Un cambio en el enfoque del uso de las exigencias de capital, es lo que analizó el Banco Central en un recuadro titulado Implementación del Requerimiento de Capital Contracíclico en el mundo, dentro de su Informe de Estabilidad Financiera (IEF) del primer semestre.
La entidad abordó así en su IEF la forma en cómo la atribución de pedir más capital a los bancos, surgida en el marco de Basilea III, está siendo utilizada actualmente por los reguladores globales. “Desde el IEF anterior, algunas jurisdicciones anunciaron o hicieron efectivas activaciones del RCC”, y detalló que “en los últimos seis meses, 22 de los 49 países para los que hay información han decidido activar por primera vez, mantener una activación realizada con anterioridad, o continuar con un proceso gradual de incremento del cargo de capital contracíclico”.
Según el BC, “las motivaciones han sido variadas y se relacionan con incubación de riesgos en el sector inmobiliario, actividad de crédito, al mayor grado de incertidumbre local o global, entre otros”.
“De estos países, mayoritariamente europeos dada la naturaleza de la muestra, 15 corresponden a economías avanzadas y 7 a emergentes; esto contrasta con la mayor heterogeneidad de las jurisdicciones restantes que nunca han anunciado una activación de esta herramienta”, detalló el Central, y agregó que en países como Canadá, Alemania, Bélgica o Suiza también se han utilizado exigencias contracíclicas no convencionales relacionadas con carteras particulares, como el sector hipotecario residencial.
Por otra parte, “también destacan jurisdicciones que recientemente han anunciado que mantendrán un RCC positivo de forma permanente durante tiempos normales, como Australia, Holanda y Suecia”, dijo el Emisor.
Un uso distinto
Creado como respuesta a la crisis financiera global de 2008 - entre otras medidas comprendidas en Basilea III-, el requerimiento de capital contracíclico originalmente se consideraba que debía ser activado durante períodos de crecimiento excesivo del crédito, buscando un segundo efecto de atenuación de acumulaciones de riesgo sistémico.
Según el BC, el objetivo central de esta herramienta macroprudencial es acumular un requerimiento de capital adicional que pueda ser liberado en situaciones de disrupción financiera relevante, buscando de esta forma mantener una provisión de crédito y otros servicios bancarios a través del ciclo financiero, objetivo que “se ha mantenido invariable a través del tiempo, no obstante, ha ido evolucionado el entendimiento respecto al período apropiado para acumular este requerimiento adicional de capital”.
Así, el Emisor sostiene que “en la práctica se ha optado por acumular este buffer en cuanto sea posible, aumentando la resiliencia de la banca sin que necesariamente se observen aumentos excesivos en el ciclo del crédito”.
Además, comenta que “posteriormente, aumentó la ponderación de un enfoque precautorio en el uso de esta herramienta al mantener activado el RCC en un nivel considerado adecuado para generar holguras de capital regulatorio en un ambiente de riesgo estándar o normal; el Bank of England (BoE) fue pionero en este concepto al declarar en 2016 su intención de mantener el requerimiento en torno a 1% en un ambiente de riesgo estándar, aumentando este nivel neutral a 2% en 2019″.