¿Qué hace un antropólogo y abogado que, además, fue investigador en un centro de derechos humanos, en un gremio empresarial como la Sociedad de Fomento Fabril? “Incorporando diversidad”, responde sin pensarlo mucho Rafael Palacios Prado (44 años), secretario general del gremio desde enero.
Palacios lleva más de cuatro años en el gremio, donde hasta ahora era el director de políticas públicas, cargo en el que su actividad ha sido intensa. El año pasado, por ejemplo, según los registros del gremio, Palacios participó en el menos 17 reuniones con nueve ministerios: desde Defensa, Interior y Segpres hasta Economía, MOP y Hacienda. También con el fiscal nacional, al que visitó en diciembre para relatar lo que a juicio de los industriales son verdaderas “economías criminales” que se han ido expandiendo en el país. Es el rol que ha desarrollado desde su ingreso a Sofofa, acompañando el mismo período de Bernardo Larraín Matte al mando del gremio más poderoso y transversal de los empresarios. En su nuevo cargo, Palacios debe coordinar las actividades gremiales y técnicas de la Sofofa, pero con funciones añadidas. Una de ellas es acompañar el posicionamiento público del gremio, reforzando la vocería del presidente. Por eso habla aquí.
Su perfil -además de antropólogo es abogado, habla cuatro idiomas- es atípico para un puesto que ha tenido en 24 años solo tres titulares, todos ingenieros, dos comerciales y un agrónomo: el fallecido Andrés Concha (1996-2009), Cristóbal Philippi (2009-2014) y Jorge Ortúzar (2014-2020). ¿Cómo ve un antropólogo a la clase empresarial? Primero, no como una clase, responde. “Un antropólogo diría inmediatamente: hay empresarios, personas distintas que ejercen una actividad que es la empresarial”, dice, antes de citar un libro de Francis Fukuyama que distingue estructuras empresariales según países y culturas: los chaebol en Corea del Sur, las empresas familiares en Europa, los grandes conglomerados en Estados Unidos. Y en Chile, la figura del controlador. “En la Sofofa hay diversidad de empresarios, de pensamiento, de tamaños de empresas, de sectores industriales (…) También hay diversidad política y diversidad ideológica. Hay ciertas cosas que convocan en un alto porcentaje: la libre empresa, ciertos principios constitucionales, ahora, por de pronto, el orden público”.
Y a esos principios también adhiere. Por eso se explica que él, un profesional con una formación humanista, haya llegado a la Sofofa. “Yo creo en la empresa. Me la juego por la empresa”. Por convicción. Y por tradición familiar.
Pesquera Palacios
Rafael Palacios (44 años) es hijo de Rafael Palacios del Villar, quien en tiempos de la Unidad Popular se hizo buzo mariscador en Chiloé. “Trabajó en una empresa de la Corfo, lo pilló el Golpe ahí, estuvo hasta detenido por trabajar en una empresa estatal y después, poco a poco, se compró la planta donde trabajaba”. Rafael padre, junto a su hermano Patricio, padre del ministro de Economía, Lucas Palacios, formaron la Pesquera Palacios, cuyo negocio salmonero vendieron en 2005 a AquaChile. Los hermanos conservaron el negocio de los moluscos y erizos, que en 2013 vendieron al grupo Reutter. El patrimonio que dejaron esas ventas está en parte en un campo en Paine y en una sociedad denominada Inversiones Cullipeumo, que tiene un capital de casi $ 3.000 millones y cuyas inversiones en el mercado de valores administra el hoy secretario general de la Sofofa.
La tradición empresarial familiar venía de antes. Benito del Villar, bisabuelo de Palacios, fue dueño de tradicionales cines santiaguinos como el Rex y el Gran Palace y, dice la historia que escuchó el bisnieto, representó a Paramount en la distribución de películas en Latinoamérica. Y fue alcalde de Zapallar.
Rafael Palacios escogió a mediados de los 90 -”una decisión impulsiva e idealista”- antropología en la Universidad de Chile. Estuvo cinco años en el Juan Gómez Millas, un campus “absolutamente de izquierda” y muchas carreras, una experiencia que define como alucinante. Presidió el centro de alumnos de su carrera, como independiente, en tiempos en que la Fech era dirigida por el entonces comunista Rodrigo Roco. A diferencia de su primo Lucas, militante UDI, Rafael Palacios no está afiliado a ningún partido. Pero admite sintonía con Evópoli. “He participado en reuniones de trabajo de Evópoli y he colaborado con Horizontal”, cuenta. Votó por el apruebo el 25 de noviembre, una posición minoritaria en su familia y, quizá, en el mundo empresarial.
Después de antropología, estudió derecho y se graduó con una tesis sobre tortura y terrorismo. Impactado por el 11/9 estadounidense, se interesó en el debate jurídico “sobre la relativización de la prohibición de la tortura”, que en tiempos de George W. Bush sirvió para justificar apremios a miembros de Al Qaeda. El debate ponía en esos tiempos ejemplos extremos: ¿qué pasa si hay una bomba de tiempo y la única manera de salvar vidas es torturando a quien la instaló? La tesis de Palacios fue un análisis más bien jurisprudencial y teórico de ese debate, sin adscripción. Aquello, sin embargo, lo instaló en esa área. Durante ocho años participó en el centro de Derechos Humanos de la Universidad de Chile, como investigador, y fue ayudante de una cátedra en Derecho Internacional sobre la materia. En paralelo, en 2010, entró al equipo legal de Colbún, la empresa que dirigía Bernardo Larraín. Hasta 2017, cuando saltó a la Sofofa.
