Mario Marcel siempre repite lo mismo: el Banco Central (BC) en sus proyecciones no busca ser pesimista ni optimista, sino realista. Y ese realismo, plasmado en el Informe de Política Monetaria (Ipom) entregado esta semana, hoy indica que si bien el momento más frío de la recesión que vive Chile a causa de la pandemia empieza a quedar atrás, la recuperación será muy difícil.
“Vamos a salir de esta crisis y lo vamos a hacer en mejores condiciones que otros países comparables. Sin embargo, eso no quiere decir que no vamos a tener costos importantes”, alerta el presidente del ente rector. Por lo mismo, y pese a que para 2020 acotaron a entre -4,5%/-5,5% su estimación de caída del PIB, hace un llamado a no “perder la concentración, la motivación y el compromiso. Se necesita el concurso de muchos actores distintos para que podamos salir bien de esto”.
Tampoco esquiva el proceso constitucional que se acerca, a poco más de un mes del plebiscito, y señala que “lo mejor que se puede hacer para efecto de las expectativas es que ese itinerario (fijado) se vaya cumpliendo. La incertidumbre es menor cuando las cosas ocurren según lo planeado”.
¿Cómo se debe leer este último Ipom: más optimista o menos pesimista que el de junio? ¿Cuál es el tono que ustedes le dan?
-No se trata de ser más pesimista u optimista, sino de si las cifras son más o menos negativas. Al comienzo de la pandemia uno solo podía hacer ciertos supuestos sobre cuál sería el impacto de las restricciones sanitarias sobre la actividad. Ahora ya tenemos cinco meses de información. Las cifras dan cuenta de una caída de actividad muy grande entre marzo y mayo, y de una estabilización posterior, pese al aumento de las cuarentenas. Entonces, lo que refleja este Ipom es eso: qué ha ido ocurriendo en la realidad con este shock económico producto de la pandemia, con las respuestas de política y el ajuste de los actores económicos.
Pero en la suma y resta parece una visión menos negativa que hace tres meses.
-Los números son menos negativos para el 2020 y también se van acotando los escenarios. En el Ipom de junio nos tocaba reducir el rango de crecimiento del PIB a 0,75% y en lugar de eso lo ampliamos a 2% por la gran incertidumbre sobre cómo evolucionarían la pandemia y las medidas para enfrentarla. Ahora se han ido despejando algunos riesgos, con lo cual el extremo más negativo de nuestro rango (-5,5%/-4,5%) es equivalente al menos negativo del rango de junio (-7,5%/-5,5%). Entonces, se ha acotado la perspectiva de deterioro de la economía, pero no nos ilusionemos: todos los números de actividad siguen muy negativos.
¿Qué cambió para mejor y qué para peor?
-Hay cosas que ya ocurrieron y otras que se pueden anticipar. Hubo sectores muy golpeados que han tenido capacidad de adaptación. Es el caso del comercio, que tuvo una caída muy fuerte hasta mayo y que desde entonces ha venido recuperándose de la mano de las compras online, de las entregas a domicilio, de toda la logística para operar en cuarentena. Lo mismo ocurre con el teletrabajo, cuyo uso se ha ido ampliando en actividades donde es posible. La situación del comercio exterior ha sido también más favorable, ayudado por la recuperación de China. Lo segundo es que, finalmente, los subsidios y ayudas del Estado empezaron a llegar a las personas, sobre todo en julio y agosto, y también se ha materializado el flujo de crédito asociado a las políticas del BC, gobierno y reguladores. Hemos tenido un incremento del crédito comercial superior al 10% durante cuatro a cinco meses, que ha ayudado a estas empresas que se han podido adaptar. Todo eso aporta alrededor de 1,4 puntos extras a la actividad del año.
¿A ello se le suma el retiro del 10%?
-Así es. En términos de disponibilidad de recursos para las personas y el impacto sobre el consumo, es importante. Son recursos que equivalen a 6% del PIB. Nuestras estimaciones, en base a encuestas y comportamiento pasado, es que la mitad se va a dedicar a consumo, en un proceso que se extenderá hasta comienzos de 2021. Esto aportará alrededor de 3% al consumo este año, sobre todo de bienes, con un impacto positivo sobre la actividad del orden de 1,2%. Pero la suma de ambas cosas es más que el punto y medio de diferencia que hay entre los puntos medios de cada uno de los rangos de crecimiento de junio y septiembre.
