Obsolescencia laboral
De tiempo en tiempo se instalan ciertas ideas sobre el mundo empresarial que, sin darnos cuentas, van moldeando expectativas sobre nuestro propio trabajo. Pasa también en la política, lo hemos visto fuerte con ciertas consignas públicas, que se toman la agenda y se instalan como verdades irrefutables. En el caso de la empresa, una de estas ideas tiene que ver con la tecnología y las personas. En el mundo de la obsolescencia programada y de los cambios tecnológicos acelerados, pareciera que cumplir 50 años es empezar a entrar en etapa de desuso. Son muchos los ejecutivos que ven como los más jóvenes manejan herramientas computacionales que ellos desconocen, que el lenguaje con el que hablan incluso es distinto. Y esto no pasa solo con los ejecutivos de empresas, sino que con toda la fuerza laboral que va cumpliendo sus años, y que cree que al igual que las máquinas que cumplen su tiempo, alguien nuevo, más joven y más capacitado, los va a jubilar. Y no a los 65 años, si no que a los 50.
En nuestros trabajos o con personas cercanas, experimentamos la obsolescencia laboral. Con esos casos validamos la idea de que es algo cierto, innegable, y una fuerza juvenil más capacitada desborda los temores de muchos, porque antes que queramos nos dejarán obsoletos. Pero la verdad es que los estudios sobre estos temas han mostrado que lo que ocurre tiene más una forma de una profecía autocumplida, que forma de ley natural. Es cierto que por ley natural nos ponemos más viejos todos los días, pero eso no significa que por ponernos más viejos un joven hará mejor nuestro trabajo. La idea de profecía autocumplida significa que las cosas ocurren porque creemos que van a ocurrir, más que porque necesariamente fueran así. Nuestras creencias afectan nuestras decisiones y moldean nuestras expectativas.
El verdadero susto a la tecnología no es por el cambio tecnológico, es porque creemos que no podemos cambiar con él. Aprender a programar en Python o entender sobre Bitcoins y cadena de bloques suena de otro mundo, pero no lo es. Aprender nunca ha sido fácil, pero tampoco es imposible. La verdad, en términos laborales, no hay nada que un joven de 30 pueda aprender, que uno de 60 no pueda. El aprendizaje no tiene edad, los tiempos serán distintos, pero siempre lo es así. Y nunca fue más fácil que hoy, a un clic de distancia tenemos las clases y los casos más increíbles en todo tipo de temas. Por eso los grandes equipos, de las mejores empresas, están en constante aprendizaje, han roto con la mentalidad fija y se atreven al cambio. Además, tienen claro que no hay opción, si no lo hace y se inmovilizan, les llegará la obsolescencia.
A principios de año murió Nicanor Parra, sus poemas se recitaron con fuerza, su antipoesía llenó las redes sociales. Quizás su magia e irreverencia nos ayuda con nuestras creencias, y sus 103 años, con un envejecer lleno de trabajo sobresaliente y reconocimientos, nos remueven. Porque la mayoría de las veces la mayor genialidad es creer que se puede. Como decía Parra "quiero llegar hasta los 116".
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