Después de un comienzo algo lento y que él criticó, el expresidente del Banco Central (BC) e investigador del CEP Rodrigo Vergara, cree que el gobierno se ha puesto al día con las medidas de ayuda para las personas y empresas ante la crisis económica que ha desatado el Covid-19. Faltan las grandes compañías y a su juicio el Estado deberá involucrarse, porque no bastarán las soluciones de mercado.

“Dejar caer a una empresa grande que tiene hoy problemas de liquidez, pero que es solvente en el mediano plazo, sería un error garrafal”, advierte. Comparte la preocupación por la recesión que enfrentará Chile, pero considera que todavía hay una buena oportunidad de una salida rápida si existe un manejo sanitario adecuado y su evaluación de lo que ha hecho la autoridad es favorable al respecto.

Por lo mismo, estima que una caída del PIB entre el 2% y el 2,5% está dentro de lo esperable este año y un crecimiento en torno al 4% para 2021. “No soy de los que creen que el mundo va a cambiar diametralmente después de esta pandemia”, asevera y califica de una mirada miope y parcial aquella que ha intentado plantear un dilema entre salud y economía: “Cerrar totalmente la economía es aniquilarla y eso es terrible para la salud también, tanto física como mental”.

¿Cuán profunda será esta crisis para el mundo y Chile?

-El shock es enorme, sin duda. Ya lo vimos en China y ahora en EE.UU. La actividad se ha detenido simultáneamente a nivel global y eso lo hace un episodio único. Cómo siga depende mucho de la evolución sanitaria. Sabemos que es un fenómeno transitorio, pero no cuán transitorio, ese es el problema. Pese a ello, no soy de los que piensan que la caída va a ser larguísima y que es muy difícil que tengamos un repunte. Será enorme, sí, pero también es posible una recuperación relativamente rápida. Tendremos un segundo trimestre muy malo, un tercero malo, pero con cierta estabilización y hacia fines de año podríamos empezar a ver un repunte.

¿O sea que apoya la idea de una salida en forma de V?

-Efectivamente, soy de los que creen que en Chile podemos tener un repunte en V. Está de moda ser muy pesimista sobre el repunte de la economía y plantear que habrá una recuperación muy lenta, pero yo disiento de ese pesimismo. La enorme caída ya es un hecho, pero hay una probabilidad no menor de que la salida de la crisis sea rápida. Y si es en forma de V, podríamos estar en niveles parecidos a los previos a esta pandemia en la segunda parte de 2021. Además, los sectores menos afectados por la crisis hasta ahora son los transables: minería, agricultura, parte del rubro manufacturero, y eso tiene importancia para un país exportador como Chile.

¿Entonces está más cerca de la visión del BC o de la del FMI?

-Me ubico más cerca del escenario que tiene el BC en crecimiento. Una caída del PIB entre el 2% y el 2,5% está dentro de lo esperable en 2020 y el próximo año coincido con su media de alrededor del 4%. Si se logra manejar bien lo sanitario, es perfectamente factible una pronta recuperación que parta hacia fin de año.

¿Qué es lograr que se maneje bien lo sanitario, en medio del debate sobre empezar a volver o no a la actividad?

-El Presidente Piñera y el ministro de Salud, en general, lo han hecho bien. Han estado en un razonable equilibrio. Por un lado, no se han hecho eco de quienes abogan por una cuarentena total -algunos alcaldes y dirigentes gremiales, por ejemplo- y tampoco se han ido hacia el otro extremo, que sería una apertura total de las ciudades y la economía.

¿Se trata de escoger entre la salud y la economía?

-Se ha intentado plantear un dilema entre salud y economía, pero eso no es tal, es muy parcial y miope. Porque aquí, al final, estamos hablando de salud vs. salud. Cerrar totalmente la economía es aniquilarla y eso es terrible para la salud también, tanto física como mental. Por eso digo que el gobierno ha estado en un buen equilibrio entre cuarentenas parciales y graduales, e irse moviendo hacia una apertura también gradual que, además, están haciendo casi todos los países, porque se están dando cuenta del tremendo costo de esto. Es obvio que al ir abriendo habrá riesgo de rebrotes y por eso debe hacerse de forma paulatina.