Eso, porque hubo elementos en contra…
-Correcto: la extensión mayor de las cuarentenas y una menor producción minera que se prevé para el segundo semestre. Todo eso equivale a cerca de 1,2 puntos del PIB. Así, en el neto, resulta este punto y medio de menor caída de la actividad.
Todo esto, junto al Imacec de julio menos negativo que también conocimos esta semana, ¿da para decir que la economía tocó fondo en el segundo trimestre?
-Ya tocamos fondo con la caída de la economía, pero tocar fondo no es lo mismo que salir a flote. La contracción se profundizó hasta mayo y de ahí se ha venido revirtiendo gradualmente, pero como fue tan grande la caída, va a tomar un buen tiempo para volver a los niveles de actividad y de empleo previos a los de la pandemia.
¿Para cuándo están previendo eso?
-Recién para 2022 se cerrará la brecha de actividad que se abrió en estos pocos meses, pero eso no quiere decir que las cosas vuelvan a ser como antes. Es posible que algunos sectores no puedan volver a funcionar como antes de la pandemia, incluidos sus niveles de actividad. Cuando las cuarentenas se van retirando, muchas actividades paralizadas pueden volver a desarrollarse. Pero esa es la parte fácil. Hay otras más difíciles, partiendo por el mercado del trabajo. Se han perdido 1,8 millones de empleos. De ellos, algunos se van a retomar más rápido, como los empleos por cuenta propia, de la construcción y buena parte de los que se acogieron a la Ley de Protección al Empleo. Pero otros tomarán más tiempo, porque a los empleadores les cuesta decidirse a contratar después de una caída tan grande y porque también ha habido cambios tecnológicos y en la organización de los procesos productivos. Por otra parte, los sectores que pueden requerir mayores ajustes son muy intensivos en mano de obra, porque corresponden a servicios. Entonces, para la recuperación del empleo no sólo serán necesarios incentivos a la contratación, sino también apoyos para que los sectores más afectados, como turismo y restaurantes, puedan hacer inversiones, reconversiones y adecuaciones en su trabajo.
¿Deben ser apoyos más específicos?
-Sí. La etapa de recuperación será difícil de transitar con políticas de carácter puramente general, porque la realidad va a empezar a ser más heterogénea que en meses pasados, cuando todos estaban, de algún modo, impactados por las cuarentenas. Se van a necesitar políticas más específicas, dirigidas a las necesidades de los sectores y trabajadores más afectados. Estamos entrando a una etapa tanto o más desafiante que la de contracción. Queda mucho por delante y no es el momento de perder la concentración, la motivación y el compromiso. Se necesita el concurso de muchos actores distintos para que podamos salir bien de esto.
“Vemos muchos proyectos relacionados con el sistema financiero (…) que pueden tener efectos contraproducentes”
Otro tema que el BC realzó en el Ipom es la necesidad de que siga fluyendo el crédito, ¿qué les preocupa ahí?
-Identificamos como un escenario de riesgo, que nos puede sacar de la trayectoria de recuperación, uno en el cual se pudiera producir un estrangulamiento del crédito. Esto nos podría devolver a una situación recesiva.
Mencionan cambios regulatorios que pueden afectar ese flujo de créditos, ¿a qué proyectos se refieren?
-Vemos muchos proyectos relacionados con el sistema financiero en discusión en el Congreso que, aunque motivados por ayudar a personas y pymes, pueden tener efectos contraproducentes si no se analizan con visión de conjunto y una comprensión de cómo operan las instituciones financieras. Por ejemplo, si obligamos a reprogramar créditos a personas que podían pagar, eso privará a los bancos de flujos de fondos que se necesitan para apoyar a pymes que requieren financiamiento.
¿No es una buena política entonces impulsar no pagos o aplazamientos masivos y debiera ser algo más focalizado?
