Optimistas, pero lejos de repuntar en la clasificación de riesgo. Esa es la conclusión que están sacando economistas y expertos del mercado luego de que la agencia S&P Global Rating anunciara la ratificación de la nota de Chile y el cambio de tendencia desde “negativa”, a “estable”, volviendo al mismo punto en el que se encontraba hasta octubre de 2023.

En su análisis, S&P sostuvo que si bien el logro de un consenso político es más lento que en el pasado, “creemos que las sólidas instituciones democráticas de Chile son anclas económicas que han absorbido las perturbaciones internas y externas en los últimos cinco años”.

A la vez, destacó que “la perspectiva estable asume una continua consolidación de las cuentas fiscales en medio de un crecimiento del PIB de aproximadamente 2,4% anual que, junto con las medidas de ingresos, financiará en gran medida el aumento del gasto”.

Así, dijo, la decisión se fundamenta “en el compromiso del gobierno con la consolidación fiscal que estabilizará la deuda en los próximos años”, así como “en la flexibilidad monetaria y estabilidad de precios, pese a la inflación reciente.

En si informe, sostuvo que “nuestras calificaciones de Chile reflejan la solidez de sus instituciones, que siguen siendo más fuertes que las de la mayoría de los países de la región. A pesar de los últimos años de elevada polarización política, Chile se beneficia de anclajes en su política fiscal y monetaria que han ayudado a estabilizar el desempeño económico”.

Actualmente, S&P mantiene una nota A con perspectiva estable para Chile. Por su parte, Fitch mantiene una nota A- también con perspectiva estable, la que se mantiene desde octubre de 2020. Por su parte, Moody’s rebajó en 2022 la clasificación del país desde A1 a A2, con perspectiva estable.

Una buena noticia, pero hay cautela

Sergio Lehmann, economista jefe de BCI, señala que la noticia “es sin duda una buena señal. Es reflejo de un compromiso transversal de ir ordenando las cuentas públicas. Reconoce que el riesgo de que las tasas se equilibren en niveles más altos de lo que hoy se prevé se reducen, lo que podría abrir el apetito por nuevas emisiones de deuda”.

Arturo Frei, gerente general de Renta4 Corredores de Bolsa, indica que la decisión de S&P “no implica una tendencia sino un alto en el camino, basado más en las expectativas que en hechos que se hayan materializado. Es una especie de acto de fe que se está haciendo respecto de la política fiscal y monetaria de los próximos dos años, pero no existe certeza que esto vaya a ser así”.

Por su parte, Francisco de la Cerda, economista de LarrainVial Research, concuerda en que la decisión “es positiva, ya que refleja una preocupación menos imperante respecto a la situación fiscal, a diferencia de lo que observábamos hace algunos años atrás”.

Para Marco Gallardo, subgerente de renta fija de BICE Inversiones AGF, más allá de la buena noticia, lo señalado por la clasificadora “es un cambio de tendencia, no una mejora en su nota de crédito, que es el paso siguiente; por tanto, si bien puede existir un impacto con esta noticia, es acotado. Además, se trata de la opinión de solo una de las clasificadoras de riesgo, hay que ver si esto se extiende al resto de las evaluadoras”.

No obstante, indica que “debería ser favorable para el país, debería existir una mejora en las condiciones de financiamiento, aunque muy acotadas al tratar de solo una mejora en la tendencia y que es la opinión de una evaluador”.

En esa línea, Klaus Kaempfe, director de portfolio solutions en Credicorp Capital, sostiene que “este cambio en la tendencia de la clasificación de riesgo le da más estabilidad a Chile y le quita la tarjeta amarilla. De alguna forma, los inversionistas deberían dejar de pensar en la baja de clasificación en los siguientes 12 meses”.

Con todo, a nivel macro, De la Cerda señala que los niveles de déficits del país “aún siguen conduciendo a un incremento consistente de la deuda pública. Esta tendencia no es nueva, ya que, desde el mínimo de 3,9% del PIB alcanzado en 2007, la deuda pública no ha hecho más que aumentar hasta alcanzar un 41,6% del PIB a junio de este año”.

“Me parece que aún queda un largo camino para recuperar la clasificación de deuda que ha venido siendo rebajada desde 2017. Y más aún, será necesario volver a poner la agenda de crecimiento como prioridad y con una mirada de largo plazo, más allá de quien esté en La Moneda”, agrega de la Cerda.

En esa línea, Lehmann explica que aún es difícil ver una mejora en la nota crediticia del país, pues “primero es necesario cumplir con los objetivos que permitan efectivamente estabilizar la deuda pública sobre PIB, en torno a 40%, coherente por lo demás con nuestra actual nota crediticia. Un mejora en la nota requeriría objetivos aún más exigentes”.

Según Frei, “para volver a una mejor nota se debe demostrar con hechos, en este caso bajando el endeudamiento respecto del PIB. Lo que preocupa no es solamente el porcentaje de endeudamiento, que no es tan alto respecto a los comparables, sino más bien con la velocidad con que ha crecido la deuda, ya que si la tendencia de gasto respecto de ingresos se mantiene como ha sido los últimos 14 años, y sumando los gastos actuales por intereses, podríamos incluso tener otra rebaja en los próximos años, lo que afectaría las tasas a las cuales pidamos prestado, y también las posibilidades de inversión extranjera y de institucionales en el país”.