Más allá de la profundidad con que la economía chilena sea afectada por la recesión en 2023, los especialistas creen que el próximo año será fundamental para normalizar el tranco de una actividad e inflación desbordada producto de factores locales e internacionales en 2021 y 2022.
Tres economistas jefes de los mayores bancos de la plaza local intentan aterrizar las claves para la economía chilena en 2023 y también calibrar los desafíos que tendrá el ministro de Hacienda, Mario Marcel, para contener las presiones por mayor gasto, en medio de un escenario político y social que promete seguir crispado y con visos populistas.
En entrevista con Pulso, la presidenta del Banco Central, Rosanna Costa, afirmó que la parte más baja del actual ciclo recesivo sería durante el primer trimestre del próximo año, y mostró su confianza en que la inflación irá cediendo paulatinamente en 2023. El último Informe de Política Monetaria (IPoM) del instituto emisor corrigió a la baja el crecimiento del próximo año a entre -0,75 a -1,75 y subió su estimación de IPC a para diciembre de 2023 al 3,7%.
El economista jefe del Banco de Chile, Rodrigo Aravena, vincula la recesión del próximo año a tres factores fundamentales: la normalización de factores que impulsaron transitoriamente la actividad durante 2021, como el crecimiento del gasto fiscal sobre el 30% y los retiros de fondos de pensiones por casi 20 puntos del PIB; el efecto negativo que ha tenido la inflación sobre el ingreso disponible y las tasas de interés, lo cual profundiza aún más la caída de la actividad; y el efecto de los inusuales niveles de incertidumbre político institucional (proceso constitucional y reformas).
“Dadas las condiciones actuales de la economía, caracterizadas por una ralentización de la economía global, los efectos rezagados de las alzas de la TPM (Tasa de Política Monetaria), y la incertidumbre político local, no resulta descartable que las tasas de crecimiento negativas de Imacec persistan hasta mediados de 2023. Con ello, estimamos que la economía caería alrededor del 1,2% en 2023, pudiendo ser el único país de la región que tendría una contracción”, proyecta Aravena, quien cree que la inflación cederá de manera gradual el próximo año, debido principalmente a la recesión y su impacto en la menor presión sobre precios de bienes no transables. La moderación de precios internacionales, principalmente los relacionados con alimentos y energía, y el debilitamiento del dólar contribuirán a reducir la inflación por el lado de los bienes transables, complementa.
“Pese a todos esos factores, no prevemos que el IPC tenga una caída muy rápida, debido a una serie de efectos de segunda vuelta y la indexación de diversos precios de la UF. Con todo, es razonable esperar un IPC que converja hacia niveles cercanos al 4,5% en 2023, dejando entrever que la inflación alcanzaría la meta del 3% recién en 2024. Por esta razón, esperamos un proceso de recortes graduales de TPM, partiendo en abril y reduciendo hacia niveles no inferiores al 6% el segundo semestre. Dado que la inflación se demoraría en llegar a la meta, las tasas de interés se mantendrían en niveles aun contractivos (es decir, sobre el 4%) todo el próximo año. En el margen, esto también contribuye a que el cuadro recesivo sea algo más agudo”, precisa el economista del Banco de Chile.
Coincide Jorge Selaive, economista jefe de Scotiabank Chile, quien espera una caída en torno al 1,5% del PIB para el próximo año, explicada principalmente por pobres datos de actividad durante el primer semestre.
“La economía ya se encuentra en recesión en las actividades no mineras y ese proceso se acentuará estos meses estivales (...) Estimamos una contracción de la inversión total de entre el 4% y el 5% durante el próximo año. En este contexto, será importante ejecutar rápidamente la inversión pública proyectada, así como las concesiones privadas, de manera de evitar daños adicionales al mercado laboral. También incidirá la incertidumbre que genere el proceso constitucional y las reformas estructurales que actualmente están siendo tramitadas en el Congreso”, sostiene Selaive.
En materia de inflación, el experto de Scotiabank cree que aunque los efectos de la alta inflación se continuarán sintiendo en enero y marzo con reajustes importantes en varios servicios, ésta comenzará a ceder más rápido que en el resto de América Latina. “En abril ya tendremos inflación bajo dos dígitos. En ese escenario, esperamos que el Banco Central vaya reconociendo las condiciones para reducir la TPM durante el primer trimestre del año. Proyectamos que la TPM se ubicaría en torno al 4% a fines del 2023, lo que ciertamente está muy condicionado a buenas políticas internas y un escenario externo donde se acentúen menores presiones sobre costos”, estima Selaive.
