Ha logrado concentrar la atención mundial con sólo 40 días al mando en la Casa Blanca. En lo que es su segundo paso por el gobierno de EE.UU., Donald Trump no sólo ha logrado “sacudir” el tablero geopolítico global, sino también instalar en la agenda una serie de amenazas de represalias arancelarias a sus principales socios comerciales.

Desde que asumió, Trump ya ha promulgado un arancel del 10% sobre las importaciones procedentes de China y, a partir del 2 de abril, se dispone a aplicar impuestos al comercio exterior a sus vecinos México y Canadá. En las próximas semanas también espera decretar aranceles del 25% sobre automóviles, acero y aluminio, y el mismo nivel de impuesto a las importaciones desde la Unión Europea.

El presidente de EE.UU., Donald Trump, ha adoptado un conjunto de medidas arancelarias y amenazas de nuevos tributos a las exportaciones, entre otras, al cobre, principal producto que vende Chile.

Trump ha argumentado que el nivel de las represalias, bajo el relato de buscar aranceles “recíprocos” con sus socios comerciales, dependerá de las tasas arancelarias de otros países a los productos norteamericanos, los subsidios aplicados a su industria local, las regulaciones y los impuestos al valor agregado (IVA) del resto de los países que dañen la economía de EE.UU. Incluso, ha dicho que los países más expuestos son aquellos que vendan más bienes a EE.UU. de lo que la potencia exporta a ese mismo país (déficit comercial).

Bajo este escenario, los analistas creen que Chile tiene ventajas estratégicas respecto de otros países a la hora medir los riesgos de posibles represalias arancelarias específicas de Estados Unidos en contra de Chile. Si bien en el gobierno coinciden con esta posición aventajada de Chile frente a las amenazas que pueda hacer Trump a países en particular, dado el saldo comercial equilibrado entre ambas naciones y un Tratado de Libre Comercio (TLC) que exime de aranceles al comercio bilateral, en privado confidencian que la estrategia es no confiarse y estar permanentemente monitoreando la situación. “Trump ha demostrado ser impredecible en muchos aspectos, por lo que es mejor monitorear día a día el escenario para Chile y estar preparados. El gobierno de Chile baraja diferentes escenarios”, dice una fuente de gobierno.

Los envíos chilenos de cobre a EEUU sumaron unos US$5.600 millones el año pasado.

Los bemoles para el metal rojo

Pero esta semana el líder republicano tocó una “fibra” indirecta, pero muy sensible para Chile. Anunció el inicio de una investigación para determinar posibles aranceles a las internaciones de cobre provenientes desde cualquier país. De los más de US$ 50 mil millones del metal exportados por Chile en 2024, lo que lo posicionan como el principal proveedor mundial, unos US$5.600 millones tuvieron como destino EE.UU.

No obstante, las mismas fuentes de gobierno ponen “paños fríos” a la investigación de EE.UU., ya que dicho análisis puede prolongarse por hasta nueve meses. Esta semana un grupo de trabajo creado por el gobierno y liderado por Cancillería se reunió para tratar la amenaza de Trump a los envíos de cobre. En un intento por bajar la tensión, el ministro de Hacienda, Mario Marcel, aclaró que lo de Trump “no es en sí misma una medida comercial, sino más bien un proceso de análisis de las características del abastecimiento de cobre hacia EE.UU.”. “Esta investigación tenemos que verla como una oportunidad para mostrar las fortalezas que tiene Chile como proveedor confiable de cobre para nuestros clientes”, destacó Marcel.

El análisis al interior del gobierno es que Trump apunta con esa investigación al cobre a China, su rival estratégico, más que a Chile. Reconocen que el republicano no ha mostrado “animadversión” en contra de nuestro país y que Chile tiene virtudes en este escenario. “El que no haya firmas chinas produciendo cobre en Chile nos da una ventaja”, afirman.

Los expertos creen, además, que el efecto de una eventual alza de aranceles a las internaciones de cobre no es baladí para la propia industria norteamericana, lo que podría ser un desincentivo para Trump a la hora de subir los aranceles al metal rojo importado.

Un eventual arancel al cobre chileno perjudicaría también a la industria de EEUU, a juicio de expertos.

“Trump se podría disparar en los pies. El cobre es clave para todas las tecnologías disruptivas. Aranceles a Chile, México y Canadá, sus principales proveedores, sólo encarecerán el costo para las empresas norteamericanas, haciéndolas menos competitivas en nuevas tecnologías. EE.UU. no puede inventar esa capacidad de producción de la noche a la mañana. Desarrollar proyectos mineros de esa envergadura puede tomar cinco y más años”, afirma el exdirector general de Relaciones Económicas Internacionales (Direcon), Osvaldo Rosales.

