Al interior del sistema bancario, las preguntas y las dudas se multiplicaron a partir de las 18 horas del martes. A esa hora, el Banco Central (BC) anunció algo que nadie en el mercado esperaba: tras realizar la tercera reunión de Política Financiera de su historia, el instituto emisor decidió activar el Requerimiento de Capital Contracíclico (RCC).
El RCC es un instrumento nuevo con el que cuenta el BC tras la aprobación de la Ley General de Bancos en 2019, y básicamente consiste en que el instituto emisor, si lo estima pertinente, puede pedirle a la banca que acumule un ‘colchón’ (buffer) de capital para que esté́ disponible frente a eventuales escenarios de estrés severos que puedan producirse en el futuro.
Y eso fue lo que el BC hizo el martes: les pidió a los bancos que en mayo de 2024 levanten un colchón de dinero equivalente al 0,5% de sus activos ponderados por riesgo. El máximo que podía pedir era un 2,5%. Así, Chile se convirtió en el segundo país de Latinoamérica en activar este mecanismo. Uruguay fue el primero.
Rápidamente se iniciaron los contactos internos entre los ejecutivos de la primera línea de todos los bancos. También hubo múltiples llamados telefónicos al gremio y los equipos técnicos se pusieron a trabajar. Incluso hubo contacto con el gobierno. Era matemática simple. En pocos minutos toda la industria sabía que ese colchón de dinero implicaría unos US$1.500 millones adicionales para toda la industria. La mayoría de los banqueros pensó que el regulador les exigiría que aumentaran, en esa magnitud, su capital vigente.
A diferencia de las isapres, una industria en dificultades, la banca sí puede levantar un capital de esa magnitud entre sus accionistas. Solo en 2022 los bancos ganaron US$ 6.304 millones. Pero el problema que visualizaban era otro: la medida del BC tendría como efecto la entrega de menos créditos, o más caros, dado el encarecimiento del capital. Eso, en un país que no está creciendo, y donde las colocaciones de los bancos han venido a la baja. Para marzo de este año, según la Comisión para el Mercado Financiero (CMF), las colocaciones totales de la industria cayeron un 2,55% en 12 meses y los créditos a empresas descendieron un 4,48%.
Ahí precisamente radicaba la sorpresa: el momento del anuncio. “¿Por qué hacerlo ahora?”, se preguntaba un directivo de un banco a la mañana siguiente. En la industria argumentaban que esta herramienta a nivel internacional se usa cuando el país tiene un crecimiento importante y hay un boom en el crédito: de esa manera los bancos centrales pueden frenar riesgos de burbuja o similares.
Pero ahora ocurría todo lo contrario. Todo estaba cayendo, y el BC introducía un ingrediente más en la ecuación para frenar aún más el crédito, y con ello, también la economía. Además, se preguntaban: si el BC hacía esto ahora, cuando el crédito se desploma, ¿qué hará cuando esté creciendo? “Encontramos esta decisión inesperada ya que los colchones anticíclicos generalmente se activan durante las fases de expansión crediticia, lo que no es el caso hoy en Chile”, indicó un informe de JP Morgan.
En su comunicado, el instituto emisor argumentó que la activación del RCC era “una medida precautoria ante la mayor incertidumbre externa (...) Ha aumentado el riesgo de ocurrencia de un shock externo severo. Aunque su probabilidad es baja, su efecto negativo en la economía sería significativo. En dicha circunstancia, la liberación del RCC previamente constituido ayudará a mitigar los impactos respecto de la evolución del crédito a hogares y empresas”. Y detalló que esto tendría efectos “acotados y transitorios” sobre el crédito.
Ese día, el gerente general de la Asociación de Bancos (ABIF), Luis Opazo, señaló que “la activación del buffer no lo vemos coherente con el diagnóstico ni con el objetivo de este instrumento. En concreto, se mencionan elementos de incertidumbre externa, pero a la vez se destaca la solidez del sistema financiero chileno, tema que fue reiteradamente resaltado por nuestras autoridades frente a las tensiones en el sistema financiero internacional de los últimos meses”.
Si bien desde la banca reconocen que hay incertidumbre externa, creen que el panorama se ha venido tranquilizando en los últimos meses. Un banquero decía esta semana que la situación internacional hace un año, con la guerra entre Ucrania y Rusia, era peor. Y volvía la misma inquietud: “¿Por qué lo hacen ahora?”, decía un banquero el miércoles. Lo que todos comentaban en el mercado lo resumió bien el economista jefe de EuroAmerica, Felipe Alarcón, en radio Duna: “¿Qué está viendo el BC que el resto del mercado no está viendo? Esa es la pregunta que todos nos hacemos”.
