Este jueves el empresario y exembajador de Chile en Reino Unido, David Gallagher, viajó al exterior, de donde estima que regresará en septiembre. Es su nuevo régimen de vida desde que concluyó su trabajo en la embajada chilena en la capital inglesa, en marzo de 2022, y ahora que ya no tiene labores en ninguna empresa ni en directorios.
En diciembre de 2017 dejó la presidencia de Asset Chile, la firma de asesoría financiera que fundó en 1984, y le vendió sus acciones a los socios más jóvenes. Hoy sólo participa en fundaciones y sigue ligado al Centro de Estudios Públicos (CEP), donde es consejero honorario e integrante de su comité de Opinión Pública. “Estuvimos bastante en Europa el año pasado y bastante en Chile también, y así va a ser por el momento... vamos a seguir con cierta vida europea y la mitad del tiempo en el país”, cuenta, agregando que adquirió un departamento en Madrid, que será su “base” en el Viejo Continente, además de tener una hija en Londres “que también nos recibe en su casa”.
Pero antes de partir, Gallagher analizó en esta entrevista el escenario que se configura para el país luego de la elección de consejeros constitucionales y el impacto para la economía y el ánimo empresarial. Declarado hombre de centro y liberal, si bien tenía un juicio previo crítico del Partido Republico, tras su holgado triunfo del domingo pasado piensa que se impondrá la responsabilidad para buscar una nueva Constitución “que sea aceptable para una gran mayoría de chilenos”. Así, señala que hoy, luego del plebiscito del 4-S y de lo ocurrido el último fin de semana, está “muchísimo más” optimista sobre el futuro de Chile. “Las aspiraciones refundacionales del Frente Amplio y de la Convención Constitucional anterior se esfumaron”, afirma.
¿Cómo evalúa el amplio triunfo del Partido Republicano? ¿Es de los que quedaron contentos o preocupados?
-Yo soy una persona de centro. No era la lista por la cual voté y no conozco a nadie que creyera que habría un margen de esa magnitud, pero no estoy preocupado. Soy optimista y la lógica y el discurso de José Antonio Kast la noche del triunfo me dicen que los republicanos pueden estar a la altura de la responsabilidad a la cual están llamados. Eso significa cierta moderación, contribuir a una Constitución que no sea a la pinta de ellos, sino que sea aceptable para una gran mayoría de chilenos. Si estamos mirando las elecciones del Congreso y las presidenciales, a ellos les conviene ese tipo de visión y no escribir una Constitución que sea rechazada. Tiene que ser una Constitución que convoque a una mayoría de chilenos.
¿Qué hizo bien el Partido Republicano para lograr este apoyo, o lo atribuye más que nada a las circunstancias?
-Tengo varias teorías. Entiendo que el Partido Republicano ha hecho un trabajo territorial inmenso. Los otros partidos, todo el espectro, se han vuelto complacientes, viven en una burbuja… y no hacen la pega. Los republicanos han hecho una tremenda pega territorial y un increíble trabajo en las redes sociales. Entiendo que en TikTok la llevan. Otra cosa que aprecia la gente del Partido Republicano es que tiene ideas claras y no cambiantes, aunque igual creo que están más abiertos de mente en temas valóricos, lo que encuentro positivo. Además, le pueda gustar a la gente que haya un partido como tal y no una mezcla de partidos, conglomerados y listas.
Hay quienes lo tildan de populista…
-Para mí el populismo es prometer lo incumplible, la demagogia. Otro retiro, da lo mismo la inflación, eso es populismo. Y el Partido Republicano es absolutamente opuesto a eso, no tiene ni una pizca de populismo en esa definición.
Y que los temas que más preocupan hoy a la gente sean cosas básicas como seguridad e inflación, ¿también los ayudó?
-Los chilenos hoy no están muy bien, y las cosas básicas pesan mucho. Hay un problema de inmigración, de narcotráfico, de crimen organizado y de violencia. Por otro lado, somos un país que lleva mucho tiempo sin crecimiento y eso quita a las personas la sensación de poder tener un mejor futuro que sus padres, sobre todo con los salarios reales que han estado bajando. La gente hoy está hundida en la preocupación por terminar el mes.
El factor gobierno, ¿cómo incidió en el resultado?
-Cuando el gobierno lleva 14 meses, obviamente en una elección la gente opina sobre él, y el de Boric no ha sido exitoso bajo ningún criterio.
¿Por qué?
-El gobierno tiene muchas contradicciones, con mucha gente que es muy inexperta. Creían que era fácil gobernar, que eran idiotas los que lo hacían, y que era cuestión de que ellos los reemplazaran para que todo estuviera fantástico, y no es así. Un ejemplo de esto, en lo económico, es la política anunciada para el litio, que será una gran pérdida de oportunidad. El gobierno tiene algunas cosas muy buenas, como el ministro Marcel, con el que uno sabe que va a tener la macro en buenas manos, sin desajustes fiscales, pero falta un ánimo más emprendedor que haga a la gente entusiasmarse en invertir, que mueva los espíritus animales. Y eso es así, porque sobre todo en Apruebo Dignidad hay tremendos complejos respecto al capitalismo.