-Una vez que se han acumulado transferencias, subsidios y otras medidas para ayudar a personas y empresas, las medidas masivas se van haciendo menos eficientes. En el caso del crédito, hay que tener claro que el repago es una fuente importante de liquidez para los bancos. Si no pueden contar con ella, el flujo de nuevos créditos va a ser menor. Con un mandato de carácter masivo, universal, ese efecto se maximiza y no se va a poder compensar con la liquidez entregada por el BC, porque ésta ya se ha usado para compensar el millón y medio de reprogramaciones, los 230.000 créditos Covid y otros componentes del flujo positivo de crédito comercial que se ha producido.
Retiro del 10%: “No nos corresponde hacer una evaluación de la medida”
El BC estima que el retiro del 10% aportará 1,2 puntos al PIB de 2020. ¿Fue al final una buena o mala medida?
-Cuando empezó a discutirse el retiro del 10%, fuimos muy claros en señalar que en la medida que esto afectaba a un tema de seguridad social, no nos íbamos a pronunciar por no ser un tema de nuestra competencia. Por lo tanto, no nos corresponde hacer una evaluación de la medida con todas sus implicancias. Sí constatamos que está teniendo un impacto positivo sobre la demanda en el corto plazo. Ese impacto positivo, en buena medida, también está ligado al hecho de que el BC y los reguladores tomamos medidas para facilitar el ajuste de los portafolios de los fondos de pensiones. Eso evitó que se materializaran riesgos que podrían haber complicado la situación económica al momento del retiro. Al BC le preocupaba, en particular, que las tasas de largo plazo se vieran presionadas al alza al liquidarse instrumentos de renta fija local. Las medidas permitieron que su incremento, que comenzó a producirse durante la discusión del proyecto, luego se revirtiera. Aun así, esta reforma conlleva otras implicancias, que son efectos de más largo plazo, como la caída del ahorro previsional, si no es compensado. Pero esa discusión no le corresponde al BC.
Rodrigo Cerda dijo que el BC no consideró para 2021 el impacto negativo del retiro del 10% en la inversión
-Los cambios en el ahorro pueden influir en la inversión, en la medida en que no sean compensados por otras fuentes, pero son relaciones que, en general, se producen en horizontes más largos. Esto no significa que no sean importantes, pero la macroeconomía este año y el próximo va a estar dominada por los efectos de la pandemia sobre la actividad y el empleo, así como por el efecto de las políticas públicas sobre la demanda interna y la recuperación de los sectores más afectados.
¿Cuándo veremos ya números azules en 12 meses? El ministro Briones habló del cuarto trimestre.
-Hay que ser cuidadosos en este punto, porque en el cuarto trimestre del año pasado la actividad cayó debido a la crisis social. Eso implica una baja base de comparación que puede permitir generar cifras azules en octubre-diciembre, medido en 12 meses. Pero dado que la economía se recuperó en el primer trimestre de 2020, en enero-marzo de 2021 podríamos volver a cifras negativas. Para tomarle el pulso a la recuperación va a ser más útil seguir las variaciones trimestre contra trimestre, descontando el efecto estacional. Ahí tenemos que ver cada trimestre mejorando respecto del anterior.
¿Y cuál debiera ser ese ritmo de crecimiento, trimestre contra trimestre?
-Deberíamos crecer algo más de 6% en la segunda mitad del año. Se requiere esa velocidad en el tercer y cuarto trimestres para que cerremos el año entre -4,5% y -5,5% versus 2019. Para eso tendremos en demanda una recuperación del consumo, de la mano de subsidios, retiro de los fondos de AFP y repunte de los ingresos de los trabajadores que van recuperando su empleo o extendiendo su jornada. Del lado de la inversión, también deberíamos ver que se reactivan proyectos suspendidos por las cuarentenas, en los sectores minero y habitacional.
Pese a que el BC acotó la proyección de crecimiento de 2021 a 4%-5%, hay quienes la ven optimista, por el impacto del tema constitucional y por ser un año electoral.
-Siempre es difícil asignarles un valor económico a procesos políticos. Pero comparada con la situación de fines del año pasado, hoy está definido un itinerario en la propia Constitución. Entonces, lo mejor que se puede hacer para efecto de las expectativas es que ese itinerario se vaya cumpliendo. La incertidumbre es menor cuando las cosas ocurren de acuerdo a lo planeado, que cuando todo es hipotético o especulativo.
