Si bien la libertad financiera depende de la realidad de cada persona, lo que es común para todos es que ante la falta del ingreso del proveedor o proveedora de la familia, este bienestar se rompe. Las razones se concentran en tres eventos críticos: el fallecimiento, la invalidez o una enfermedad grave de quien provee dichos ingresos.
¿Cuándo me puedo sentir protegido?
Si bien no existe una fórmula única para definir el monto que necesito, como aproximación, cada persona debiese estar cubierto entre 7 y 10 veces su salario anual, agregando entre $36.655.000 y $73.310.000 por cada hijo en edad escolar. Así, una pareja de 40 años y 38 años respectivamente, con 2 hijos de 5 y 7 años, y con ingresos de casi 3 millones y 3 millones y medio, tendrán una necesidad cercana a $417.867.000 y $356.286.600 respectivamente.
Un joven de 30 años sin dependientes cuyo ingreso mensual es de casi un millón y medio, tendrá una necesidad cercana a $175.944.000. Y una persona soltera con un hijo de 10 años, con ingresos mensuales de $733.000, tendrá una necesidad aproximada de $161.282.000.
En Chile, sólo cerca del 20% de los trabajadores formales están cubiertos (lo que baja a 18% considerando también los trabajadores informales). En términos de número de empresas, esto equivale a decir que sólo el 2% de las empresas con más de 10 empleados tienen contratado algún tipo de seguro de vida, con concentración en las grandes y medianas.
Considerando este grupo, si bien los montos de cobertura promedio de una gran empresa para un gerente pueden llegar a los $146.600.000, o un ejecutivo a los $87.960.000, el promedio de cobertura para empleados de empresas de tamaño mediano no alcanza los $21.990.000.
Las cifras de necesidad de protección son evidentes. Siendo optimistas, un 70% de la población trabajadora formal no tiene cobertura, mientras que el 30% restante tiene una necesidad material y manifiesta de disminuir su gap de protección.
Desafíos de la industria
Las compañías de seguros son vistas como entidades grandes, impersonales y burocráticas por la mayoría de las personas, lo que implica una relación asimétrica que redunda en la poca confianza. Sin embargo, las insurtech han contribuido a modernizar la industria de seguros y mejorar la experiencia de los consumidores a través de la tecnología.
Según Arturo Fuenzalida, Chief Business Development Officer en Betterfly -la primera plataforma de beneficios de bienestar para empresas- los tres aspectos en que más valor pueden aportar son:
Instantaneidad: Mediante la digitalización del servicio, las barreras de burocracia, papeleos y preexistencias se eliminan y, por ende, se vuelve un trámite rápido de realizar.
Simpleza y transparencia: Cada uno de los partícipes en la industria de seguros deben hacer esfuerzos materiales para simplificar todo el proceso de compra. Lenguaje directo, claridad y contratos sencillos es lo que demandan hoy los usuarios.
Flexibilidad: El avance tecnológico permite la individualización y entrega de propuestas para las necesidades de cada persona a un costo abordable. Es decir, un servicio que antes era para grandes empresas, hoy está al alcance de todos.
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