Claudio Soto, economista jefe de Santander, proyecta una contracción del PIB del 1,2% para el próximo año y una caída de la inversión cercana al 5%. “Si bien es posible que la inflación siga alta por algunos meses, ya durante el primer trimestre del próximo año comenzaremos a ver bajas sostenidas en los registros interanuales. Los precios de las materias primas han retrocedido, los costos de los fletes marítimos han vuelto a sus niveles previos a la pandemia, el tipo de cambio se ha tendido a apreciar, y la demanda interna es más débil”, añade Soto, quien proyecta que la economía global, que crecerá cerca del 2% en 2023, entrará en una fase de ajuste, pero a ritmos diferenciados.
En este contexto, Selaive cree que la economía mundial tendrá uno de los crecimientos más bajos de las últimas décadas (en torno al 2,5%), con un renovado apetito por economías emergentes y un alza en el precio de commodities. Aravena, a su vez, estima que la necesidad de normalizar los niveles de gasto y la inflación generarían una recesión de corta duración en diversos socios comerciales de Chile en el corto plazo y afirma que los principales riesgos provienen de factores geopolíticos, como el desenlace de la invasión de Rusia a Ucrania.
El desafío fiscal
Una de las grandes interrogantes que ronda en los agentes del mercado hoy es cómo el gobierno y Hacienda podrán enfrentar las presiones desde el mundo político por un mayor gasto fiscal y nuevos retiros desde los fondos de pensiones, en medio de un escenario recesivo y una inevitable alza del desempleo.
“Es una interrogante relevante para el escenario de descanso inflacionario y mejora de la percepción de riesgo de Chile (...) El presupuesto fiscal aprobado recientemente por el Congreso contempla apoyo fiscal, pero no universal. Esperamos que el gobierno entregue primero esas ayudas focalizadas y luego realice el trabajo en el Parlamento para convencer sobre la poca conveniencia de nuevos estímulos universales. Por otro lado, y dado que no vemos aprobada la reforma de pensiones antes de julio 2023, la tarea también será detener nuevos retiros de fondos de pensiones. Nuestro escenario base contempla que no tendremos retiros de fondos de pensiones ni ayudas universales”, proyecta Jorge Selaive, de Scotiabank.
En la misma línea, Claudio Soto, de Santander, cree que las presiones para Hacienda serán poderosas en 2023. “Las presiones por nuevos retiros y/o por una mayor expansión fiscal vía transferencias serán grandes. El ministro Marcel tiene claro que un nuevo retiro de fondos de pensiones sería muy complejo, no solo desde el punto de vista económico pues reintroduciría presiones inflacionarias, sino que además desde el punto de vista institucional y político. Por lo mismo, es dable pensar que se la jugará al máximo para evitar que esto suceda. Respecto de mayor gasto, los mensajes dados hasta ahora apuntan a cosas muy focalizadas en caso de ser necesarias”, afirma el excoordinador macroeconómico del Ministerio de Hacienda en el segundo gobierno de Michelle Bachelet.
Rodrigo Aravena, del Banco de Chile, cree que el gobierno tiene un “tremendo desafío” de implementar una senda de consolidación fiscal, lo cual requiere, entre otras cosas, reducir significativamente el gasto fiscal por varios años.
Este trabajo, estima, no sólo requeriría esfuerzos del actual gobierno, sino que también del próximo, dada la velocidad de crecimiento de la deuda. Consigna que si bien Chile tendría este año el primer superávit fiscal desde 2012, dicho resultado se deberá a factores que no se repetirán en el corto plazo, como los altos ingresos atribuibles a la operación renta (dado el crecimiento del 11,7% de Chile en 2021) y la contribución proveniente de los precios del litio.
“Con todo, es muy probable que en 2023 exista nuevamente un déficit fiscal, en un cuadro marcado por una recesión y todavía alta inflación, lo cual sin duda generará presiones para medidas que puedan tener costos de largo plazo (como fueron los retiros de fondos de pensiones en 2020- 2021). Es fundamental además tener en consideración que el espacio fiscal que tiene Chile es mucho más limitado que en el pasado, no sólo por el aumento de la deuda y menor disponibilidad de ahorros soberanos, sino también por el altísimo déficit de cuenta corriente que hemos tenido los últimos trimestres. La capacidad que tenga el gobierno de mantener una fuerte disciplina fiscal, sin ceder a presiones políticas de corto plazo, sin duda marcará una diferencia para Chile”, concluye Aravena.