La primera ministra del Reino Unido, Liz Truss, no alcanzó a estar ni 50 días en el poder, pero esa inestabilidad en uno de los cargos más importante del Reino Unido no atemorizó a los mercados e incluso los impulsó.
Según resalta Bloomberg, la libra esterlina y los bonos a 10 años subieron tras conocerse la noticia de renuncia. Sin embargo, la moneda del Reino Unido retrocedió todo lo ganado y cerró prácticamente sin variaciones respecto a ayer, y los bonos mantuvieron sus ganancias.
Por otro lado, las acciones del Reino Unido subieron al enterarse de la renuncia, borraron todas las ganancias y finalmente terminó al alza, pero otros mercados de Europa tuvieron un mejor desempeño.
Truss tuvo una gestión marcada por el fallecimiento de la reina Isabel II, a quien alcanzó a conocer en su calidad de primera ministra, y la llegada al trono del ahora rey Carlos III. Sin embargo, su otro hito y que empujó su salida, fue su programa económico.
La exautoridad llegó al poder a principios de septiembre, prometiendo un impulso total al crecimiento, pero su programa resultó inconsistente para los mercados financieros, ya que tanto la libra como los bonos se desplomaron en medio de la preocupación por cómo financiaría sus planes económicos.
En esa línea, la breve gestión de Truss le provocó un nuevo daño al Partido Conservador, que ya venía golpeado por la salida del reciente exprimer ministro, Boris Johnson, quien también dejó el cargo en medio de escándalos.
Ante esto, quien sea que asuma la vacante dejada por Truss, tendrá que enfrentar la formidable tarea de reparar la reputación del partido tory y la economía, a tiempo para unas elecciones generales que deben celebrarse en enero de 2025. El mandato de Truss prácticamente ha garantizado que el futuro inmediato de Gran Bretaña tras el Brexit será de mayores costos de endeudamiento, débil crecimiento, subidas de impuestos y recortes de gastos, apuntó Bloomberg.
La gestión que condenó a Truss
El principal error del mandato de Truss fue un enorme paquete de recortes fiscales por valor de 45.000 millones de libras (US$50.000 millones), en medio de la mayor inflación de las últimas cuatro décadas, que elaboró con el ministro de Hacienda, Kwasi Kwarteng, y presentó sin ningún análisis independiente de cómo se financiaría.
La mayor rebaja de impuestos en medio siglo fue más amplia y rápida de lo que Truss había señalado durante la contienda por el liderazgo, y los mercados reaccionaron violentamente ante el temor de que obstaculizara la lucha contra la inflación y desestabilizara las finanzas públicas. La caída de la libra a un mínimo histórico frente al dólar y la amenaza inminente de un descalabro de los bonos del gobierno (gilts) obligaron al Banco de Inglaterra a intervenir para evitar que se hundiera una parte clave del sector de las pensiones.
Truss y Kwarteng trataron de reparar el daño revocando primero una medida impopular de abolir el tipo del 45% del impuesto sobre la renta de las personas con mayores ingresos del Reino Unido. Luego, el 14 de octubre, Truss despidió a Kwarteng y desechó su plan de congelar el impuesto de sociedades el próximo año. Mientras que, el remplazante de Kwarteng, Jeremy Hunt, deshizo la mayor parte de lo que quedaba de la estrategia económica tres días después, dejando la credibilidad de la premier por los suelos.
La humillación final llegó el miércoles por la noche, cuando la primera ministra, desesperada, trató de reunir a sus airados diputados en los vestíbulos de la Cámara de los Comunes para una votación decisiva a la que no tenía motivos para enfrentarse. La destitución de la ministra del Interior, Suella Braverman a primera hora de la tarde por una infracción de seguridad que en tiempos normales le habría valido una simple reprimenda ya había alineado a una franja de la derecha del partido.
Truss ganó la votación, pero en las amargas consecuencias perdió su lucha por mantenerse en el poder.