En el último tiempo las clínicas han estado en alerta por las altas deudas que mantienen tanto el sector público como el privado, debido al retraso en los pagos. A algunos prestadores les afecta más el retraso de Fonasa, y a otros, el de las isapres, pero en Clínica Dávila el efecto es casi por igual. Esto, considerando que en la clínica perteneciente a Empresas Banmédica, “el 54% de nuestros pacientes son de Fonasa, y representan el 40% de la venta, de nuestros ingresos”, comenta el gerente general de la institución privada más grande del país medida en número de camas, José Ignacio Valenzuela.

En la clínica de 125 mil metros cuadrados ubicada en Recoleta, cuentan con más de 600 camas habilitadas, hacen 800 mil consultas al año, atienden 34 mil cirugías y 100 mil urgencias. Tienen unos 4 mil colaboradores y trabajan cerca de 900 médicos. Y si bien a simple vista todo ha seguido funcionando normal, la administración en los meses recientes ha tenido que lidiar con el retraso en los pagos de isapres y Fonasa.

Valenzuela cuenta que “la deuda de Fonasa ha seguido creciendo y se vuelve insostenible para nosotros. Incluso, hay una parte relevante que tiene más de dos años de antigüedad. Nos hemos comunicado con ellos, pero no hemos recibido una respuesta formal a nuestra solicitud de regularización. Dado lo grave de esto y de no mediar alguna respuesta, estamos evaluando acciones judiciales y otras medidas que podrían llegar, incluso, a la limitación o término de los convenios. Sabemos y lamentamos que esto puede tener impactos relevantes en los pacientes, pero insisto que es insostenible para nosotros mantener este nivel de endeudamiento”. Agrega que “con las isapres la situación también es delicada. Hemos estado en negociaciones con resultados satisfactorios en algunos casos, pero aún estamos en conversaciones con algunas que, de no llegar a acuerdo, también nos veríamos en la obligación de modificar o terminar nuestras relaciones”.

¿Les preocupa más la deuda que tienen las isapres o Fonasa con la clínica?

-Como tenemos divididos nuestros ingresos casi en partes iguales, los dos lados nos preocupan. Hoy tenemos problemas en las dos partes. Por el lado de las isapres, llevamos algunos meses ya con ciertos retrasos en los pagos, no cayendo necesariamente en incumplimiento de contratos, pero sí particularmente desde el punto de vista del plazo de bonificación.

¿Cómo se refleja eso en los montos que les adeudan las isapres?

-Eso hizo incrementar el stock de deuda, que antes era más o menos de entre $20 mil y $25 mil millones, pero llegó a más de $50 mil millones. El peak fue entre febrero y mayo de este año. Hoy, con las negociaciones y las conversaciones que hemos tenido con las isapres, hemos podido reducir esa deuda, pero aún no llegamos a niveles normales. Eso ha significado recurrir a créditos para sustentar nuestro flujo de caja.

¿Cuándo empezó a bajar ese peak?

-Comenzó a bajar en julio y agosto, y ahora está en torno a los $40 mil millones.

¿Han cortado convenios con isapres?

-Hoy día están todos los convenios activos, pero sí hemos tenido instancias donde hemos conversado sobre la continuidad de los convenios. Hasta ahora nos ha ido bien con las negociaciones. Hemos llegado a buenos acuerdos con las isapres y se han puesto al día en el pago de sus deudas. Han acotado y han mejorado sus tiempos de procesamiento de cuentas. Pero estamos muy preocupados por la situación que tienen, sobre todo con el nuevo fallo de la Corte Suprema que pone un riesgo mayor de una eventual insolvencia de las isapres.

¿Y por qué se está atrasando Fonasa?

