciones en los ocho meses de discusión de la reforma, que recogían precisamente sugerencias de parlamentarios.
“La ideología se impuso”
“Lo que hemos tenido en esta votación es que la ideología se impuso sobre el pragmatismo, la ideología se impuso sobre el diálogo. El Ejecutivo presentó cerca de 90 indicaciones a este proyecto, participó en la tramitación de este proyecto durante ocho meses y antecedió a eso un proceso de diálogo con la ciudadanía. Por lo tanto, quienes simplemente se ampararon en eslóganes, en ideología, son los que hoy, desgraciadamente, se han impuesto en esta votación”, dijo el ministro de Hacienda.
Marcel también, aludiendo a los argumentos para defender la reforma tributaria, destacó que su rechazo es una mala noticia para las mujeres, la clase media, las empresas de menor tamaño y el desarrollo del país y enumeró algunas políticas que quedaban en suspenso por la menor recaudación como aumento de la Pensión Garantizada Universal a $250.000, la reducción de las listas de espera en los hospitales y el aumento de recursos para la salud primaria, entre otras.
“Comenzó la celebración por los partidos más a la derecha del espectro político. Estoy seguro, que van a celebrar quienes evadan impuestos y quienes asesoran a los contribuyentes para eludir impuestos, porque van a tener, por lo menos un año completo más, para poder seguir usando los mismos mecanismos de elusión tributaria”, señaló.
“Vamos a tener, seguramente, también una celebración de los grandes capitales, que ya no van a estar afectos al impuesto al patrimonio. Seguramente van a celebrar también los lobistas, que, hasta el último minuto en la tramitación de este proyecto estuvieron enviando comunicaciones a los parlamentarios, con una serie de afirmaciones que, pese a que las descartamos cada una de ellas, particularmente, a las afirmaciones referidas a los perjuicios a la pyme y a la clase media. Desgraciadamente, muchas veces, por repetir las cosas, al final, de alguna manera, van quedando”, añadió Marcel con un tono pesimista, dando cuenta que muchos de estos temas no se podrían abordar durante un año.
Incluso al ser consultado si el Ejecutivo pediría la insistencia al Senado -alternativa que les permitiría sortear la restricción de un año que impone la Constitución para discutir proyectos rechazados en su idea de legislar- no quiso dar pistas del camino que adoptará el gobierno. “Evaluaremos toda esta situación junto con el Presidente de la República para ver cómo seguimos adelante con la agenda del gobierno”, dijo.
A su turno, Uriarte tampoco fue clara si optarían por la insistencia como última instancia. “El Presidente de la República, junto Ministro de Hacienda, naturalmente tomarán las decisiones que correspondan para hacer una nueva evaluación del escenario”, dijo.
Horas después, sin embargo, la ministra secretaria general de la Presidencia emitió un tuit en el que no descartaba ninguna opción. “Con la convicción de la necesidad de mayor justicia tributaria, menor elusión y evasión, seguimos evaluando los distintos caminos legislativos”, posteó.
Sin embargo, el problema es que senadores de derecha creían que hoy no existe piso para reponer el debate de la reforma tributaria. Incluso, en el mejor escenario de que la oposición se abriera a aceptar la insistencia, el gobierno tendría que ceder bastante y eliminar varios elementos que a juicio de Chile Vamos son negativos para la economía. Pero incluso en ese escenario tampoco está claro cuál es el procedimiento adecuado. Dado que es la primera vez que ocurre con un proyecto que tiene tantas facetas, habría que innovar sobre cómo revivir solo una parte del proyecto.
Ayer el jefe de senadores de la UDI, Iván Moreira, señaló que existe disposición para volver a discutir temas como la elusión o evasión tributaria, pero dijo que creía que el gobierno no va a insistir. “Ese es un tema zanjado. La reforma no se perdió por votos de la derecha, sino por falta de apoyo en las coaliciones que apoyan al gobierno”, dijo.
El diputado de Renovación Nacional, Frank Sauerbaum, dijo que “esta es una señal clara que se ha conformado un nuevo bloque opositor que se une si se amenaza a Chile”. “Esta reforma amenazaba a las pymes con una reforma octubrista y refundacional”, aseveró.
Su par de la UDI, Guillermo Ramírez, dijo que la reforma estaba alejada de la realidad de los chilenos y que no ayudaba a los salarios ni los empleos y no apuntaba a que “Chile vuelva a ser un lugar confiable para invertir”.