Expresidente del Banco Central de Argentina: “Hay algo que no funciona en la economía argentina hace bastante tiempo”
El gobierno de Mauricio Macri, del que participó, no construyó consensos sobre el rumbo económico del país y la administración de Fernández ni siquiera ha presentado una ruta clara. En ese marco, Guido Sandleris asegura que la situación es compleja, con desafíos relevantes para el Banco Central que dirigió.
Argentina no ha logrado transitar por un sendero de crecimiento sostenido y de una moneda sana por, al menos, las últimas cuatro décadas, de acuerdo a los números ofrecidos por el ex presidente del Banco Central del país, Guido Sandleris. En entrevista con PULSO, se muestra cauto a la hora de criticar la gestión económica del gobierno, planteando que los problemas del país son de larga data y obedecen a una falta de consenso en todo el espectro político.
En ese marco el economista, que este martes a las 13:00 horas participará junto a Sebastián Claro en un seminario virtual del Instituto de Economía de la Universidad Católica de Chile, plantea que los desafíos de la economía transandina son relevantes, así como los riesgos de un salto en la inflación o nuevos problemas con el dólar.
¿Qué tan crítica es la situación actual de la economía argentina?
-Argentina lleva muchos años sin crecer. Los últimos 40 años estuvo 17 en recesión y 25 con una inflación mayor a 20%, los últimos diez años en forma consecutiva. En ese tiempo logró un crecimiento positivo e inflación menor a 5% solamente en 5 oportunidades, ninguno en los últimos 10.
Claramente hay algo que no está funcionando hace bastante tiempo en la economía argentina. No ha encontrado la forma de lograr lo que la mayoría de los países de la región sí han logrado: tener un crecimiento sostenido y una moneda sana.
A esa herencia, que se tiene desde hace tiempo, se le sumaron dos cosas. Primero la crisis económica que se desata en el segundo trimestre de 2018 y que llevó a recurrir al financiamiento del FMI, a lo cual ahora se agrega la pandemia. La situación de Argentina es complicada, porque si a las economías sanas la pandemia las ha puesto en una situación compleja, el panorama es doblemente complejo acá.
¿Qué consecuencias tendrá entonces esta crisis más reciente que desata el coronavirus?
-Es probable que sea de las economías qué más se contrae en la región. El Banco Central hace un levantamiento de expectativas de mercado y pone la caída de la economía en alrededor de 12%. Eso tiene que ver justamente con las tres cosas que menciona, la historia reciente, la reciente recesión y la pandemia.
¿Cómo evalúa hasta ahora la gestión que le ha dado el gobierno a esta crisis?
-Hay que ser muy respetuosos con quienes están tomando las decisiones de política económica, sobre todo cuando uno pasó por ahí hace no tanto tiempo. Dicho esto, me parece que el gobierno ha sido pragmático en su respuesta económica. El Banco Central, por ejemplo, en este contexto ha provisto el financiamiento al Tesoro, emitiendo pesos (argentinos) para que se pueda asistir a los más afectados por la pandemia. El hecho de que hayan podido cerrar la reestructuración de la deuda es muy importante, porque si no todo sería mucho peor.
Lo anterior más allá que uno puede pensar que la estrategia de negociación que se eligió generó una demora innecesaria para lograr un acuerdo, que el gobierno eligió refugiarse en la ambigüedad y no presentar un programa económico, que tardó en iniciar conversaciones serias con los acreedores y eso fuerzo a convivir muchos meses en la incertidumbre del default.
¿Qué riesgos involucra el rol que ha tenido el Banco Central en este contexto?
-El Banco Central va a enfrentar un desafío importante hacia delante. En el primer semestre la monetización que hizo del déficit fiscal la pudo esterilizar en forma relativamente sencilla y los pesos que le transfería al Tesoro los podía absorber relativamente fácil, porque la economía venía con un bajo nivel de desmonetización, por la política monetaria estricta que habíamos llevado adelante, la de dolarización de carteras que hubo el año pasado y el aumento de la demanda de dinero que hubo de manera precautoria antes de la pandemia.
Pero ahora, en este segundo semestre, se enfrenta a un contexto más difícil, porque el espacio que le daban a los fenómenos descritos ya lo uso. El Banco Central hacia delante va a tener que monitorear muy de cerca la devaluación de las variables nominales para evitar desbordes. No veo un riesgo de hiperinflación, pero sí de un salto inflacionario. El Banco Central ha sido pragmático hasta ahora y debe ser cuidadoso hacia adelante.
¿El dólar sigue representando un riesgo relevante?
-Argentina está lejos todavía de tener una moneda sana, todavía hay mucha inestabilidad nominal. En el mercado cambiario todavía hay un control de capitales bastante estricto y además en los mercados paralelos la cotización del dólar se aleja cada día del tipo de cambio oficial. Todo eso refleja una incertidumbre importante, en relación a cómo los inversionistas están viendo la política económica.
