Cerca de un millar de personas repletó la iglesia San Francisco de Sales para despedir en la tarde del lunes al empresario y exlíder gremial Alfonso Swett Opazo, quien falleció el domingo a los 56 años, dejando a su esposa Ximena y sus cuatro hijas.

En una ceremonia donde se insistió en la profunda fe cristiana que profesaba, se recordó también su paso por los negocios, donde acompañó a su padre homónimo en el crecimiento de empresas como Forus, Elecmetal, Hortifrut y otras, y por la presidencia de la Confederación de la Producción y del Comercio (CPC) entre 2018 y 2020, periodo en el que debió enfrentar la crisis del estallido social.

En medio de una concurrencia dominada por empresarios como él, como Andrés Navarro, Gonzalo Said, Juan Sutil, Heriberto Urzúa, José Luis del Río, Oscar Hasbún, Alejandra Mustakis y Rolando Medeiros, llamaron la atención dos coronas de flores instaladas a ambos costados de su féretro. A la izquierda, una corona del Club Deportivo Universidad Católica, del cual su padre fue presidente. A la derecha, una corona de la Central Unitaria de Trabajadores (CUT).

Es que pese a haber sido dirigente de los empresarios y no de los trabajadores, Swett fue un hombre reconocido por su transversalidad, por su apertura a las ideas distintas y una permanente disposición a escuchar y dialogar, incluso sin pensar lo mismo, pero con la capacidad de dejarse convencer con argumentos.

Por eso, para quienes lo conocieron, no les resultó extraño ver ese reconocimiento a Swett de una organización sindical normalmente vinculada a la izquierda política y dura contraparte del empresariado.

La ceremonia religiosa, concelebrada por nueve sacerdotes, fue encabezada por el presbítero Daniel Concha, quien fuera su compañía espiritual el último año, cuando debió tratarse el cáncer que padecía en la Clínica Universidad de Los Andes. En la homilía, Concha resaltó la fortaleza de Swett para enfrentar una enfermedad que lo terminaría consumiendo. Como anécdota, contó que cada vez que lo visitaba, le preguntaba cómo se sentía y Swett, aferrado a la fe, le respondía: “Nunca he estado más feliz en mi vida”.

Al final de la ceremonia, sus hermanas Carolina y Macarena le dedicaron una carta donde, entre sollozos y en medio de anécdotas familiares, lo recordaron como un padre dedicado y un hermano ejemplar. Su hermano Sebastián, quien no pudo subir al proscenio, escribió otra misiva que leyó su hijo mayor, donde relató historias de infancia con quien compartió habitación 12 años.

Fuera de la familia, fueron dos amigos de Swett quienes lo despidieron, el actual presidente de la CPC, Ricardo Mewes, y el exministro de Hacienda, Felipe Larraín, a quien el exlíder empresarial consideraba, según propia confesión, “un hermano mayor”.

Mewes, quien en ese tiempo era presidente de la Cámara Nacional de Comercio, recordó que “sus dos años a la cabeza de la CPC fueron de trabajo imparable, ideas creativas y compromiso absoluto con los valores de la libertad, el emprendimiento, la democracia y la justicia. Destacó por sus firmes convicciones, pero eso no le impidió estar siempre dispuesto a escuchar, a dialogar, a tender puentes e incluso dejarse convencer si eso no implicaba transar principios. Su mirada siempre estuvo puesta en el bienestar de las personas, y eso se notaba en todo lo que Alfonso decía y hacía. Hay una frase que le escuché muchas veces, que refleja este compromiso suyo con el bien común: “La empresa empieza en la venta, pero no termina en la utilidad, sino en la sociedad”.

Esta frase, que Felipe Larraín también recordó en su discurso, marcó su paso por la CPC, tanto como aquella autocrítica que hizo a nombre del empresariado días después del estallido social y que le valió severas reprimendas por parte de algunos de sus pares: . Nuestro pecado fue escuchar con las orejas chicas. Con mucha humildad, pedimos perdón por las orejas chicas, pero nos comprometemos a tener orejas grandes”.

Larraín conoció a Swett hace 37 años, cuando fue su alumno en Ingeniería Comercial de la UC, donde fue incluso presidente del Centro de Alumnos. A la vuelta de su MBA en la Universidad de Duke, fueron colegas como profesores en esa misma facultad durante 25 años y en la última década fueron los impulsores del centro de estudios Clapes-UC. Reconocido por sus cercanos como el mejor amigo de Swett, Larraín no sólo resaltó sus cualidades humanas, sino, sobre todo, su mirada distintiva del rol del empresario más allá de la rentabilidad económica, recordando otra de las reiteradas frases que dejó en su paso como dirigente gremial: “Una empresa no es sólo un empresario, son sus trabajadores, sus proveedores, sus clientes, en definitiva, la sociedad”. “El compromiso de su gestión en la CPC fue con todos ellos, para ser parte de un mejor bienestar de la sociedad y de solución a cualquier problema económico-social”, concluyó.

Aunque no participó de la ceremonia, el ministro de Hacienda, Mario Marcel, envió una declaración donde manifestó su consternación ante el fallecimiento de Swett y recordó también su paso por la CPC: “En lo personal, en muchas oportunidades conversé con él y pude conocer su visión de los retos del país y su actitud constructiva para buscar soluciones a los problemas y desafíos de Chile. Le correspondió presidir la Confederación de la Producción y el Comercio durante la época del estallido social, frente a lo cual lideró la reflexión sobre las causas profundas del descontento y la búsqueda de espacios de diálogo y cooperación para mejorar la calidad de vida y la inclusión. En tiempos en que la reflexión, el diálogo y la cooperación son particularmente necesarios, se echará mucho de menos a Alfonso Swett. El mejor homenaje que le podemos rendir es valorar y seguir su ejemplo”, puntualizó.