Antes de las elecciones usted dijo que los republicanos estaban “en un maximalismo apto para un país de pizarrón, no uno real”. ¿Ahora deben aterrizar en el país real?
-Lo que me pasa con el Partido Republicano es que muchas de las políticas que tienen las encuentro magníficas, pero para un país que ya no existe. Hay ciertas políticas económicas que se hicieron en la época de la dictadura, con la DINA detrás, y yo antes que nada valoro la democracia y creo que uno tiene que ceñirse al arte de lo posible. Hay una línea delgada entre mantener buenos principios y hacer lo posible. A lo mejor Chile Vamos se fue demasiado a lo segundo, a quedarse en una zona de confort de lo posible, sin tratar de ejercer el liderazgo que también en política hay que tener. Entonces, ahora que el Partido Republicano tiene la guitarra en la mano debe encontrar el punto donde ejercer el liderazgo, pero sin atropellar.
¿Y cree que lo logrará? ¿Qué opina de José Antonio Kast?
-Creo que es posible, por lo que le he oído a José Antonio Kast y al consejero Silva. Haber obtenido esa cantidad de votos y 23 consejeros hace que uno tenga un sentido de la responsabilidad gigantesco y obliga a salirse del pizarrón. A Kast no lo conozco, pero obviamente es una persona bien valiente, que tomó el riesgo de trazar un camino propio y que hizo la pega. Entonces, no puedo no tenerle respeto. Es tranquilo, no tiene carisma de demagogo, es muy distinto a un Donald Trump o a Bolsonaro.
Entonces, ¿confía en que la mayoría de republicanos y Chile Vamos en el Consejo Constitucional sea capaz de conducir un proceso que llegue a una Carta Magna que se apruebe en diciembre?
-Sí, y espero que no sean solamente republicanos y Chile Vamos, que se tienda la mano a los oficialistas en el Consejo. Hay gente ahí muy valiosa y se debe hacer un esfuerzo lo más consensuado posible. No quisiera ver a los republicanos y a Chile Vamos juntos imponiendo una Constitución, sino que se haga una Constitución para todos los chilenos. En ese sentido, por mucho que a mí me haya parecido muy inapropiado el texto anterior que se rechazó, tenía elementos a rescatar.
¿Cómo cuáles?
-Bueno, creo que la Constitución tiene que hablar de derechos sociales. Una democracia moderna no puede dejar de lado los derechos sociales. Pero eso debe ir acompañado de responsabilidades. Ahora, como soy partidario de las constituciones acotadas y no de las que pretenden ser programas de gobierno, en los derechos sociales no se debe entrar en el detalle. La Constitución alemana, por ejemplo, tiene derechos sociales sujetos a la ley, y así tiene que ser.
También estoy a favor de que haya un reconocimiento a los pueblos originarios, aunque no obviamente lo que proponía el texto rechazado.
Del trabajo del Comité de Expertos, ¿le preocupa algo de los contenidos?
-Lo esencial es que vayamos a un sistema electoral que reduzca la fragmentación política que tenemos hoy. La cantidad de partidos que hay en la Cámara de Diputados propende a que el país se vuelva ingobernable. En cuanto a lo que ya se ha hecho, hay dos cosas que no me gustan: la importancia que se les da a los plebiscitos, incluso para cambiar una ley, y la idea de que el Congreso puede dar como una nota de conducta a un ministro, que después de eso se mantiene sólo si el Presidente lo reafirma.
¿En materia económica esta vez no hay algo que le preocupe? Temas como el derecho de propiedad o el Banco Central casi no tienen cambios de fondo…
-Yo creo que están bien. Nunca hay que caer en la trampa de creer que no innovar en algo es malo.
Este escenario tras la elección del domingo, ¿es bueno o malo para la economía chilena, para atraer a los inversionistas?
-Lo que vivimos el 4 de septiembre fue muy positivo para la economía, y lo de este domingo es un eco de eso. Lo que ocurre con esto es que las aspiraciones refundacionales del Frente Amplio y de la Convención Constitucional anterior se esfumaron. Pero de todos modos, los agentes económicos no están cantando victoria, porque queda mucho camino por recorrer. Chile no es el país que era en materia de confianza de inversionistas, aunque ahora la situación va mejorando bastante. Hacia adelante los inversionistas quisieran ver un gobierno más jugado en materia de crecimiento, menos adverso al sector privado y con menos eslóganes como los del extractivismo.
¿Qué futuro les ve a las reformas tributaria y de pensiones del gobierno?
-Las dos necesitan muchos cambios. El gobierno va a tener que ceder mucho para aprobarlas, no tiene alternativa.
Usted se declara un optimista: si piensa en el Chile de 3 a 4 años más, ¿qué ve?
