Se empiezan a activar durante septiembre. Parten sumando algunas torres de detección; luego brigadas terrestres, y en noviembre se introducen las aeronaves. Ya hacia el 15 de diciembre, los planes contra el combate de incendios están a su máxima capacidad. Las empresas forestales han ideado toda una estrategia para hacerle frente al enemigo común de cada verano; uno que si bien varía en el número de focos, mantiene una tendencia al alza en la cantidad de hectáreas quemadas y la intensidad de ellos.
Datos de Conaf dan cuenta de que si hace un par de años el promedio de hectáreas afectadas por cada incendio era del orden de 10, pero la temporada pasada la superficie ya llegó a 18. Este 2022 ya ha habido 2.318 incendios, con 31.272 hectáreas quemadas, de ellos el 80% ha sido de O’Higgins al sur. El 40% de esos incendios son enfrentados por empresas privadas.
El lunes, CMPC presentó los recursos técnicos y humanos para el combate de incendios. En el aeródromo de la Base Trilahue, en Cabrero, el presidente de la firma, Luis Felipe Gazitúa, dio cuenta de un panorama poco alentador, dadas la crisis climática y la mano del hombre. “En las últimas semanas hemos podido presenciar cómo la mano humana está detrás de la mayoría de los incendios”, señaló. “Lo que nosotros hacemos es mirar año a año lo que hay en el mundo, mirar las mejores prácticas, mirar los softwares, equipos móviles como helicópteros, aviones y tratar de traer eso para que el trabajo sea el más eficiente y el más oportuno. Lograr extinguir un incendio en los primeros 15 minutos es una persona salvada, una casa salvada, un campo salvado y el medioambiente protegido”, agregó.
Hasta 2017, la preparación de las compañías para el enfrentamiento de este tipo de siniestros era más débil. Sin embargo, ese ejercicio marcó un punto de inflexión. Los voraces incendios de enero y febrero de ese año terminaron quemando más de 300.000 hectáreas en 15 días. Se batió un récord al afectarse 108 hectáreas promedio por incendio. “Después de 2017, el monto de inversión destinado al combate se duplicó”, señala el presidente del departamento de Prevención y Protección de Incendios de la Corporación Chilena de la Madera (Corma), Ramón Figueroa. Si en esa época eran unos US$ 100 millones, hoy esa cifra es del orden de US$ 207 millones anuales, unos US$ 97 millones dice relación con la Conaf, y el resto -cerca de US$ 110 millones- con aportes de las empresas forestales asociadas a la Corma.
“Este año la estrategia de prevención y combate contempla una inversión de US$ 57 millones”, señalan en Arauco. “Todos estos recursos implican un desembolso cercano a los US$ 30 millones por temporada, cifra que hasta antes de los megaincendios del 2017 bordeaba los US$ 20 millones”, complementan en CMPC.
Las empresas se coordinan con Conaf, se traspasan información de los focos y gestionan la emergencia en conjunto. Una nueva estrategia impulsada tras la fatídica temporada de hace cinco años.
Los recursos de combate
Actualmente, existen 250 puntos de detección de incendios en el país. Lo constituyen básicamente cámaras y torreros: personas en torres o casetas. De ellas, 225 son de las empresas privadas. Por ejemplo, Arauco tiene 138 puntos de detección, 82 de los cuales corresponden a cámaras robot. Todas las compañías forestales tienen centrales en línea con esos puntos. Quien primero detecta un foco da aviso al resto, y la información la consolida Conaf. La temporada de incendios fluctúa entre noviembre y mayo, cuando empiezan a caer las primeras lluvias.
CMPC tiene un área de protección forestal con cuatro departamentos: prevención de incendios-silvicultura preventiva; unidad de análisis; central de incendios y operaciones de combate. Cuentan con un software que le permite anticipar y modelar el comportamiento de un foco, además de uno para las condiciones meteorológicas. Todas estas tareas, más las de coordinación, se ejecutan desde la sala de control de incendios de la compañía, ubicada en su edificio corporativo en Los Ángeles.
En el mercado concuerdan en que las precipitaciones hicieron que este año los incendios partieran más tarde. Sin embargo, las olas de calor secaron rápidamente las plantaciones, impulsando fuertes brotes. Ya han habido incendios de proporción en Chiguayante, Hualqui, Laja, en Lumaco y el último en Viña del Mar. Y no hay proyecciones de que ello decante.
“Este año nuevamente enfrentamos una temporada muy compleja, con altas temperaturas, lo que nos tiene muy activos y con nuestro compromiso intacto de trabajar día a día con las comunidades y en coordinación con las autoridades”, señala el gerente de Asuntos Públicos de Arauco, Mauricio Leiva. Cada empresa combate los incendios que están cerca de sus predios y de los vecinos.
