Siempre me gustó estar en el equipo de “los malos”. En el colegio elegía el equipo de los malos para el futbol porque yo no era bueno con la pelota. Lo hacía por dos razones. La primera, para tener la opción de tocar la pelota alguna vez durante el juego, lo que me permitía experimentar y mejorar y, la segunda, para que si mi equipo ganaba, fuese realmente un mérito, un logro importante, algo por lo cual valiera la pena celebrar. Por el contrario, si perdíamos, no pasaba nada.

La experiencia te permitirá estar en el equipo de los buenos, ser parte de ellos y aprender de ellos. Pero eso llega una vez que recorres el camino, ese camino cuyas historias muchas veces no es posible llegar a conocer porque no se cuentan demasiado.

Todo el mundo disfruta con una historia de éxito. Vivir nuestras fantasías a través de los que han alcanzado el éxito nos da la esperanza de que nos ocurra a nosotros. Pero escuchar esas historias no nos hace ningún favor, porque esos relatos no son el cuadro completo: las luchas, los golpes duros, las derrotas que preparan el terreno para la gran victoria final normalmente no están reflejadas allí. El hecho es que, aunque hay un número infinito de formas en que los empresarios de éxito ganan su dinero, sólo hay una cosa que todos tienen en común: el fracaso.

Andrew Stanton, guionista de varias películas, entre ellas Buscando a Nemo y Toy Story, es reconocido por sus colegas por decir “Falla rápido. Equivócate tan pronto como puedas”. Al igual como nadie puede aprender a andar en bicicleta leyendo un manual de instrucciones, nadie puede aprender cosas nuevas sin fallar.

Recuerdo cuando hace muchos años estaba en mis últimos vuelos en planeador para obtener mi licencia de piloto esa fría mañana de invierno. Apenas despegamos, remolcados por un avión para ascender, me di cuenta que algo andaba mal. El avión estaba con problemas para seguir subiendo y nos manteníamos a no más de 100 metros sobre el terreno. Mi instructor, sin avisarme, decidió soltarse del avión. Sentí como quedamos a la deriva a muy baja altitud, por lo que sólo atiné a soltar los mandos confiado en que, quien más sabía, tomara el control. Antes que pudiera siquiera sentir miedo, ya estábamos aterrizando de emergencia en los terrenos baldíos del colegio St. George, a metros de la pista. Por suerte y gracias a la pericia de mi profe, sin un solo rasguño.

Este evento nunca lo olvidé y formó parte de mi experiencia, para que esa falla, que fue humana, no formara parte de mis riesgos futuros. Ya había aprendido la lección y también me había permitido comprobar la versatilidad de esas aeronaves para aterrizar casi en cualquier parte.

Inmediatamente después del incidente, se me dio la instrucción de despegar nuevamente, pero esta vez solo. Si no lo hacía en esa misma mañana y lo antes posible, la probabilidad de que abandonara el curso era muy alta y, con ello, uno de mis principales sueños, el de ser piloto.

Emprender es caer y volver a levantarse. No me olvidaré jamás de lo que sentí en ese segundo vuelo que tuve que realizar esa fría mañana, esta vez solo, minutos después de haber tenido un incidente complejo. Pero quienes me motivaron a tener la valentía de volver a volar, tenían claro el por qué lo hacían. Yo también tengo claro por qué te estoy contando esta historia de fracaso.

Comienza a fallar y pivotar más en tu vida, como una estrategia de aprendizaje permanente, no solo en el mundo de los negocios. Si las cosas no andan bien, aproxima al problema desde un punto de vista distinto, rediseña el plan y céntrate en la nueva oportunidad que podrías descubrir en el proceso. Lo importante es que siempre tengas conciencia de los riesgos y generar los mecanismos para que estos sean acotados.

No faltan ejemplos de grandes éxitos que tuvieron que luchar antes de convertirse en los ganadores que ahora conocemos. El, muchas veces ganador del Oscar Steven Spielberg fue rechazado en la escuela de cine de la U.S.C. Thomas Edison pasó por miles de prototipos antes de perfeccionar su bombilla y El «Coronel» Harland Sanders no triunfó con KFC hasta los 68 años.

Como ves, fallar es parte del camino. Ponte de pie nuevamente y emprende el vuelo. No le tengas miedo a las críticas… «Sólo hay una manera de evitarlas: no hacer nada, no decir nada y no ser nada.». No lo digo yo, lo dijo Aristóteles.