Una agenda de tres partes
En octubre, Jorge Ortúzar dejó la Sofofa y un comité buscó a su sucesor. En la terna final estaban Macarena Letelier, Juan Pablo Schaeffer y Rafael Palacios. El comité había optado primero por Schaeffer, otro ex Colbún, pero de una semana a otra modificó su decisión y optó por el actual secretario general. La duración del cargo es indefinida. “La discusión que se dio a propósito del nombramiento de un secretario general es darle estabilidad al gremio, que trascienda los énfasis legítimos que traigan las distintas directivas. Que la labor gremial pueda darle una continuidad de largo plazo a la Sofofa, en su agenda y en su trabajo”. Algo así como lo que ocurrió con Andrés Concha, quien, por 13 años, “ejerció la labor de secretario general en distintas presidencias y logró posicionar al gremio, consolidar su esfera de influencia en distintos actores, en la política, la sociedad civil, las propias empresas”, describe.
Pero Palacios sabe que su continuidad depende también del sucesor de Bernardo Larraín. A la presidencia hoy hay un solo postulante, el empresario naviero Richard von Appen, con quien espera “construir una buena relación”. “El próximo presidente puede decidir libremente nombrar a un nuevo secretario general. Eso es obvio, porque finalmente el presidente tiene que estar cómodo con su equipo”, concede.
Entre algunos consejeros existen resquemores por la cercanía de Palacios con Bernardo Larraín Matte, quien deja el mando en mayo y deja en la secretaría general a un cercano suyo. Rafael Palacios cuenta que recibió el apoyo de consejeros electivos y gremiales. Sobre el fondo, dice: “Yo llegué a la Sofofa con Bernardo, llevamos mucho tiempo trabajando juntos, pero después de trabajar cuatro años en el gremio uno se institucionaliza y su lealtad termina siendo con la institución y no con la persona”.
Mientras, sigue con su agenda de trabajo de tres partes: el proceso constituyente, la recuperación económica y el posicionamiento de la actividad y despliegue empresarial en el quehacer del país.
Sofofa ha prometido participar “sin inhibiciones ni complejos” en la discusión por una nueva Constitución. ¿Qué significa eso? “Que vamos a participar abiertamente, en distintas instancias”, interpreta Palacios.
Por ahora, el gremio hizo un decálogo constitucional con sus ideas. Palacios las divide en tres áreas. “Que se establezcan ciertas reglas que permitan el desarrollo de la actividad empresarial, preceptos que son pilares de la actividad empresarial. Que se establezcan objetivos de política pública que permitan crear lo que hemos denominado una base común de bienes sociales, que tiene que ver con la discusión de los derechos sociales. Y que sea una oportunidad para modernizar el Estado”, resume.
Los dos primeros puntos de ese decálogo son la libertad de emprendimiento y la propiedad privada. Palacios dice que no es ese un orden de prelación. Pero, como anticiparon, los defenderán sin inhibiciones. “La propiedad privada está consagrada en tratados internacionales de derechos humanos. Es un pilar a través del cual se articula la sociedad. Ahora, ¿es más fundamental que los derechos sociales? Yo creo que es igualmente fundamental”.
El posicionamiento de la actividad privada es otra de sus metas. Admite que la imagen del sector se deterioró después de octubre de 2019, según lo demuestra el Barómetro de la Confianza Empresarial. Pero lo mismo ocurrió con todas las instituciones.
“Yo creo que hay una aceptación casi total de que la empresa nunca más puede replegarse sobre sí misma. Hay algo que nos ha dicho el propio Juan Claro: hoy no es posible una Agenda Pro Crecimiento. Hoy día no es posible que los equipos técnicos de la Sofofa se junten con los equipos técnicos del Ministerio de Hacienda y saquen un proyecto de ley que sea aprobado por el Congreso. Hoy eso no es viable”.
¿Porque los empresarios perdieron influencia?
No, porque el estándar de transparencia de participación hoy es mucho más exigente. Hoy tenemos que participar con diversidad de actores... Podemos aportar a las políticas públicas con la misma fuerza, pero a través de otro camino. Hay dos componentes esenciales para aportar a las políticas públicas con la misma fuerza. Uno, un componente técnico, hay que tener un dominio técnico de lo que se habla. Y dos, hay que saber dialogar.
¿La incorporación de nuevos actores le quita poder a la Sofofa?
Es un fenómeno que se está viviendo en Chile y es el meollo de la discusión constitucional: las instancias de participación y la redistribución del poder. Es un tema que está muy presente. Toda la sociedad civil hoy demanda participación y por eso, más que nunca, la labor tiene que ser colaborativa, con los distintos gremios de la Sofofa, con la CPC, con otra gente. Hay que tender puentes de confianza. Es un trabajo más largo, probablemente con impactos marginales, pero estamos todos de acuerdo que es la única forma. Y con altos estándares de transparencia.