¿Pero no le restará fuerza al crecimiento del próximo año?
-Es cierto que tenemos un tema específico de nuestro país, que es la crisis social y el proceso político que se ha acordado, pero hoy lejos lo que domina es la pandemia. El elemento clave para la economía en 2021 es si el proceso de desconfinamiento va a ser sostenible, y cómo se irán adaptando las distintas actividades productivas y el empleo.
En el Ipom se dijo que habrá cierres de un número importante de empresas. ¿Saben cuántas van y cuántas pueden ser este año?
-Es muy difícil hacer esa estimación, pero la pregunta más importante es si hemos logrado reducir el riesgo de quiebras masivas que podría haber generado la abrupta interrupción de actividades, ingresos y pagos entre empresas. En el Ipom mostramos que el sector que más se ha beneficiado del flujo positivo del crédito es el de empresas pequeñas y medianas, especialmente las que tuvieron caídas importantes en sus ventas. Esto ha ayudado a muchas empresas a sobrevivir, aunque no significa que todas las necesidades de crédito hayan sido resueltas.
En ese sentido, ¿sigue vigente lo que sostuvo en marzo: “Si podemos preservar la estabilidad de empresas y empleos, la recuperación puede ser bastante rápida”?
-Hasta el momento, las cifras indican que no estamos ante una quiebra masiva de empresas y un número muy importante de ellas lo ha conseguido gracias a que se ha mantenido el flujo de crédito. También han ayudado la Ley de Protección al Empleo, las postergaciones de pagos de impuestos y todos los estímulos al consumo. En la medida en que se ha logrado mantener operativas a las empresas, la recuperación es más viable.
Como Ud. también dijo cuando partió esto, ¿la economía chilena logrará mantenerse de pie pese al impacto de esta pandemia?
-Vamos a salir de esta crisis y lo vamos a hacer en mejores condiciones que otros países comparables. En términos de actividad, nuestra caída en 2020 será la mitad de la que se proyecta para América Latina, lo que hace una diferencia importante. Sin embargo, eso no quiere decir que lo vamos a lograr sin esfuerzo, aplicación y constancia, y que no vamos a tener costos importantes.
Crítica de Atria a la autonomía: “No conozco ningún BC prestigioso en el mundo sujeto a acusaciones constitucionales”
¿Bajo qué circunstancias podrían usar su nueva facultad de comprar bonos del Tesoro en el mercado secundario?
-Serían las circunstancias que definen la reforma constitucional y de la ley orgánica del BC: situaciones en que se pudiera ver en riesgo la estabilidad financiera. Aquellas en que hay una gran volatilidad de precios, dificultad para el proceso de formación de precios financieros, ajustes muy drásticos de portafolios y, especialmente, cuando esos ajustes afectan a los bonos soberanos.
¿No le hicieron algo de sentido los reparos de los contrarios a esta reforma? ¿No abre una puerta para después ir más allá?
-Tales argumentos nos hicieron aplicarnos más, en términos de pensar escenarios posibles y establecer una serie de salvaguardias. Nos alienta a demostrar nuestra autonomía, tomando decisiones de política en sus propios méritos y no por presiones de tales o cuales actores. En el fondo, es una discusión que refuerza nuestro sentido de responsabilidad. En el texto de la reforma los riesgos quedaron bien controlados y la mejor demostración de eso es que aquellos sobre los que se insistió corresponden a casos en los que se violaría la ley aprobada. Lo que más tranquilo me deja es que la reforma se aprobó con un amplio apoyo parlamentario, aun en un período de mucha tensión legislativa. Eso dice que el BC tiene una credibilidad que permite que parlamentarios de sectores muy diferentes estén disponibles a entregarle una facultad adicional.
En una entrevista reciente el abogado Fernando Atria calificó de “máxima y radical” la autonomía del BC, e instó a un cambio en una eventual nueva Constitución para que respondan políticamente. ¿No responden ante nadie hoy?
