Los datos de Cuentas Nacionales publicados recientemente por el Banco Central tuvieron el extraño resultado de dejar a algunos exultantes con el magro crecimiento de 2023. Es cierto que es mejor anotar una expansión, por más mínima que sea, que retroceder en materia de actividad. Pero también es bueno reconocer que la economía chilena está prácticamente estancada y arrastra una década completa de bajo crecimiento.
Del informe, un dato realmente preocupante es la evolución de la formación bruta de capital fijo que, en el cuarto trimestre del año 2023, retrocedió 5,7% en doce meses: el peor desempeño en tres años, cuando estábamos en plena pandemia. Este descenso se sumó a la caída anual del tercer trimestre (-2,9%), lo que revela la débil situación de la inversión en Chile. En términos trimestrales, luego del máximo pospandemia alcanzado en el primer cuarto de 2023, la inversión ha registrado tres caídas consecutivas (trimestre a trimestre), usando la serie desestacionalizada.
¿Por qué Chile se ha vuelto menos atractivo en materia de inversión? Uno de los elementos es la pérdida de competitividad que arrastra nuestra economía. De acuerdo al ranking del IMD World Competitiveness Center de 2023 nuestro país ha retrocedido sistemáticamente desde 2005, cuando alcanzó su mejor posición comparable (lugar 19), hasta la última edición donde aparecemos en el puesto 44 entre 64 economías medidas.
Es sintomático que desde el año 2014 -cuando se hicieron modificaciones profundas en el esquema tributario y, un año después, cambios en la legislación laboral-, la economía chilena haya perdido altura y progresivamente se haya ido asemejando al resto de los países de la región. Los anuncios de cierre de empresas responden a múltiples factores, pero uno de los más relevantes es la pérdida de competitividad que tienen hoy las compañías chilenas.
Es hora entonces de reflexionar sobre qué podemos hacer distinto para volvernos nuevamente atractivos para la inversión. El aumento de los costos laborales, impuestos más altos y un sistema de evaluación ambiental con grados de discrecionalidad que no entrega certeza jurídica, no hacen más que alejar a los proyectos de inversión a otras latitudes.
Un elemento básico para atraer inversión es la seguridad. En el informe del IMD una de las debilidades que presenta Chile es el homicidio (aparecemos en el ranking 53) y economía paralela o informal (puesto 52). La desinversión que hemos visto en el corazón de los grandes centros urbanos, en particular en Santiago, está estrechamente vinculada al explosivo aumento del comercio informal y a crecientes niveles de inseguridad.
Locura es hacer lo mismo una y otra vez y esperar resultados diferentes, dice la célebre frase. El marco regulatorio que hemos construido desde 2014 ha tenido el triste resultado de restarnos competitividad y hacernos poco atractivos para la inversión. Si seguimos profundizando este diseño no podemos esperar que milagrosamente retomemos la senda del crecimiento.
*El autor de la columna es socio en Mirada Externa