El filósofo romano Séneca planteaba que ningún viento es favorable para el que no sabe dónde va. Hemos pasado varios años de interminables discusiones y diferencias dentro de un ciclo en donde ha habido dos claros rechazos plebiscitarios con pocos acuerdos trascendentes. De un huracán de distintas direcciones en donde de varias veredas se proclaman convicciones, una vez pasado el vórtex, se ha ido lentamente dando forma a un viento que está dando fuertes señales de avanzar en temas comunes. Al parecer el viento no sopla convicciones, sino clama por soluciones.
Hemos tenido años en que se ha tratado de priorizar temas que son importantes para un grupo, agenda o sector, pero al no incluir a la gran mayoría, genera un vacío que necesariamente es ocupado por aquellos temas comunes de mayor prioridad. En esta línea, la consolidación de la seguridad como el tema más relevante unido a la imperiosa necesidad de mejorar la situación económica por medio de mayor crecimiento, inversión, empleo y rediseño a la permisología han dado lugar a un coro de voces que desde distintas posiciones releva una misma necesidad o crítica, lo cual es una gran noticia y es probablemente uno de los cambios más relevantes de la política chilena en relación a los últimos cinco años.
Después de un período de difícil diálogo con una fuerte desconfianza, la retórica vociferante atomizó las prioridades desplazando a la técnica, pero la incapacidad de converger hacia los grandes temas comunes nos dejó huérfanos de nuestras expectativas. Esa era de disfonía temática está lentamente dando lugar a una etapa distinta, en donde las temáticas priorizadas no son fragmentadas, sino comunes, pero todavía bajo desconfianzas y convicciones distintas. Esta etapa puede plantearse como la “era del cómo” en la cual desde distintas veredas e ideologías se priorizan los mismos temas, pero la mejor implementación para llevarla a cabo tiene la mejor vitrina para marcar la pauta.
En un contexto de fragmentación de la política, es esperable ver que solución tarde, pero hay que estar atentos a tres escenarios que deberían abrirse en paralelo.
Primero, en aquellas regiones, sectores o entornos que mejor receta y práctica tengan para implementar una solución, van a ser aquellos que van a iluminar al resto. Gran parte de la problemática en materia de seguridad, evaluación ambiental e inversión puede ser desarrollada por una mejor gestión y cada región puede dar señales y ejemplos claros que marquen la diferencia.
Segundo, el surgimiento de la convicción de que a nivel de estado necesitamos instituciones que cumplan un propósito claro y den garantías de no caer en ideologías ni extremos se está visualizando en la propuesta de una nueva gobernanza autónoma para servicios críticos como el Servicio de Impuestos Internos (SII) y Servicio de Evaluación Ambiental (SEA).
Tercero, más allá de contar con un sinfín de mesas de escucha, las “mesas técnicas” han vuelto en temas tan críticos como la jubilación o paz de la Araucanía, en donde sus acuerdos van a ir lentamente marcando una voz valorada de unión.
En pocas palabras, venimos de una era huracanada en el que múltiples voces y demandas impedían saber por dónde venía el viento, en donde la técnica y experiencia para llegar a la mejor solución quedaron en entredicho. Tal cual describe Séneca, parece que ahora entramos a un período en donde el viento favorable marca el rumbo y señala las prioridades.
A diferencia de un período en el que la base de la conversación eran prioridades diferentes que imposibilitan el diálogo, en esta nueva etapa los temas han sido priorizado en materia de discurso político, pero dada las distintas convicciones imperantes, el cómo aparece como la mejor llave para enfrentar la desconfianza que dé garantías además de habilidades mucho más prácticas y conectadas para poder llevar la mejor solución a cabo.