Pero los contrarios a tal apertura plantean que está en riesgo la vida.

-En ambos extremos hay riesgos para la salud y para la vida. Si se mantiene todo cerrado, de qué come la gente.

¿No son suficientes los recursos de los estados para poder financiar un encierro e inactividad más prolongados?

-Eso simplemente no existe. Mantener una cuarentena amplia y estricta por varios trimestres no hay economía ni Estado que la aguante. La gente necesita medios para alimentación, salud, bienestar, etc. Y si nadie trabaja y todo el mundo se queda en casa, esos medios se acaban. Por lo tanto, es falso decir que quienes están planteando maneras de reabrir la economía no se preocupan por la vida. En una primera etapa, hasta ahora, se ha puesto mucho más énfasis en la cuarentena para que la gente no se contagie o lo haga de forma controlada. Pero de a poco eso debe ir hacia una situación en que la economía empiece a buscar su nueva normalidad, intentando compatibilizar ambas cosas.

Por lo tanto, ¿no es apresurado que el comercio y los malls estén viendo cómo volver?

-No, es válido. Ya llevamos dos meses del primer caso, hemos ido aprendiendo de los otros, hemos tenido medidas de distanciamiento social y los efectos en la economía ya son significativos, entonces es natural la discusión sobre desde cuándo, con qué gradualidad y bajo qué condiciones ir reabriendo.

¿Qué riesgos se deben sortear para que la recesión en el país no se profundice?

-Hay tres riesgos posibles. El primero es que la pandemia se prolongue o vengan rebrotes, y eso tenga impacto en el sistema financiero y que el canal del crédito se dañe, generando un cuadro más complejo. En ese caso la recuperación sería más lenta y tendría más bien forma de U o W. Un segundo riesgo es que aunque nosotros lo hagamos bien, el mundo no se recupere. Ahí es crucial qué pase con China y EE.UU. Y un tercer riesgo es local, pero no asociado a la pandemia. Qué pasa con la crisis social, con la Constitución y con la violencia cuando amaine el coronavirus. Si vamos saliendo y vuelve la violencia o vamos hacia una discusión un tanto desbocada de los temas institucionales, eso afectaría la recuperación.

¿Y cuál es su percepción respecto de ese último factor?

-No soy tan pesimista. Esta situación tan dramática que estamos viviendo puede ayudar a una discusión más racional, con más perspectiva y a valorizar más lo que tenemos. Por ejemplo, la actual capacidad de respuesta fiscal revaloriza el esfuerzo de ahorro que se hizo antes. Por eso espero que el mundo político, una vez que la pandemia pase, esté a la altura para un debate más elevado de los cambios institucionales que se requieren y no entrampar la salida.

Hace unas semanas usted criticó cierto retardo en las medidas por la crisis. ¿Se pusieron al día las autoridades?

-En general creo que las autoridades han ido poniéndose al día con las medidas de ayuda. En su momento faltaban los trabajadores informales y los independientes a honorarios, pero ahora ya hay apoyos para ellos. En el gobierno se agilizó la cosa después de un comienzo algo lento. Lo mismo corre para la CMF con su normativa. El BC ha estado muy bien proveyendo la liquidez.

¿Faltan las empresas grandes o no hay que ayudarlas?

-El apoyo a las grandes empresas es un tema que no se puede esquivar. La mayor parte está muy preparada y tiene bastante liquidez, pero hay algunas que tendrán problemas y hay que diseñar un apoyo inteligente para ellas.

¿Ese apoyo inteligente requiere la participación del Estado, o es suficiente la fórmula que ha esbozado el gobierno, de créditos privados preferentes?