-Esto partió principalmente con el Covid-19. Durante la pandemia hubo un tiempo donde nosotros pertenecimos a la red integrada de prestadores, y no estaba bien definido cuál iba a ser el mecanismo de pago que iba a tener Fonasa para este tipo de pacientes. Eso detuvo un poco ese proceso de pagos. Después, cuando se definió que se iba a pagar a través de GRD, se comenzaron a liberar los pagos. Pero eso retrasó los pagos de los otros pacientes. Eso efectivamente generó un aumento de los plazos de pago de Fonasa, que normalmente estaban en torno a los seis meses desde que se daba de alta al paciente, pero luego llegó a 10 meses.

También se descentralizó el pago que antes hacía completamente Fonasa, y se derivó en algunos casos a los servicios de salud...

-Efectivamente. Hoy, particularmente en Clínica Dávila, dentro de lo que más ha crecido de la deuda, es lo que está bajo la implementación de pago del servicio de salud. Nosotros entendemos que la responsabilidad de todo esto recae en Fonasa, pero quien ejecuta el pago de los rebases de la Ley de Urgencia son los servicios de salud (...) Y ese pago es el que hoy día más ha crecido.

¿Qué tanto ha crecido?

-Hemos duplicado la deuda desde más o menos el mismo período del año pasado.

¿De continuar todo tal cual, podrían tener que ajustar el cinturón de la clínica de manera importante?

-De haber algún cambio desde el punto de vista de las isapres, de inviabilidad de pago oportuno, y de seguir creciendo la deuda con Fonasa, tendríamos que tomar ciertas decisiones de ajustes. Eventualmente, podríamos tener que achicarnos, o restringir el tamaño de nuestras instalaciones, la oferta de servicio que entregamos... porque si hay menos recursos disponibles, o la oportunidad de acceder a esos recursos se extiende demasiado, tendríamos que tomar acciones de ese tipo para poder mantener la sostenibilidad de la clínica. Eso sí, jamás vamos a sacrificar la seguridad del paciente ni la calidad de nuestras atenciones por este tipo de problemas de pagos. Esa es nuestra máxima y siempre vamos a defenderla.

Esta situación a la que se ha llegado, ¿lo atribuye a que el sistema de salud que tiene el país no es sostenible?

-Creo que efectivamente se requiere una reforma. Llevamos muchos años hablando de la reforma, y se ha ido dilatando ese proceso. Eso ha hecho que hoy las isapres probablemente estén en la situación en la que están. Y desde el punto de vista del sistema público, la actual tampoco es una buena solución, porque vemos las listas de espera que existen, y los problemas de financiamiento en los que tenemos que incurrir los prestadores privados. Por lo tanto, creo que es necesaria una reforma que tome ciertos pilares. Clínicas de Chile habló de algunos. Me parecieron bien, pero creo que es necesaria una discusión de todos los actores para poder definir cuál es el modelo que queremos hacia adelante como sistema de salud.

¿Y el sistema que propone el gobierno o la nueva Constitución, ve que va en esa línea de poder solucionar los problemas?

-Falta todavía conocer un poco más en detalle el sistema de salud que se está proponiendo en la reforma. El tener un Fondo Único de Salud (FUS) creo que no es la mejor alternativa. Tener un plan básico, único, que pueda ser otorgado tanto por el sector público como por el sector privado, podría generar mayor competencia y mejores condiciones de libertad de elección para pacientes y afiliados. Por otro lado, un FUS genera un monopsonio que puede terminar fijando condiciones como precios, plazos de pago, y por lo tanto, restringir mucho el sistema, el servicio que se podría entregar.

¿Básicamente coincide con el diagnóstico de Clínicas de Chile, aunque ustedes no son parte del gremio?

-Diría que sí. Coincidimos con esa mirada de Clínicas de Chile.

¿Por qué se salieron de Clínicas de Chile?

-En Clínica Dávila teníamos otras prioridades sobre la forma en cómo íbamos a abordar los temas que se estaban abordando ahí. Eso no significa que hayamos cortado relaciones con Clínicas de Chile. Seguimos en conversaciones con ellos, pero teníamos otras prioridades en ese momento, y queríamos enfrentar las situaciones de otra manera.