-Este miércoles presentamos en el Senado una cuenta anual de nuestras actividades, el Ipom, las proyecciones para la economía, los fundamentos de la política monetaria que estamos siguiendo, las decisiones que hemos tomado, cómo evoluciona nuestro balance, cómo vamos cumpliendo las recomendaciones que nos hizo un panel externo que convocamos para evaluar nuestro desempeño. Eso revela disposición, interés y proactividad para responder por nuestro trabajo. Reducir la rendición de cuentas del BC al juicio político me parece muy estrecho y teórico.
Él plantea que los consejeros no son acusables en el Congreso. ¿Eso sería el fin de la independencia del BC?
-La discusión constitucional sobre el BC y muchos otros aspectos es la que eventualmente se va a dar en una convención constituyente. Ahí llegará el momento de discutir sobre el BC. Tratar de anticipar esa discusión, reduciéndola a una norma específica, me parece muy reduccionista. A nosotros no nos asusta que se discuta el tema de la autonomía del BC, lo importante es que esa discusión se dé dentro del marco constitucional que definió el país y el Parlamento, y con todos los antecedentes sobre la mesa. Cuando se llegue a ese capítulo seguramente ya se habrá avanzado en una serie de otras definiciones sobre la estructura de poderes del Estado, los pesos y contrapesos institucionales, y ahí se podrá entender mejor qué lugar ocupa el BC dentro de eso.
¿Pero los consejeros de los BC más desarrollados del mundo pueden ser acusados políticamente?
-No conozco ningún caso de un BC prestigioso en el mundo sujeto a acusaciones constitucionales o a procesos políticos de destitución. Las cosas que hacen los BC en estos países de referencia son del tipo de lo que hace el BC en Chile. En la evaluación del desempeño del BC por parte del panel externo, hubo un capítulo sobre la transparencia de la política monetaria y la conclusión fue que Chile está entre los 10 BC de mayor transparencia en el mundo. Lo que motiva a los BC a actuar en esta dirección no son los sentimientos de los consejeros o las amenazas de destitución, sino algo mucho más básico: la necesidad de inspirar confianza. El principal capital de un BC son la confianza y la credibilidad. Sin ellas la economía no va a responder a sus decisiones. Por lo tanto, los BC, especialmente los autónomos, tienen un incentivo muy fuerte a avanzar en transparencia y confiabilidad.
Atria dice que malas decisiones del BC pueden causar penurias y sufrimientos, y que por eso debe tener responsabilidad política.
-Un artículo que salió en estos días recordó que la ley orgánica tiene definido un proceso de destitución. Pero, más allá de eso, ya llevamos 31 años de un BC autónomo y podemos ver cómo se ha comportado, cómo ha ejercido su responsabilidad, cómo ha dado cuenta a la ciudadanía, a las autoridades y al Parlamento. Estamos en 2020 y no en 1980, por lo que la autonomía no es teoría, es práctica. Por lo tanto, cuando ocurra el debate constitucional -sujeto al resultado del plebiscito-, no me cabe duda que a quienes formen parte de esa convención les interesará saber cómo ha funcionado el BC, cómo lo hacen otros BC del mundo, y mirarán sus resultados. Y ahí las cifras hablan por sí solas. El de la autonomía ha sido un período prolongado de baja inflación en Chile, en contraste con el previo. Además, se han evitado crisis financieras que fueron muy dolorosas en el pasado.
La Reserva Federal (Fed) en EE.UU. anunció un ajuste en su política monetaria, para soportar algo más de inflación y ayudar al mercado laboral. ¿Puede el BC de Chile hacer algo parecido?
-Es muy interesante el proceso que ha hecho la Fed, pero hay una diferencia importante en su marco de metas de inflación en relación a Chile. Su meta es procurar que la inflación no exceda del 2%. En Chile, en cambio, la meta es de 3% en un horizonte de 24 meses. Mucha volatilidad de corto plazo es posible aislarla al trabajar con la meta a 2 años, mientras que en ese horizonte la brecha de actividad es un determinante fundamental de la inflación. Esto permite conciliar mejor el cumplimento de la meta de inflación con otros aspectos de la economía importantes de preservar: de estabilidad, de crecimiento, etc., aunque no tengamos un mandato expreso en ese sentido. Tenemos una política monetaria que, en la práctica, se parece más al marco actual de la Fed, con las modificaciones agregadas, que al anterior.