-Tengo serias dudas que una cosa así funcione, porque es difícil que esas empresas accedan hoy a créditos en condiciones razonables si no tienen algún tipo de garantía del Estado. En casi todo el resto del mundo ha sido así. Debe haber un esquema de garantías estatales para las grandes empresas, así como el Fogape para las pymes. Eso podría incluir bonos convertibles, de manera que si las empresas no pueden pagar en un cierto plazo, esos bonos se transformen en acciones y el Estado se quede con una parte de la propiedad que después venda. También debería tener condicionantes como restricciones de dividendos, para que sea una ayuda condicionada que les implique un costo explícito a los accionistas y una reestructuración con los bonistas. Se puede pensar en soluciones más sofisticadas, pero tomarían mucho más tiempo y aquí se necesita actuar rápido. Dejar caer a una empresa grande que tiene hoy problemas de liquidez, pero que es solvente en el mediano plazo, sería un error garrafal. Las empresas grandes son sistémicas, es decir, tienen impacto sobre el resto de la economía y sobre la imagen país, emplean un número importante de trabajadores y afectan al sistema financiero.

¿Todas estas ayudas serán suficientes para evitar una quiebra masiva de firmas y un muy alto desempleo?

-Por ahora es un plan sólido y masivo, considerando además que hay apoyo a las personas. Si es suficiente o no, va a depender de cómo siga evolucionando la pandemia. Con todo, no hay dudas de que vamos a llegar muy luego a un desempleo de dos dígitos. Por eso es lógico que se anuncien programas grandes, pero que también se dejen algunas cartas por si esto se prolonga. Si eso pasa, habrá que extender las ayudas para personas y empresas.

Pero el exministro Andrés Velasco dijo que hay que tirar la casa por la ventana. ¿Lo comparte?

-No estoy de acuerdo, aunque asumo que él lo dijo de forma figurativa. Sí comparto que hay que hacer una política fiscal muy agresiva, y tal vez a eso se refería con esa expresión. Ahora, reconozcamos que Chile la está haciendo. Se prevé para este año un déficit fiscal del 8% del PIB y es posible que llegue al 10%, con un aumento muy fuerte de la deuda pública. ¿Puede ser más? Sí, pero hay que guardar municiones por si el escenario empeora. Si tiramos hoy toda la casa por la ventana, no vamos a tener con qué responder si viene una segunda ola. Por eso, en su sentido más estricto, me parece una irresponsabilidad.

También hay críticas al ministro de Hacienda porque está reasignando gasto y no todos son nuevos recursos.

-Este año el gasto público crecerá un 11% y junto con eso debemos reasignar lo que traíamos. Eso es lo que hace cualquier familia, empresa o gobierno cuando tiene un problema de esta envergadura. Decir que no hay que reasignar me parece un sinsentido. Tenemos que priorizar y para ello los recursos deben venir de ambos lados. No veo otra opción. Además, una vez que esto pase, deberemos volver a una disciplina fiscal estricta para recomponer las cuentas fiscales.

¿Y qué pasará ahí con las demandas sociales post 18-O?

-Una parte de ellas se podrá atender más rápido y otra tendrá que hacerse en el tiempo. Ahora, en algún momento, y lo he dicho antes, tendremos que aumentar la carga tributaria para satisfacer esas mayores demandas, pero hacerlo en las actuales circunstancias sería dispararse en el pie y matar cualquier intento de reactivación.

“El Presidente es bueno para este tipo de situaciones”

¿La pandemia se ha transformado en una oportunidad para el gobierno de mejorar su mala evaluación?

-Desde el punto de vista político creo que el Presidente Piñera es bueno para manejar este tipo de situaciones como la pandemia, que requiere organizar el Estado con buena preparación, logística y ejecución. Lo comprobó en el terremoto de 2010 y en el tema de los mineros atrapados. Esto es mucho mayor, obviamente no son comparables, pero él tiene habilidades para manejarse en este tipo de crisis, más que para la situación derivada del estallido social, por ejemplo. Y eso es lo que están mostrando las encuestas, con mejores niveles de aprobación, después de una profunda caída. Además, se ha visto una oposición desarticulada, con muy pocas luces e ideas y no demasiado colaborativa.