Las especulaciones alimentaron la semana. Una apuntaba a que el BC podría estar haciendo política monetaria para que la inflación ceda más rápido. “Pero no es la manera”, decía ese día un actor de la industria en reserva. Otros creían con que el instituto emisor podría estar proyectando que, dada el alza en el desempleo o por dificultades que pueda enfrentar una industria en particular para hacer frente a sus pagos, la banca pueda tener pérdidas relevantes y le falte capital para enfrentarlo. Pero tampoco parecía razonable, dado que el BC no aludía a ello en su comunicado y, es más, daba “cuenta de la solvencia de la banca”.
Ese martes la industria se fue a dormir sin una respuesta, pero esperaban tenerla al otro día, a las 9 horas, cuando el BC publicaría su Informe de Estabilidad Financiera (IEF).
El día de las respuestas
El BC debía guardar silencio hasta las 10.30 horas del miércoles, cuando la presidenta del instituto emisor, Rosanna Costa, acudiría a la Comisión de Hacienda del Senado para exponer el IEF. Previo a ello, a las 9.00 se publicó el informe en el sitio web del Central. Después de una lectura rápida, la banca mantenía más dudas que respuestas.
En el IEF, un gráfico en particular llamó la atención de la banca. El BC siempre incluye en ese informe cuáles son las holguras de capital (exceso de patrimonio efectivo sobre el mínimo regulatorio) que tendría la industria bajo un escenario de tensión severo. Ahí modela la diferencia entre el capital actual de la banca y a cuánto disminuiría en un escenario de crisis.
El resultado en esta ocasión arrojó que las holguras pasarían a un 3,4% en un eventual escenario de estrés, margen que igual sería el mayor desde que se inició la serie en 2011. Hoy las holguras, sin escenario de crisis, están en un 5,9%. “Bajo el escenario tensionado, la solvencia de la banca retorna a niveles similares a los vistos antes de la pandemia, con lo cual el sistema tiene holguras de capital adecuadas para enfrentar el escenario de estrés”, dice el IEF. La pregunta entonces era: ¿por qué el BC cree que los bancos necesitan más capital frente a la eventual ocurrencia de “un shock externo severo”? En el sistema financiero esperaban en el IEF sensibilizaciones y modelaciones que dieran sustento cuantitativo a la medida anunciada un día antes. Pero no las encontraron.
Todas las respuestas las intentó Costa ese día. Básicamente, explicó que la banca hoy tiene holguras suficientes para hacer frente a este requerimiento sin necesidad de aumentar capital, aunque esa decisión finalmente quedaría en manos de cada banco.
“Lejos de aumentar la incertidumbre, estamos dando la señal de que tendremos más instrumentos y que estamos construyendo capacidades para la mejor resiliencia, para que la economía en su conjunto, si viniera un shock externo, no enfrente un costo más alto por la vía en que el crédito, en ese evento, se contrae, y se amplifican los efectos de una crisis”, dijo.
Costa recalcó que no pronosticaban un evento inminente de ese tipo, pero lo activaron por precaución. Además, insistió en que “este buffer se puede enterar con las holguras que tiene la banca, con más capital, o con algo de menor crédito. Pero la disponibilidad de holguras que tiene la banca hoy día permite señalar que sea la mayor fuente para abordarlo”.
Justamente el gremio y gran parte de los bancos, aunque no todos, pensaban que el “colchón” debía constituirse levantando capital fresco y que no mediante las holguras. “Yo no conozco una evidencia internacional al respecto (...) Lo que conocemos, es que cuando se crea el buffer contracíclico, más bien se utiliza capital adicional”, dijo el presidente de la Asociación de Bancos (ABIF), José Manuel Mena. Pero la aclaración de Costa tranquilizó a la industria.
La duda que quedaba era otra ahora: ¿Entonces, para qué adoptar esta medida si finalmente el capital total de los bancos iba a seguir igual? El IEF tenía la respuesta: “La evidencia muestra que la banca es reacia a reducir su capital en momentos de tensión, puesto que daría señales de vulnerabilidad, lo que redunda en un comportamiento procíclico que puede amplificar un ciclo negativo de crédito gatillado por escenarios de estrés. Que la autoridad defina su desactivación para el sistema como un todo contribuye a mitigar ese efecto en caso de utilizar la holgura de capital generada”.
Pero la situación de holguras que hay en cada banco es distinta. “Hay entidades de tamaño relevante que tienen que hacer aumento de capital”, comentó Mena.