¿A qué se refiere exactamente con que se lidia con una importante incertidumbre hacia el futuro?
-El gobierno ha enviado señales contradictorias sobre el rumbo de la política económica de Argentina. Para que la economía salga de esta situación, de tantos años sin crecer, es necesario lograr consensos económicos básicos. Es preciso definir principios o rumbos que tome la política económica más allá de quién es gobierno y de su signo ideológico. Alberto Fernandez no ha definido un rumbo claro y aunque el gobierno de Maurcio Macri, del que me tocó participar, sí tuvo claridad al respecto, no supo o no pudo construir consensos sobre ese rumbo económico.
El primer principio sobre el cual tiene que haber un consenso es que un gobierno no puede gastar sistemáticamente más de lo que recibe como ingresos. No puedes tener desequilibrio fiscal todo el tiempo, como los 32 años de déficit fiscal que hubo en los últimos 40 años. Lo segundo es que tenemos que construir una moneda sana, tenemos que defender al ahorrista. La tercera es tener respeto a la ley y a las reglas, porque si estamos cambiando las reglas del juego todo el tiempo es muy difícil que alguien quiere invertir. Lo cuarto y último es que debemos ser obsesivos con la competitividad para insertarnos en el mundo.
Yo diría que lo que tiene que lograr Argentina es ciertos consensos en relación a sus cuatro elementos, con ellos estarían las condiciones para que este desempeño tan pobre que tuvo la economía argentina, lo cual ha generado estancamiento y pobreza, puede revertirse. Creo que hay potencial en Argentina, sólo hay que ordenar estas cosas básicas que casi todos los países de la región ya han ordenado.
Más allá del pragmatismo mostrado hasta ahora, ¿cree que las políticas económicas del kirchnerismo siguen teniendo influencia en el gobierno de Fernández?
-Cuando le hablaba de señales encontradas tiene que ver un poco en eso. Ese rumbo no del todo definido es debido a que hay cierta divergencia de pensamiento dentro del propio gobierno. No está claro cuál es el rol del sector privado, del crecimiento, del Estado... Hay diferencias importantes dentro del gobierno en ese sentido y se ven reflejadas en las distintas acciones que va tomando. El kirchnerismo parece ser la versión más radicalizada y el que propicia un rol mucho más importante del Estado en la actividad económica.
¿Qué expectativas tiene sobre la negociación de la deuda con el FMI?
-Hace poco el ministro de Economía señalaba que él esperaba que sea una negociación que se extienda hasta el año próximo. Desde mi punto de vista lo ideal es que avancen en esa negociación lo más rápido posible.
Las negociaciones con el FMI nunca son sencillas, es una organización muy burocrática y puede llegar a ser muy frustrante la negociación con ellos, como a mí me tocó. Sin embargo, creo que un acuerdo monetario con el Fondo serviría en este contexto para anclar un poco las expectativas, para definir ese rumbo hacia delante que el gobierno no ha determinado del todo.
“En el último tiempo el consenso chileno parece haber entrado en crisis”
¿Cómo has visto a la región ante la emergencia económica del coronavirus y a la futura etapa de recuperación? ¿Particularmente complicada?
-El epicentro de la pandemia está en estos momentos en las Américas. Los efectos de la pandemia se amplifican en los países en desarrollo por tres razones: niveles más altos de pobreza y hacinamiento urbano; mayor informalidad laboral; menor espacio de respuesta para la política económica.
Creo que el primero de estos factores ha influido fuertemente en la rápida propagación del virus en América latina y los otros dos son claves para entender por qué el efecto económico será más severo en la región que en otras áreas del mundo.
Aquellos países de la región con macroeconomías más sanas han podido responder con expansiones de su políticas fiscales y monetarias más potentes. Hacia adelante resulta clave proveer un sendero claro, que muestre que estás respuestas de política son transitorias para evitar un desanclaje de expectativas.
Chile parecía estar en una mejor situación económica que el resto de la región. ¿Su percepción ha cambiado tras el estallido social y las consecuencias de la crisis por coronavirus?
-La economía chilena ha tenido una performance envidiable en las últimas décadas, con una macroeconomía ordenada y un crecimiento sostenido. Esto ha sido el resultado de una serie de consensos que había logrado la sociedad chilena. En los últimos tiempos el consenso chileno parece haber entrado en crisis, empujado posiblemente por los todavía importantes niveles de desigualdad. Para seguir recorriendo el camino del crecimiento y el desarrollo resulta clave que la sociedad chilena encuentre mecanismos que permitan mejorar este último aspecto sin comprometer el orden macroeconómico y la competitividad. Tengo confianza en que podrán hacerlo.
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