¿Y qué piensa de una eventual nueva postergación del plebiscito constitucional?

-En mi opinión, postergar de nuevo el plebiscito solo se justifica si la situación sanitaria así lo amerita, pero no por el deterioro del panorama económico. Ni la recesión ni el mayor desempleo son una razón para ello.

BC financiando al fisco: “Sería una absoluta vuelta atrás”

Usted está a favor de permitirle al BC comprar bonos del Tesoro en el mercado secundario, pero gente como Juan Andrés Fontaine ha dicho que hoy eso no impone mayor restricción y que es mejor verlo a futuro.

-Discrepo. Abrirle la posibilidad de esta herramienta no lesiona ni la institucionalidad ni la autonomía del BC. Y si bien es cierto que hoy no es algo indispensable, sí es importante que esté disponible en esta crisis, si más adelante se requiriera. Eso le permitiría inyectar más liquidez a la economía, hacer más fluido el canal del crédito y afectar las tasas de largo plazo. La compra de bonos del Tesoro por parte del BC es un instrumento muy potente de política monetaria. De hecho, ha sido ocupado masivamente ahora y en la crisis subprime por la mayor parte de los bancos centrales desarrollados. Si al BC se le permitiera comprar papeles del Tesoro en el mercado secundario, y dado que es un instrumento excepcional, debiera tener ciertas restricciones como un quórum especial en su consejo y que justifique su acción ante el Senado. Eso resguardaría un posible mal uso.

Pero sus críticos plantean que esta discusión abre la puerta a un debate más amplio sobre si el BC puede financiar al fisco y ya hay propuestas de que lo pueda hacer en casos excepcionales como pandemias.

-Esa es otra discusión y ahí coincido totalmente con quienes no están de acuerdo. Más aún, no se entendería en los mercados internacionales que Chile desandara su camino institucional para que el BC pudiera financiar al fisco. Sería una absoluta vuelta atrás. Se traduciría en una pérdida de credibilidad del BC y de Chile, en un aumento del riesgo país y del costo del crédito.

“No habrá un big bang por el coronavirus”

¿Esta crisis afectará la globalización y el rol de China?

-Esto produce temores y que algunos sectores políticos tiendan a favorecer que la economía mire más hacia adentro que hacia afuera. Entonces, puede haber un cierto golpe a la globalización y algún efecto sobre China, pero pensar que vamos a ir a un mundo cerrado, no lo veo. Los beneficios de la globalización son muy grandes para que se deshaga todo lo andado en las últimas décadas. Afectaría mucho el bienestar de las personas.

¿Y la “nueva normalidad” tras la pandemia puede significar un antes y un después para la economía?

-No soy de los que creen que el mundo va a cambiar diametralmente después de esta pandemia. Hay que poner las cosas en su justa dimensión. Es una crisis muy grande, severa, pero transitoria. Quedarán cambios relativos al trabajo y compras online, la transformación digital de las empresas, los viajes, la investigación en salud, etc., pero varias de esas cosas ya estaban en proceso. Todo eso se puede acelerar, pero aquí no habrá un big bang de la economía por el coronavirus.

Lo otro que ha cobrado fuerza en esta emergencia sanitaria es la revalidación del Estado.

-Hay situaciones y áreas donde el rol del Estado es indispensable y, en particular, en una pandemia como esta. Entonces, me parece natural lo que ha pasado, y desde la política fiscal no cabe otra cosa que hacer una acción muy expansiva, del tipo keynesiano tradicional. En ese sentido, ¿hay más valoración del Estado hoy? Puede ser, pero cuidado, porque en esta misma crisis hay países con estados más pequeños que lo han hecho muy bien, y otros con estados muy grandes que lo han hecho mal. No es, entonces, un tema de tamaño, sino de cómo lo hace. Se requiere un Estado con músculo, pero eficiente.

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