El 42% de los incendios ocurre en la zona de interfaz urbano, entre el bosque y la ciudad. Ramón Figueroa, de Corma, asegura que esos, no obstante, son más predecibles y de menor alcance que los que ocurren en áreas rurales. “En medio del campo no hay un patrón de ocurrencia establecido. Ese incendio es más complicado porque te demoras más en llegar”, subraya. El también subgerente de prevención y protección de incendios de Arauco explica que combaten anualmente unos 2.000 incendios; de ellos, el 95% son de contención rápida, no pasan de tener media hectárea. El 4% requiere más recursos y pueden abarcar entre 5 a 10 hectáreas. Solo el 1% son más grandes, superiores a las 50 hectáreas.
En total hay 6.000 brigadistas en el país. De esos, 3.600 son de las empresas privadas, organizados en 441 unidades o brigadas. Una parte de ellos son contratados por la temporada, y otros son internos que, durante el invierno, realizan labores de limpieza de bosques para reducir las posibilidades de que se generen incendios.
Los brigadistas tienen por misión armar una línea para separar lo que se está quemando de lo que no. Ellos son capacitados por las empresas para cumplir su labor. Arauco, por ejemplo, tiene una academia de formación. El proceso de selección y curso se demora aproximadamente un mes. Hoy tienen 1.400 brigadistas profesionales, y 1.200 de liquidación de incendio que es cuando los incendios están controlados y hay que apagar las fumarolas. CMPC cuenta con 1.200 personas desplegadas en 108 brigadas. De ellas, 51 son brigadas fijas -dedicadas exclusivamente al combate de incendio- y 57, multipropósito. Además, tienen ocho cuadrillas mecanizadas (sobre máquinas) que tienen como objetivo construir cortafuegos. En Arauco tienen 20 de estas últimas. Explican que operan a doble turno, y aumentan en un 40% la capacidad de hacer líneas cortafuegos.
“Los brigadistas ahora necesitan recibir protección para realizar sus labores debido al nivel de violencia que enfrentamos en algunas zonas del Biobío y La Araucanía”, afirmó Gazitúa el lunes.
La labor de combate es ayudada por las aeronaves, gran parte de las cuales son arrendadas por las empresas a compañías internacionales de España y Estados Unidos que básicamente se encargan de combatir incendios a nivel mundial. En el país hay 124 aeronaves para eso, prácticamente la mitad son aportadas por el sector privado. Este año, Arauco sumó una flota de aeronaves, con un megahelicóptero, tres helicópteros grandes, 17 helicópteros livianos, 11 aviones y tres aviones de coordinación con cámara óptica-termal.
CMPC cuenta con 22 aeronaves. Tiene 1.220 helipistas (donde hay una pista) y helipuntos (zona de aterrizaje) con GPS, 32 pistas de aterrizaje y carguío de agua, tanto propios como con convenios con Corma y Conaf, 441 fuentes de agua para cargar helicópteros y 64 piscinas para surtir las aeronaves. Todas distribuidas en el Maule, Ñuble, Biobío y La Araucanía.
El 30% de los incendios se combate de noche. A esa hora la temperatura es menor y la humedad aumenta, por lo que se hace más simple su detención. Ramón Figueroa explica que en Chile los focos nocturnos no se pueden enfrentar por aire. Destaca que si bien la DGAC dictó una normativa hace un par de años para ello, ha sido complejo obtener los permisos. Por ende, todo debe ser por tierra, con brigadistas y máquinas.
Las empresas privadas tienen brigadistas nocturnos destinados a esas horas del día. “La Conaf no tiene brigadas nocturnas en cantidad, brigadistas exclusivos de la noche”, señalan en Corma. De los 3.600 brigadistas de las compañías, unos 500 son nocturnos. Solo Arauco tiene 280 de ellos, apoyados por drones.
A nivel general, los ítems más costosos para las empresas son los brigadistas y las aeronaves. En Corma estiman que un helicóptero pequeño para 7 brigadistas y con una bolsa de agua de 1.000 litros, cuesta entre US$ 400 mil y US$ 450 mil la temporada.
Las empresas no cobran a los vecinos ni a la autoridad por combatir incendios que van más allá de sus predios. Solo se cobran entre ellas si es que se prestan aeronaves y tienen similares recursos. En 2019 -dice Ramón Figueroa- la Corma ayudó al combate del incendio en Valparaíso. Ofrecieron ayuda para el de la semana pasada en Viña del Mar, pero al final no fue necesario.
Más allá de eso, las compañías aseguran hacer labores de prevención todo el año. Más del 99% de los incendios son provocados por las personas. De hecho, del total el 75% son fenómenos intencionales, y el resto ocurren por accidente o negligencia, dejando solo el 1% como responsable a la naturaleza.
Desde 2017, las empresas participan en la Red de Prevención Comunitaria, instancia gestionada por juntas vecinales e integrada por diversas organizaciones públicas y privadas.
En Arauco, por ejemplo, realizan patrullajes preventivos en días de alerta y resguardan y mantienen 6.300 km de cinturones de protección, siendo 517 km pertenecientes a zonas habitadas.
Desde el 15 de diciembre, el plan antiincendio de las compañías no se detiene. La intensidad dura hasta marzo. En abril se empiezan a reducir los recursos. Y en mayo se termina. Se devuelven los aviones y sacan las brigadas; los que quedan deberán preparar el bosque para hacerle frente a una nueva temporada.