Coincide el socio de Gemines, Alejandro Fernández, quien cree que todos los países enfrentan riesgos de un comportamiento “predatorio” por parte de Trump: “Lo del cobre puede generar algún daño a Chile, pero más bien a largo plazo. También se lo provoca a EE.UU. Si se le mete en la cabeza que tienen que ser autosuficientes en cobre, no hay mucho que hacer y el daño no sería muy grande para Chile, pero no hay mucho que hacer”.

Alejandro Fernández, economista de Gemines.

El economista de Maastricht University y experto en economía de minerales, Jorge Valverde, recuerda que la política proteccionista de Trump en su primer mandato tuvo un efecto negativo sobre la industria local, al elevar el precio de los insumos intermedios importados y, con esto, la competitividad. “Es decir, tiene un efecto contraproducente en la economía de EE.UU. No se justifica desde la perspectiva de seguridad energética promover la producción local, ya que EE.UU. exporta más cobre del que importa. De hecho, EE.UU. es el quinto mayor productor mundial, con el 5% del mercado”, afirma el experto. “Sobre potenciales efectos globales, estos serían mínimos, ya que EE.UU. no tiene poder de mercado por el lado de la demanda para reducir el precio mundial del cobre a través de política arancelaria y, por tanto, el efecto sería el mayor precio para el mercado local de EE.UU.”, añade.

Chile y las banderas rojas

El moderado optimismo al interior del gobierno también se basa en algunos estudios internacionales que posicionan a Chile muy por debajo del riesgo detectado en otros países. Uno de ellos es el del Global Trade Alert, un centro de estudios europeo que se especializa en el análisis de las políticas que afectan el comercio mundial, el que revisó la vulnerabilidad de 173 economías en el mundo a las posibles represalias arancelarias de Trump. El organismo asignó mayor cantidad de banderas rojas a aquellos países que tienen mayor riesgo de ser sancionados comercialmente por EE.UU.

Mientras Corea del Sur (cinco banderas rojas), China, India, Japón y Canadá (con cuatro) lideran los países con mayor riesgo de ser castigados por Trump, naciones como Chile y Perú tienen sólo una bandera roja en el análisis, junto a otras 66 economías en el mundo.

Los criterios usados para determinar la mayor vulnerabilidad de los países son el tener superávits comerciales excesivos con respecto a EE.UU., ganancias injustificadas de competitividad a expensas del país norteamericano (monedas devaluadas, subsidios, políticas regulatorias laxas y bajos salarios internos) y un nivel de aranceles muy superior al que cobra EE.UU., entre otros.

En 2024 Chile exportó US$ 15.528 millones hacia EE.UU. e importó US$ 14.793 millones desde el país del norte, lo que significó un leve superávit comercial de US$735 millones. Esta cifra rompe con el tradicional déficit que ha mostrado relación comercial de la economía chilena con EE.UU. en la última década.

Un estudio de JP Morgan, además, pone a Chile como uno de los países en el mundo con mayor reciprocidad arancelaria respecto del comercio con EE.UU., gracias al Tratado de Libre Comercio (TLC) firmado entre ambos países en 2003, el que exime de aranceles a la totalidad de los productos transados.

Alejandro Fernández, de Gemines, reconoce que dado que la mayoría de los bienes que se comercian bilateralmente están con nulo arancel y que en los últimos años Chile ha tenido en promedio un déficit comercial con EE.UU., los espacios para represalias del país norteamericano son menores.

Sin embargo, alerta por los efectos que puede tener una “guerra comercial” global y un consecuente menor crecimiento mundial en la recuperación de la actividad en Chile.

“Lo preocupante para Chile, dado que por el lado de la balanza comercial no hay mucho riesgo, ni por el lado de la comparación de aranceles, es el impacto sobre el crecimiento mundial. Si China crece, por ejemplo, medio punto menos al año y EE.UU. lo mismo, eso perjudica a Chile”, alerta el economista.

Osvaldo Rosales, exdirector general de Relaciones Económicas Internacionales (Direcon).

“Tiene poco sentido comenzar a alarmarse y crear un ambiente de psicosis. Es cierto que este señor que está en la Casa Blanca es inestable y puede hacer cosas malsanas, pero tenemos un TLC que genera un comercio bilateral sin aranceles y, además, EE.UU. tiene un superávit con nosotros, de manera que no califican los argumentos claves que Trump plantea”, concluye, a su vez, Oslvaldo Rosales.