-Veo un país que ha salido de una tremenda crisis que partió el 18 de octubre de 2019 y que aprendió mucho de ella. Aprendió que había unas tremendas fisuras sociales que se debían atender, pero que la violencia no era la forma; y aprendió que no se podía ser negligente con el crecimiento. Por tanto, un país que ha retomado el crecimiento y donde se están haciendo grandes programas en educación y en salud. Un país que salió de una pesadilla y volvió a lo mejor que tenía, pero con nuevas dimensiones sociales. Siempre se habla de la trampa del ingreso medio. Hay países como Corea, que pasó una época muy revuelta en medio de su gran crecimiento, y la sobrevivió y se democratizó. Espero que nos pase algo similar. Además, debemos estar conscientes de que la alternativa es demasiado mala: es convertirnos en un país decadente que termina como Argentina o Venezuela. Los países se joden, como dice la novela de Vargas Llosa. Nosotros no estamos jodidos todavía, pero hemos visto un camino en que nos podemos joder de verdad. Creo que vamos a salir adelante.
“Es un mito que los empresarios se han resistido a todo cambio, a todo progreso”
¿Qué rol debe jugar el empresariado en este nuevo proceso constitucional y hacia adelante?
-El empresariado siempre tiene que hacer ver sus necesidades, como lo ha hecho con la reforma tributaria, o el Consejo Minero con el royalty. Mostrar, con buena fe y objetividad, lo que en opinión de ellos funciona y no funciona. Ese es un papel tremendamente importante, y tienen que aprovechar la invitación que les ha hecho el Presidente Boric ya varias veces y de nuevo en Enade, de dialogar y sacar el país adelante juntos.
¿Ve que ha mejorado la relación del Presidente con los empresarios luego de una desconfianza mutua inicial?
-Me da la impresión que sí. No hay una relación de hostilidad, sino bastante normal, pero tampoco creo que se puede esperar mucho más. Obviamente hay diferencias de miradas y lo importante es que los empresarios muestren la suya.
Pese al tono que destaca en Enade, igual el Presidente en un pasaje preguntó “cuándo es el momento de distribuir la riqueza”. ¿El empresariado ha sido reaccionario a los cambios y avances en las últimas décadas?
-De verdad que no. Los empresarios siempre han querido cooperar con los gobiernos y en general han sido bastante responsables y lo han hecho bien. Ciertamente ha habido cosas, como las colusiones, que fueron incidentes muy desafortunados. Pero es un mito que los empresarios se han resistido a todo cambio, a todo progreso, o a toda reforma tributaria. Se resistieron mucho a la reforma tributaria del exministro Arenas, pero porque era supermala. El país dejó de crecer en ese gobierno. Esa es la verdad. En el cuatrienio del gobierno de Bachelet el país creció a un promedio del 1,8% y ahí es donde empezaron los verdaderos problemas de Chile.
¿Y el empresariado chileno es mejor o peor que en otros países?
-El empresariado chileno está bastante bien comparativamente. Todas las empresas grandes en Chile están muy preocupadas de los temas ESG (ambientales, sociales y de gobernanza), con avances en esos ámbitos. Yo siempre he pensado que es mejor un capitalismo donde las empresas tienen una gran multiplicidad de dueños, como es en el mundo de habla inglesa. Los fundadores de las empresas en EE.UU., Inglaterra, Australia, etc., han privilegiado el crecimiento, las fusiones, sin miedo a diluirse. Un claro ejemplo de eso es Bill Gates en Microsoft, que ahora posee casi nada. Mientras que el empresario chileno no ha querido diluirse y eso le pone un freno al crecimiento de la empresa, y aumenta el riesgo político, porque desde la calle, cuando se apaga la luz, se ve un rostro de una familia o de un individuo, en vez de una empresa más anónima.
¿A qué lo atribuye?
-Son temas culturales, no tiene que ver con ser buen o mal empresario. Puede ser porque el capitalismo que tenemos en Chile es bastante joven. A medida que las empresas pasan a nuevas generaciones, ese fenómeno se va a ir diluyendo. En el capitalismo de EE.UU. de los años 30, también eran señores con nombre y apellido.
En los últimos tres años salieron US$30 mil millones de capitales de Chile. ¿Es un fenómeno que se puede aminorar o es ya una tendencia?
-Con el estallido se produjo en Chile un cambio profundo. Antes del estallido el empresario chileno prefería invertir en Chile. Tenía su empresa principal y después los dividendos los llevaba a su family office, el que hasta entonces prefería invertir en Chile. Eso cambió porque aumentó la percepción de riesgo país y nadie bota su plata a la basura. Entonces, la gente empezó a pensar en diversificar su cartera geográficamente. En ese sentido, es difícil que la plata que se fue, vuelva. Lo que puede cambiar en el futuro es que los dividendos nuevos se empiecen a invertir otra vez más en Chile. Pero para eso falta, porque debemos tener más seguridad respecto al rumbo del país. Estamos mejor, pero falta mucho camino por andar.
Pero el gobierno destaca la llegada de inversión extranjera. ¿Los inversionistas foráneos son más optimistas sobre el país que los locales?
-Hay una respuesta muy simple para eso: el extranjero tiene cero o poca exposición a Chile, y el chileno, en cambio, tiene toda su plata en Chile. El extranjero ya está diversificado, entonces poner una ficha en Chile para él no es igual que tener todas sus fichas en Chile para un chileno.