Entre las seis entidades más grandes de la industria, Banco de Chile es el que por lejos tiene las mayores holguras, ya que la regulación le exige un capital del 7,3% de los activos ponderados por riesgo, pero su índice está en el 13,7% (diferencia de 6,4 puntos porcentuales), según cifras que consolida la CMF. Le sigue Santander, que tiene holguras de 3,7 puntos; e Itaú, con 3,3. Más atrás se ubican Scotiabank (2,8 puntos), Bci (2,1) y BancoEstado (1,86).
Y aunque todos los bancos tienen holguras para enfrentar este requerimiento, la industria también tiene que ir cumpliendo otros requerimientos de capital, según el calendario de Basilea III. Además, hay bancos que por políticas internas se autoexigen tener cierto nivel de holguras. Y a ninguna de las entidades les acomoda quedar cerca del límite, porque no es bien visto. Por eso, cada entidad tendrá que decidir cómo hacer frente a esta exigencia, y si la CMF lo estima conveniente, puede activar el denominado Pilar 2 y solicitar directamente a algún banco que levante capital.
Tras consultar a BancoEstado si sus holguras son suficientes para hacer frente a la exigencia del BC, respondieron: “El banco inició un plan de capitalización en 2020, respaldado por un proyecto de ley que nos tiene con un nivel de solvencia histórico, holguras significativas respecto de los requerimientos normativos de capital y en línea con lo proyectado para cumplir con Basilea III al 2025″.
Y sobre el requerimiento de capital anunciado, desde la estatal explicaron que “se están analizando las implicancias para el banco, aún en etapa de análisis y esperando aclarar la implementación con los reguladores. Dadas las holguras, no es claro aún si se requiere una capitalización adicional ni el monto”.
Como todos los años, al día siguiente de la publicación del IEF, el jueves, la presidenta del BC acudió a presentar el informe en un webinar organizado por la ABIF. Allí Costa le habló directamente a los bancos: “No es necesario que salgan a buscar capital, ni es necesario que salgan a contraer el crédito, es perfectamente posible que lo hagan con parte de las holguras”. Y anticipó: “Hay que acostumbrarse al uso de instrumentos macroprudenciales”.
La Asociación de Bancos se reunió el jueves con la CMF y el viernes con el BC. Ahí aclararon parte de sus dudas y hubo más tranquilidad en la industria.
En perspectiva
Diferentes departamentos de estudios comenzaron a publicar desde el miércoles informes en los que esperaban que el impacto no fuese relevante en la banca, dadas las holguras de las entidades. En JP Morgan dijeron que “se espera que BCI sea el banco con mayores requerimientos, dado su mayor buffer al ser un banco nacional de importancia sistémica”.
LarrainVial publicó un informe donde dice que “no podemos descartar una posible contracción en el crecimiento del crédito para 2024, principalmente entre los bancos con niveles de CET1 (capital básico) más bajos. En el frente macroeconómico, la medida podría llevar al BC a comenzar a recortar tasas antes, aunque a un ritmo más lento de lo que habíamos anticipado”.
De todas maneras, Costa recalcó que “el impacto que tiene en términos de crédito es acotado, es bajo”. Y estimó que el efecto puede ser algo superior al 0,5%. Mena dijo que si esto se puede concretar íntegramente mediante holguras, debería haber “un ritmo semejante al actual” en cuanto a la entrega de créditos.
Fitch Rating calificó como medianamente positivo el anuncio del BC desde una perspectiva crediticia. Según la agencia, con los niveles de capital actuales y las perspectivas de crecimiento, “el sistema podría cumplir razonablemente con el requisito de capital anticíclico, sin interrumpir el crecimiento del crédito”.
Al interior de la industria hay actores que reconocen que, al ser esta una herramienta nueva, tal vez no se entendieron bien los alcances que tendría la activación del RCC. Siguen sin estar completamente de acuerdo con esta definición del BC, pero ahora, más que estar totalmente en contra de la medida, en realidad creen que puede ser algo “discutible”. El presidente de la ABIF también llamó a que el instituto emisor pueda socializar el análisis cuantitativo que hizo para tomar esta medida.
Donde sí hay reparos de distintos sectores es en el modo en que el instituto emisor comunicó esta decisión. Una de las primeras voces que se manifestó fue el exconsejero del Banco Central (BC), Joaquín Vial, quien comentó que la decisión que tomó el ente rector no fue un error, porque la banca está bien capitalizada para enfrentar este mayor requerimiento. Pero de todas maneras dijo que “hay un tema de timing, de comunicación, que probablemente podría haber sido mejor”.
Por su parte, el presidente de la ABIF dijo que “habría sido ideal haber tenido una posibilidad de tener una conversación previa, en términos de lo que estamos hablando, conceptual, de cómo se constituyen estos mecanismos. Podría haberse hecho esta conversación seis meses atrás, un año atrás”.